Arte Sacro
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Qué poquito queda. Confidencias a cola de procesión. Alberto De Faría Serrano


 Ayer caminaste entre el vértigo de una nube de incienso mas densa que la propia niebla de tus dilemas y la prisa por adueñarte de tu lugar en la bulla que se quedó abatida por la calle Sol briznada de Esperanza. El ser humano amanece dubitativo por naturaleza y como tal el cofrade sevillano se despierta dócil y manso a sus costumbres cuaresmales. Consciente de la densa liturgia ritual que se le avecina no ha mas remedio que pensar en la paz que se puede encontrar en el silencio. No solo en el maternal y maestro de San Antonio Abad. Ni en el del desprecio de los herodes de nuestro tiempo. 

  Enuncia su verdad de una manera rancia, eso si serena y clara; también domina el arte de la compostura y del saber estar;  aquella compostura que le hace inasequible al desaliento de las larga penitencia en un día laborable y del saber estar por el estigma de los lazos de hermandad. En esas horas escucha a los demás sin dejar de escucharse a sí mismo; es un ejercicio de comunión que le presenta como nazareno raso de su tramo que debe supeditarse al que le precede, y al mismo tiempo, acapara su espacio como si fuese el diputado de enlace con su propia estirpe de reconversión; somos como permanentemente los Dimas y buenos ladrones que nos queremos redimir cuando sentimos los afilados clavos de la indolencia y de las lagunas en nuestro compromiso. O cuando percibimos que los judas del desafecto nos van a dar el beso traicionero del desengaño. Es entonces tiempo para comprender que tras el preste y los roquetes de cada culto o de cada convivencia viene el carro de ciriales rotos o abandonados de flaqueza o del desencanto. No es fácil ni comprenderles. Pero hay que entenderles. También ellos, tienen su propia historia. 

Sé sincero contigo mismo y con tu propio hermano de vara o cirio. No finjas jamás tu devoción o tu fervor y la presentes como una farsa inocua de apariencia, pues en medio de todas las estaciones de penitencia y entradas en el Templo de tu corazón, la semana santa afortunadamente son mas que ocho días y perenne como las nieves del kilimanjaro. Solo el abuso y el ego desmedido pueden derretirlas. 

Tú eres una criatura de la lacerante Sierpes de nuestro desconsuelo. No menos que los de las varas de plata o doradas estas convocado a la gloria de tu cíngulo o esparto. Sea que te resulte evidente o no, de la Giralda a San Gregorio solo se puede ir en coche de caballos. No conocen el paso de mudá; ni pueden reparar en el pulso aliviao cotidiano de la hispalis de hoy. Ya se sabe que las cosas de Palacio van tan despacio como el Palio cuyo patero se llama por Parras. Por eso debes estar en paz con Dios, cualquiera que sea la advocación de tu titular y con qué compás lo lleve tu cuadrilla.  Sean  cuales quiera tus faenas y aspiraciones, conserva la papeleta de sitio del paraíso terrenal  y no te descubras el antifaz en la bulliciosa confusión de la Cuaresma. Campana sin vallar de nuestra vida de hermano. Que poquito queda.

Foto: Eduardo F. López










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