Arte Sacro
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Opinión. El cielo no quiso ser morado. Rocío Varela.


 Acariciando el raso de mi túnica rogaba a mi Virgen que saliese a Sevilla a pasear su belleza, su encanto, pero no pudo ser…

El Nazareno de la calle Castilla no quiso caminar agarrado al carey de su cruz, ayudado por una inmensa cola morada, que estaba dispuesta a desafiar al cielo, a las nubes e incluso a las estrellas.

Este Viernes Santo, la niña que se cobija bajando el puente a la derecha, estaba más radiante que nunca. Se despedía de aquellos ángeles que adornaban su cabeza en forma de corona. Pero tampoco pudo ser… La próxima vez que se resguarde en su palio, su cuna, estará estrenando la devoción dorada de todos sus hermanos.

El Sol no quería ser visto para que todos los sevillanos fuesen a verla a su casa. Y mientras Aquella Virgen de la O lloraba mirando la ternura del Jorobaíto, una nazarena se consuela, agarrada a aquellos momentos en los que se quedaba a solas contigo, gritándote en silencio que el color de sus ojos tras el antifaz llenaban de esperanza todas sus ilusiones. Y tampoco pudo ser…

Pero el 16 de junio será… Y, aunque no se vean capirotes morados ni cirios color sacramental, sí se apreciarán los sentidos palpitando de todos sus fieles que allí, en Triana, te regalarán una hermosa corona agradeciéndote tu primera salida por el puente de barcas, tu historia y tu redonda esperanza que abarca la vida de los que nacen de tu vientre.

Ese día sí será… Será gracias a Nuestro Padre Jesús Nazareno que, esbozará una sonrisa con sus pestañas e irá acompañándote cada Viernes Santo. Y será porque hasta la flamenca del Altozano estrenará traje nuevo y con su guitarra acariciará cada una de tus lágrimas.

Rocío Varela.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.









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