Coronación de un barrio. Rocío Varela

“A quién lloró por Verte Coronada…”

¡Oh! qué Coronación… tan sólo con mirar el rostro de la flamenca del Altozano uno mismo percibe las emociones que se dieron el 2 de junio en Triana, con sabor a alegría.

Era una Coronación dedicada a un barrio, a su gente, al olor a vida de aquellas personas que recuerdan las arriadas, el año 36, las lluvias de Viernes Santo… y así fue. Desde que, bajo palio, apareció la Madre de Dios y de todos nosotros por la calle San Jorge, entre una elegante y discreta mar de azules trajes portando la dorada devoción de todos sus fieles en medio de una nube de espuma blanca con olor a incienso, ya se respiraba su sonrisa en los labios de todos los que te mirábamos. Y llegaste al altar del cielo subiendo la rampa de la Gloria con el esfuerzo de todos tus hermanos debajo de Ti. A partir de ahí, el corazón de los que te miran con fe se estremeció llegando a sentir en las manos del Cardenal tu calor, tu piel y tu ternura…

¡Y qué decir del señorial paseo!... qué paseo por aquellos balcones adornados con gotitas de amor, por esas callejuelas inundadas de pétalos de vida entre sombras de sonrisas con ganas de verte engalanada de recuerdos dorados en tu cabeza y refugiándote en casa de tu hermana, dándote cobijo con forma de Estrella y mirando al cielo para despertar lagrimas que nunca se ven en la Virgen del Patrocinio, pero que brotaron nada más contemplarte.

Pero todo termina, y al llegar a tu templo allí te esperaba, ansioso, con la mirada perdida tu Nazareno, que aguantó el peso de su cruz con más agonía que nunca porque te fuiste y no pudo andar delante de su redonda Esperanza.

Rocío Varela.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.