Opinión. El sector inmovilista. El Diputado de Cruces.

Todo lo que tiene que ver con la humanidad debe evolucionar. Las hermandades y cofradías, formadas por personas, también y así lo han hecho durante su historia de más de seis siglos. Porque, aunque a alguno le cueste creerlo, no siempre las Vírgenes han ido en pasos de palio. No siempre han acompañado bandas de música o de cornetas y tambores a los pasos. No siempre los nazarenos han ido con cirios. No siempre se ha hecho estación de penitencia en la Catedral. No siempre se ha pasado por La Campana. Incluso, algunas de estas cosas son, relativamente, recientes. Y hay otras que hemos perdidos, algunas para bien y otras para lamentarlo: los disciplinantes, la Cruz del Campo, los pífanos y timbales,… Estas modificaciones han afectado también a las imágenes. ¿Creen ustedes que el Cristo de la Expiración fue el primer titular de la hermandad de la calle Castilla? Pues vayan a la Capilla del Patrocinio y vean. ¿O que la portentosa imagen de Juan de Mesa fue el primer Gran Poder? Dicen que no. Y muchas más. Lo mismo ha ocurrido con misterios, figuras secundarias, pasos, palios, mantos y demás enseres.
Para que estos cambios (no todos acertados o convenientes) se hayan producido ha sido necesario un hermano o grupo de hermanos proponentes y una decisión de la hermandad. Y, casi siempre, también ha existido otro grupo de hermanos que se ha mostrado en contra por diferentes razones, el llamado sector inmovilista, a veces con razones de peso y otras muchas sin ellas. Y a las pruebas, que están a la vista, me remito. Por lo general, este sector está formado por hermanos veteranos (por ello siempre merecedores de ser escuchados), aferrados a sus nostalgias y a lo que han conocido toda la vida y poco abiertos a los cambios.
Lo sorprendente es que en la actualidad y según han recogido diferentes medios de comunicación, en algunas hermandades se han visto grupos de jóvenes integrando este sector inmovilista a la hora de tomar importantes decisiones y, además, haciéndose notar con fuerza, agarrados a lo que han conocido en sus (cortas todavía) vidas y apoyándose en tradiciones de ayer por la mañana. Y es que resulta chocante, por poner un ejemplo, aunque hay más de uno, que un chaval de veinte años no desee que su novia, su hermana o su madre vayan con él en la fila de nazarenos de su cofradía y argumente que las mujeres tienen su sitio en la hermandad, es decir, lo de siempre, lavar, limpiar y planchar, túnicas y enseres y, por supuesto, acompañar a sus hombres por fuera o en segundo plano.
La juventud siempre ha estado a la cabeza de los cambios y creo que sería un estudio sociológico muy interesante averiguar por qué están ocurriendo estos hechos en la Semana Santa actual y si es una cuestión general o sólo de algunas hermandades concretas debido a sus peculiaridades (situación en la ciudad, tipología de sus hermanos, número de ellos, etc.). En cualquier caso, a la juventud cofrade hay que cuidarla y mimarla, pues en ella está el futuro de nuestras hermandades. Es muy necesaria la formación adecuada en todos los aspectos relacionados con este mundo, no sólo en lo referente al procesional, sino también en el histórico, en el artístico y, desde luego, en el religioso. No hay que olvidar que el joven, además de entusiasta, agradecido y generoso, es fácilmente impresionable. Por ello, los que ya peinamos algunas canas debemos ser también lo suficiente generosos para dejarlos fuera de nuestros líos e intereses y tener en cuenta que el actual sistema educativo, es un hecho contrastado, no es el más adecuado para fomentar la iniciativa y la independencia crítica e intelectual en nuestra juventud.
Lamentablemente, los usos políticos cada vez están más inmersos en la vida de las hermandades y eso se está notando en muchos cabildos. Sería muy triste que lo que no nos atrevemos a decir por nosotros mismos, lo pusiéramos en boca de nuestros hermanos más jóvenes. O que las mayorías que no somos capaces de conseguir, la buscáramos entre ellos. Espero que no haya nadie intentando abrir esta caja de Pandora, pues las consecuencias podrían ser nefastas para el futuro de nuestra Semana Santa.
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