Que poquito queda. La soga de la Alianza. Alberto de Faria Serrano

Nadie osaría pensar en las columnas o en la palangana de Pilato un día como hoy: vacía, preservará su espacio para el manantial del equinoccio. A nadie se le ocurriría darle a Claudia Procura un rol diferente; sería hoy la primera en prender su cirio. Ni al mismo pergamino; hoy se plegará presagiando otros aromas no tan lejanos. A instancia de los designios del primer Viernes de Cuaresma, la tradición mas reciente marca una visita al atrio de nuestra casa de oro. Allá donde anida la Esperanza.

El Señor comparece maniatado intra muros para proclamar bajo la luna más vaporosa del Invierno que esta al  lado de todos los sentenciados y ajusticiados aun en la libertad de sus manos y pies; los sentenciados al indecible e invisible sufrimiento de la enfermedad irreversible o a los deliberadamente ajusticiados por su condición social étnica o de procedencia. Son las sogas que mas le oprimen las muñecas. Las ataduras del alma le consumen, pero no tanto como las nuestras. A su paso habrá quién se lave las manos, pero no se atribulará tanto como Pilato.

Rezan los ecos de la muralla que hay preparadas  nuevas corazas, cascos y espadas para los soldados romanos: hoy bastarán  la elegancia e impronta macarena, el raso como tocado y una llama suspendida y desenvainada. Y se dice que hasta nuevos pebetero de bronce y un aguamanil llenarán de devoción de plata de ley toda el barrio de Macarius, delimitado y edificado sobre la sembrada tierra de la huerta de la Esperanza. Hoy aquél arderá de devoción morada  y éste verterá savia joven y bien enriquecida con que purificar los manantiales de las esencias. El Arco será como siempre, fiel y leal testigo y aduana de su Alianza. Como una Madrugá tan blanca como las plumas. Como una mañana tan verde como el terciopelo. ¡Que poquito queda!

Alberto de Faria Serrano

Foto: Francisco Santiago