Arte Sacro
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Un “Tremendo” error. Francisco Santiago.


 Nuestro querido Ayuntamiento vuelve a confundir churras con merinas, al meter en el mismo saco y con “tolerancia cero” al bar El Tremendo en comparación con la Ley del botellón que, además, la misma manda huevos...

Resulta que un grupo de estudiantes “¿?” deciden cuándo, cómo y dónde se van a reunir para vomitar, mear, dejar basuras, emborracharse protegidos por la policía y ambulancias y, jodiendo literalmente a los vecinos y logran que se cree una ley concretamente dedicada a ellos, que en un futuro no muy lejano, incluso lograrán tener una calle rotulada en su honor.

“Avenida del Botellón”, podría rebautizarse a Reina Mercedes, por ejemplo, y colocar un azulejo conmemorativo que dijera “en el año tal de tal surgieron las primeras concentraciones de estudiantes, botella en mano, que dieron pie al nacimiento de la hoy rememorada ley antibotellón”.

Gracias a este nuevo método de estudios, un bar con más historia que todos nuestros líderes políticos juntos, está cerrado desde el pasado sábado, supuestamente por tener huecos abiertos al exterior y por concentración masiva de clientes en sus inmediaciones.

Yo el mayor espacio de botellón que conozco es uno que ponen en el barrio de Los Remedios en el cual y durante siete días cuando llega el mes de abril, la gente bebe, baila y se divierte sin distinción de edad, sexo o clase.

Los aledaños de los campos de fútbol son igualmente espacios para el botellón cuando hay partidos, como lo son los mítines políticos, los conciertos al aire libre con clara intención electoralista, etc, etc, etc.

No se si el Ayuntamiento y sus ediles han estado alguna vez en El Tremendo, pero yo, que sí que suelo visitarlo sin considerarme parroquiano del sitio, jamás he visto a nadie mear en las inmediaciones, vomitar o cortar el tráfico, entre otras cosas porque la media de edad no está ya en periodo de estudios, más bien son padres de estudiantes los que allí se congregan.

Allí paran cofrades de La Exaltación, Redención o Cristo de Burgos entre otras hermandades, también lo hacemos fotógrafos profesionales y aficionados cuando terminamos nuestra jornada laboral, cohabitan votantes de la izquierda, centro y derecha sin recriminarse en ningún momento ideologías caducas o falta de ideas.

Sí lo que se pretende es evitar el botellón en la calle, cerremos la Feria de Abril, no organicemos conciertos en la Plaza de San Francisco y cercanías al Consistorio, convirtamos Sevilla en una ciudad cerrada, creemos lluvia artificial para impedir que la gente intente refrescarse con una buena cerveza en la mano en los aledaños de un bar y así hasta que, siguiendo lo ilógico, prohibamos las procesiones por no equiparlas a manifestaciones públicas.

¿Que será lo próximo, evitar el olor a boquerones en adobo en la calle Tetuán, controlar el número de personas concentrada en la noche en El Rinconcillo? Yo recuerdo que las amistades foráneas que venían a Sevilla, siempre se maravillaban del ambiente de la calle en cualquier época del año, con sus reuniones de gente a ambos lados de la orilla del Guadalquivir, del tapeo, de las cervecitas en los exteriores de los bares, del pescaito frito o de las tertulias.

Por lo visto esa memoria histórica no interesa, porque el centro está ahora blindado por otra clase social, esa que vota a la izquierda pero que, a su vez, necesita que vuelvan "los grises" para que no se les moleste en sus pisos remozados del centro histórico. Esos mismos que presumen de ateos y llevan a sus hijos a colegios privados con “denominación de origen religiosa” y que, por sus sueldos, no necesitan un colegio concertado y les importa un carajo pues se pueden permitir pagar un colegio interno (como hizo su papa). ¡Como da vueltas la tortilla nacional!

Y mientras yo escribo estas líneas en clara apología del “libre beber con educación y moderación”, la Plaza de España lleva más de dos décadas pudriéndose, el Parque de Maria Luisa siendo el parador nacional de las ratas, los patos del parque de los Principes “muertos de asco”, los monumentos llenos de grafittis o cayéndose ante el olvido...

La Sevilla que inmortalizó David Lean con Laurence de Arabia, George Lucas en La Guerra de las Galaxias, Gutiérrez Aragón, Peyré, Rodríguez Buzón, Machado o el mismísimo Hemingway, poco a poco se va deteriorando hasta lograr que la magia y la alegría que nos caracterizaba, se convierta a diario en un mal recuerdo de un atasco, de un carril bici, de un metrocentro, de unas catenarias que son el nuevo símbolo del día a día de esta ciudad.

De hecho desde aquí animo a Fernando García Haldón a dedicar varios volúmenes de sus Pesadillas a: “Pesadillas de un usuario de TUSSAM”, “Pesadillas de un padre de familia con hipoteca y catastro”, “Pesadillas de un conductor en el Puente del Centenario”, “Pesadillas de un viandante y el carril bici”, “Pesadilla del conductor de María Auxiliadora ante los autobuses de turistas que visitan el Patio Andaluz y colapsan el tráfico”, “Pesadillas de los que cruzan por los pasos de cebra cuando vienen motos”, etcétera.

Fotos: Francisco Santiago.










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