El papel del obispo en la celebración Eucarística II. Jesús Luengo Mena.
Hemos visto en el anterior artículo el recibimiento al obispo y los momentos previos. Ahora analizamos su papel dentro de la celebración eucarística, tanto en los ritos introductorios como en la Liturgia de la palabra.
Se inicia con la procesión de entrada, que da comienzo a una señal del maestro de ceremonias. El orden de la procesión es el mismo que en una Misa solemne. La abre la Cruz patriarcal alzada, cuando preside el obispo titular. Digamos a modo de curiosidad que en la liturgia de la catedral de Sevilla, el crucificado que lleva la Cruz patriarcal mira al obispo si preside el metropolitano. Lo habitual es que mire hacia delante.
Los concelebrantes preceden inmediatamente al obispo, que lleva mitra y báculo en la mano izquierda con la parte redondeada mirando al pueblo y la mano derecha sobre el pecho. Los dos diáconos ayudantes van un poco por detrás del obispo, seguidos del portador del báculo y el de la mitra.
Al llegar al presbiterio, el obispo entrega el báculo al diácono ayudante, situado a su izquierda el cual a su vez se lo entrega al acólito adecuado. El obispo se inclina hacia adelante y el primer diácono ayudante que se encuentra a su derecha (o el maestro de ceremonias) le quita la mitra y se la entrega al portador de la mitra. Todos hacen una reverencia profunda al altar o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio.
Solamente el obispo y los diáconos besan el altar. Luego, el obispo inciensa el altar como de costumbre. El primer diácono ayudante toma el incensario y lo entrega al obispo. Una vez acabada la incensación, el obispo entrega el incensario al diácono que, a su vez, lo da al turiferario. Los diáconos ayudantes (o los concelebrantes) avanzan a ambos lados del obispo durante la incensación; también cuando, al acabar, el obispo se dirige a la cátedra.
El obispo puede entonar como saludo: «La paz esté con vosotros». En los domingos, la bendición y la aspersión del agua bendita puede sustituir al rito penitencial.
En cuanto a los sitios a ocupar, los diáconos ayudantes (o los dos concelebrantes) ocupan los asientos situados a ambos lados de la cátedra del obispo. Al diácono de la Misa se le asigna un lugar distinto, nunca entre los concelebrantes. La Misa solemne continúa como de costumbre.
Tras la oración colecta el obispo se sienta y el segundo diácono o el maestro de ceremonias le pone la mitra. La mitra se le pone situándose de cara al obispo y, sosteniéndola con ambas manos, con las ínfulas sostenidas por los dedos, con cuidado de no descolocar el solideo.
El incienso se prepara, como es costumbre, antes del Evangelio. El primer diácono ayudante (a la derecha del obispo) se encarga de la naveta y de la cucharilla. El diácono de la Misa (o diácono de la Palabra) se acerca para recibir la bendición. Un concelebrante que actuase como diácono también se acercaría a recibir la bendición del obispo. El segundo diácono ayudante le quita la mitra al obispo que se levanta cuando el diácono de la Misa lleva el Evangeliario al ambón.
El acólito trae el báculo. En el momento en que el diácono anuncie el Evangelio, el segundo diácono ayudante entrega el báculo al obispo que puede sostenerlo con ambas manos. Al terminar la proclamación del Evangelio, el obispo entrega de nuevo el báculo. El diácono que ha leído el Evangelio debe llevar el Evangeliario abierto al obispo para que bese el texto. El obispo puede bendecir al pueblo con el Evangelario. Después, el diácono se lo lleva al ambón.
El obispo se sienta para pronunciar la homilía. El diácono encargado o ayudante le pone la mitra. El obispo puede predicar de pie o sentado, desde la cátedra o en el ambón. Puede sostener el báculo con la mano izquierda, si lo ve oportuno. Al terminar la homilía se le quita la mitra para entonar el Credo. Después preside la Oración de los fieles y al finalizar se sienta y recibe de nuevo la mitra, para dar comienzo a la liturgia eucarística, que veremos en otro artículo.
Foto: Francisco Santiago