Zaguán sacramentado. Alberto de Faria Serrano.

Implorante, con la mirada perdida en el dictado de la Misión del Padre, “Jesús sufre y muere por amor”. Da un sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y hecho propio, como los hermanos de las Penas de Triana bien saben. Es el sufrimiento adquirido y experimentado en la dureza de las pruebas físicas y morales que a diario nos vemos inmersos.
La Sangre que se desprende cadenciosamente por su divino rostro, se densifica por el sufrimiento, como dijo el Pontífice aquel día, de quiénes se empeñan cada día por dar sentido, respuesta o aliviar las penas y dolores de todos nosotros, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres, operadores sanitarios, sacerdotes, religiosos, científicos, voluntarios y otros”.
Hoy la recoleta capilla es la morada sacramentada de su dolor. Sus penas las hacemos nuestras porque allí depositamos por entero nuestras promesas y anhelos. Los próximos y los lejanos. Los asumibles y los imposibles. Hoy su besapié es la reliquia anual que se imprime a fuego en la memoria. Como la de la semana que viene en la que tu camino se guiará por las señas reconfortantes de la Estrella de las estrellas. Del zaguán trianero de las alboradas, saldrás replet@ y enaltecid@. No faltes.
Foto: Juan Alberto García Acevedo.