Arte Sacro
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Afán de Rivera. Álvaro Pastor Torres.


 En corto, por derecho y rápido, como un volapié de manual, más que todo para desfacer entuertos e interpretaciones malintencionadas y torticeras en una ciudad que disfruta como pocas con ellas: el cardenal Amigo se merece una calle en Sevilla. ¿Dónde hay que firmar, Víctor García-Rayo? Más claro, agua, preferentemente del grifo, pues la embotellada de EMASESA sale un pelín cara, y además no me termina de convencer beber un líquido -que por naturaleza es insípido- al que le han añadido un sabor a azahar, eso mejor lo dejo para futuribles pregoneros de Semana Santa que se van a enguachinar intentando conseguir inspiración para rimar pena, Macarena y morena. (Inciso gastronómico: tampoco me gusta el romero como condimento alimentario, pues cuando lo tomo tengo la horrible sensación de estar chupando el sueño en la mañana única del Corpus).

Otros purpurados que ocuparon la silla de San Isidoro e hicieron mucho menos (bueno, regular y malo) que el cuasidimisionario cardenal Amigo aún conservan por las esquinas su rótulo blanquinegro en cerámica cartujana o trianera. Ilundain, por ejemplo, que a pesar de todo lo que maquinó para cargarse la Semana Santa de Sevilla - Amigo, también- da nombre a una calle junto a “La Residencia”. O Rodrigo de Castro, cuyos ascensos en el escalafón eclesiástico fueron parejos a traiciones y puñaladas traperas (sobre todo al desdichado y perseguido arzobispo Carranza) y aún así se le recuerda en Ciudad Jardín. Pues a pesar de su fama de duro, y su larga carrera de inquisidor, no pudo meter en cintura al altivo, peculiar y descarriado clero hispalense de la época; Amigo, tampoco.

Hasta se recuerda en el callejero de Nervión al catalán Lluch, que llegó a Sevilla por sorpresa -como Amigo- y se trajo consigo un secretario particular que era para echarle de comer aparte.

Lo que no comparto en absoluto es la idea del alcalde de desnudar a un santo para vestir a otro (escribo en lenguaje semimetafórico, claro, pues Juan, el hijo de Per Afán de Ribera alcanzó la santidad tras pasar por el arzobispado de Valencia y el patriarcado latino de Antioquía). Llevo dos décadas clamando, y hasta gimiendo en este estéril y desértico valle de los cambios de nomenclátor, contra la práctica de marear más la perdiz del callejero, y no me valen excepciones, por mucha púrpura, actualidad y oportunismo que estas tengan. En los últimos 27 años se han abierto en Sevilla calles de entidad para haberle dedicado una al cardenal Amigo, como se hizo con su antecesor, Bueno Monreal.

A calles nuevas, nombres nuevos; el resto, como en el chiste de Fátima: que se queden como estaban.

Nota: Artículo publicado en la edición del Mundo de Andalucía del día 22 de agosto.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.









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