Arte Sacro
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Has llegado el primero. Francisco Javier Segura Márquez


 Y no has querido avisarnos; has visto que era el momento y te has marchado. Otra vez, como me pasó con Maruja, que fuera sacristana de la Pastora, se ha ido alguien de este mundo sin que me diera tiempo a cumplir mi tarea pendiente. Decirlo ahora parece increíble, a pesar de la enfermedad que estaba atravesando y de su debilidad física. Pero es verdad: Pedro Maestre Arroyo nos ha dejado corporalmente para siempre, ha llegado el primero de nosotros a ese compromiso final con el Señor.

Quizá para el conjunto de cofrades de nuestra ciudad ese nombre no les diga mucho. Pero yo quiero escribirlo con letras azules (de oro a él no le habrían gustado) en la historia grande de las hermandades de Sevilla. Pedro Maestre no estaba vinculado a ninguna otra hermandad aquí; él sí que era, totalmente y sin reservas, solamente Araceli. Era Araceli porque a la sombra de su manto protector nació en la Lucena del primer tercio de siglo, era Araceli porque en su juventud tuvo la suerte de contemplar la coronación canónica de la Patrona del Campo Andaluz en 1948, era Araceli porque vivió inundado de ese nombre y en ese nombre ha descansado para siempre.

Pedro Maestre, veterinario de vocación, que llegó a los más altos foros en su profesión de cuidar a las criaturas que Dios ha puesto a nuestro servicio, que ha fallecido siendo Vicepresidente de la Real Academia Sevillana de Ciencias Veterinarias, vivió también toda su vida dedicado a difundir el nombre y la devoción de su patrona allá por donde fuera; lo que nunca se imaginaba es que, desde su inexperiencia cofrade en estos aspectos, le tocaría tomar el rumbo de una corporación que corría el riesgo de extinguirse. Atendió a los ruegos de Araceli Escudero –ya están los dos en la Sierra de Aras más alta que existe- y se encargó de dar Reglas a la Hermandad, de captar nuevos hermanos, de dirigir sus primeros pasos mientras las obras de San Andrés hacían vacilar sobre el lugar donde la Hermandad había de asentarse. Fue el primer Hermano Mayor tras la reorganización de 1989, se mantuvo dos mandatos en su cargo e inició el camino al que hemos llegado los más jóvenes tras el mandato de su hermana Elisa Maestre. Pedro sembró lo que nosotros ahora estamos recogiendo, y aunque me duele pensar que algunas veces no hemos sido capaces de entendernos, me consuela saber que comprendía que todo el esfuerzo que realizamos por la Hermandad había comenzado a dar su fruto en estos años de intensa actividad en la que colaboraba lo mejor que sabía.

Y ahora, cuando están a la vuelta de la esquina las elecciones de la Hermandad, cuando pensábamos que era el momento de reconocer tanto esfuerzo y tanto mérito a cargo de nuestra corporación, nos ha dejado, porque Jesús Nazareno lo ha llamado para aviar la cuadrilla de santeros que le acompaña en el cielo eternamente. Ha sido un momento de verdadera frustración, de pensar que habíamos perdido el tiempo, que no habíamos hecho todo lo que su labor merecía. Nos ha pillado a los jóvenes en San Andrés, cerca de esa Virgen a la que amó y quiso desde el principio. Hemos rezado una Salve por él y hemos meditado las palabras del apóstol San Pablo: “El último enemigo aniquilado será la muerte”. Pero antes, antes de que la muerte sea vencida, nos seguirá arrebatando personas como Pedro Maestre. Su gesto adusto, serio, sus afirmaciones secas, que significaban tanto para nosotros… ya no volverán. Sólo nos quedará su recuerdo, la historia que nuestra Hermandad ha escrito a través de su trabajo. La sonrisa de su respuesta: “¿Cómo estás Pedro? Bien, ahí vamos”. Ya no volveremos a escucharla. Para él la caridad fue lo primero, antes que el lujo y el protocolo. Y nos enseñó a valorar ese esfuerzo. ¡Qué triste oficio el de Secretario! Ahora me toca dar fe, dejar constancia ante todos, que el lucentino Pedro Maestre Arroyo, Mayordomo de nuestra Hermandad, Hermano Mayor y Secretario que fuera de la misma tantas otras veces, ha fallecido el día 24 de Enero, mientras la Iglesia invocaba a la Virgen de la Paz. Paz pedimos para él, paz eterna en el Araceli de sus sueños. Hasta siempre, Pedro.

Foto: Francisco Santiago.









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