La Virgen de la Palma es la decimosegunda dolorosa coronada canónicamente. Terra actualidad.
Ayer se culminó el sueño de una hermandad, la del Buen Fin, después de unos meses de intenso trabajo. A mediodía de ayer, el cardenal arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo Vallejo, presidió el Pontifical de Coronación de esta dolorosa del Miércoles Santo, que fue trasladada a la Catedral el pasado domingo y que esta tarde ha regresado, ya coronada, a su sede canónica.
La coronación ha tenido lugar, como viene siendo habitual en las anteriores que se han celebrado en el Templo Metropolitano, en el altar de Laureano de Pina o altar del Jubileo. A diferencia de otras, la Virgen de la Palma no estaba en su paso de palio sino sobre una peana de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, cedida por la Hermandad del Gran Poder. Tras la imagen se había colocado una doble escalinata por la que subió el prelado hispalense para imponerle la presea.
La Hermandad del Buen Fin sabedora del protagonismo que tienen que tener los niños del Centro de Estimulación Precoz «Cristo del Buen Fin», la gran obra social que realiza desde hace casi un cuarto de siglo esta corporación los ha convertido conjuntamente con la comunidad Franciscana, en los padrinos de la coronación.
Dos niños del Centro de Estimulación Precoz y dos frailes franciscanos, portaron la corona, sobre unas andas, en la procesión de entrada del Pontifical. Las lecturas estuvieron a cargo de otros dos franciscanos, mientras que chavales del Centro de Estimulación fueron los encargados de hacer la oración de los fieles y leer en el ofertorio.
Por lo que respecta al altar de Coronación, y siguiendo las directrices marcadas por el Cabildo Catedral, el exorno fue sencillo, conformado por una serie de cirios y mazos de flores, de tal manera que la Virgen de la Palma quedaba ubicada en el centro del altar, donde indefectiblemente se dirigían todas las miradas.
El momento de la coronación llegó tras la homilía del cardenal arzobispo y el rezo del Credo. Tras la oración de acción de gracias e invocación, el prelado hispalense roció con agua bendita la presea y, acto seguido, la colocó sobre las sienes de la imagen de Nuestra Señora de la Palma.
Durante toda la ceremonia se pudo escuchar a la Coral de la Catedral, estando al órgano el canónico José Enrique Ayarra Jarné.
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