Opinión. ¡Nos hemos vuelto locos! El Diputado de Cruces.
Mi primera intención era titular estas líneas con las mismas palabras, pero entre interrogantes. Sin embargo, la pregunta está respondida: sí, nos hemos vuelto locos. Y es que este asunto del Vía Crucis con motivo del Año de la Fe se ha desmadrado totalmente. En primer lugar, la idea de partida. No sé a quién o quiénes se le habrá ocurrido, pero es un uso claro de las imágenes titulares de nuestras hermandades para conseguir un acto multitudinario, que sin ellas piensan que no lo sería tal. No entiendo tanto miedo. Los actos del pasado fin de semana con la Muestra de la Fe en la Plaza de San Francisco y sus alrededores demostraron que hay mucha gente en Sevilla que acude a enseñar su fe sin necesidad de la presencia de imágenes del alto tirón devocional. Porque siempre nos quedará la duda si la multitud va al acto para rezar el Vía Crucis o para ver las imágenes. Muy malo será que mientras se desarrolla el culto, los bares de los alrededores estén llenos y luego no se pueda andar en los traslados.
Por supuesto que las hermandades (de penitencia, de gloria y sacramentales) deben participar en el Año de la Fe. Claro que sí. Pero para ello tienen la posibilidad de hacer todavía mejores y más solemnes sus cultos internos y externos, sus procesiones, el Vía Crucis del primer lunes de Cuaresma, al que este año, como novedad, podría asistir el Arzobispo, el traslado de una imagen para presidir el Pregón de las Glorias y los que se ocurran. Por cierto, parece que el citado pregón lo va a presidir este año la Virgen de los Reyes, con lo que, al igual que sucederá con el Vía Crucis de la hermandades, se anula el traslado de una imagen a la Catedral. No estoy de acuerdo. La Patrona tiene su día y, desde luego, puede salir en procesión extraordinaria (o como quiera llamarse a la salida) todas las veces que el Cabildo Catedral, el Arzobispo o quien pueda decidirlo lo haga, pero si se quiere organizar algo especial que Ella presida, el 15 de agosto es una muy buena fecha (por ejemplo, ampliando de manera extraordinaria la procesión), sin necesidad de afectar siempre a las hermandades.
Lo de usar los pasos para llevar las imágenes roza ya lo escandaloso. Pasos en la calle fuera de sus fechas, cuando se están restringiendo las salidas extraordinarias de los mismos (no para todas las hermandades, claro) es algo que resulta incoherente. Los Vía Crucis, en Sevilla, se hacen en andas o, desde luego, sin figuras secundarias. Y, sobre todo, cuando parece que se va a organizar así por razones económicas, para descargar en las hermandades gran parte de los gastos (flores, cera y demás). Dicho sea de paso, en estos tiempos de crisis, un dispendio como este acto no parece de recibo. Si queremos pasos para el Año de la Fe, organícese un Santo Entierro Magno y desengáñense, haya o no Santo Entierro Magno, las personas que quieran asistir a la Vigilia Pascual lo van a hacer y los que no, no. Decir lo contrario es negarse a reconocer la realidad de nuestra ciudad.
Pero lo de la elección de las imágenes ya ha sido el remate de la locura, algo propio de lo que está ocurriendo en un Consejo General que ha perdido el norte, las formas, el fondo y todo lo que se puede perder, incluyendo la dignidad (hablo de la institución, quede claro, no de ninguna persona concreta de las que lo forman; cada una de ellas hágase responsable de sus actos). Por un lado, el alto tirón devocional compensado con un reparto equitativo entre los días o entre las diferentes presiones recibidas. Es algo imposible. Dos cosas tan radicalmente opuestas no pueden combinarse. Si hablamos de alto tirón devocional, las hermandades de la Macarena o de la Esperanza de Triana, entre otras, no pueden quedarse fuera, frente a algunas de las que han entrado (conste que a este diputado, lo del alto tirón devocional, le parece un disparate, solo enfocado a conseguir multitudes, tengan fe o no; para mí, todas las hermandades y sus titulares son igualmente dignos para participar en este acto). Por otro lado, se nos dice que se van a elegir pasajes que representen fielmente las estaciones del Vía Crucis de Juan Pablo II, lo cual sirve para justificar ciertas opciones, pero luego las cosas no se hacen así. ¿Va a ir el Cirineo de Pasión? ¿Por qué para la estación del Encuentro con las Mujeres no va ninguno de los pasos que en Sevilla representan dicho pasaje, o sea, el de Nuestro Padre Jesús con La Cruz al Hombro o el del Santo Cristo de la Misión? No son las únicas elecciones que chocan, pero bueno.... Finalmente, parece que también se ha usado la elección para reparar ciertos agravios o desgracias pasadas por la lluvia. Y se ha hablado de castigos, premios y pedagogía. Demencial.
Hay más cosas. Por ejemplo, ¿por qué en la tierra de María Santísima se deniega un colofón mariano para el Vía Crucis, como ocurrió con el de la JMJ presidido por el Papa Benedicto (sí, ya sé que la Virgen de los Remedios va a estar en el acto formando parte del misterio de las Siete Palabras, pero no me refiero a eso)? O, ¿por qué no se ha querido tener en cuenta que el mismo Juan Pablo II en alguna ocasión añadió una decimoquinta estación, la Resurrección, como culminación de la Pasión y que es auténtico faro de nuestra fe? En fin, para qué seguir.
Sólo queda pedir que se recupere la cordura. Por favor, desde Palacio, desde el Consejo (difícil), desde las propias hermandades o desde donde sea, recapacítese y evítennos esta locura. Si se quiere organizar un Vía Crucis diocesano con motivo del Año de la Fe, es buena idea y para ello tenemos una hermosa catedral y muchas imágenes de enorme valor devocional y material, no titulares de hermandad, para presidirlo. Que no va tanta gente, no importa. Participarán los que quieran y será muy auténtico. Pero a las hermandades, repito, por favor, manténganos al margen de estos espectáculos que no nos hacen ningún bien, que ya nos pintamos solos para meter la pata. Nosotros demostramos nuestra fe cada día del año, aunque la forma en que lo hacemos no les guste a algunos. Pero lo hacemos y nos merecemos que se nos apoye, no que nos usen como folklórico banderín de enganche.
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