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Opinión. Torreblanca. El Diputado de Cruces


Voy a ir directo al grano. Creo que la hermandad de Torreblanca se equivocó rotundamente en la mañana del domingo en que se celebró el Vía Crucis del Año de la Fe al sacar su paso a la plazuela de Santa Marina. Para rezar una oración delante del mismo, se podría haber hecho en el interior del templo. Según nos dijo su hermano mayor, se iba a dar testimonio (supongo que quería decir de fe). ¿Para dar ese testimonio era necesario sacar el paso a la calle? ¿No bastaba la iglesia llena?

Se nos ha dicho que otras hermandades, digamos "de las que sí existen", han hecho cosas peores en circunstancias también peores. De acuerdo, pero eso no son más que excusas. Que otros no hagan bien las cosas no nos debe servir de justificación a nosotros para hacer lo mismo. También se nos ha dicho que con la salida no se hacía daño a nadie. Aquí no estoy de acuerdo. Se ha hecho daño a la propia hermandad, pues ha parecido que era imprescindible mover el paso, que no se podía pasar sin ello. Y, lo peor, es que dos y tres semanas después, ya tranquilos y, supongo, después de haber reflexionado, se sigue insistiendo en el error. También se ha hecho daño a la ya muy maltrecha imagen general y no me refiero sólo al incumplimiento de un acuerdo insolidario que no debió nunca de tomarse y menos, de aceptarse.

A este diputado, todo este asunto le duele de manera especial. Para mí, Torreblanca siempre ha existido. He ido todos los Sábados de Pasión al barrio, incluso antes de que salieran nazarenos, a ver la cofradía y compartir muy buenos momentos con gente buena,  he visitado la Parroquia muchos Primeros Viernes de Marzo y muchos 15 de septiembre, para participar en los cultos, he acompañado al Santísimo y a San Antonio y tengo muy buenos amigos allí. Conozco la hermandad, sus esfuerzos y sus desvelos y la enorme labor que hace en el barrio. Por ello, se hace necesario dar una explicación, al menos desde mi punto de vista, de lo ocurrido el domingo del Vía Crucis del Año de la Fe.

Se nos dijo repetidamente (y sé que es absolutamente verdad) que, para Torreblanca, para el barrio, el haber sido elegida su hermandad para participar en el Vía Crucis era un sueño, que se culminaría con la entrada del Señor Cautivo en la Catedral. Y tal fue así que el no poder hacerlo (por una lluvia escasa que era perfectamente asumible para ellos) provocó una frustración tan importante en el seno de la corporación, algo casi rayano en la desesperación, que hizo que se perdieran los papeles.

Y, ¿por qué? Creo que lo he escrito varias veces. La Semana Santa, además de muchas otras cosas, todas con la importancia que cada uno le quiera dar, es, aunque los de siempre no quieran reconocerlo, un elemento integrador de las gentes y barrios de Sevilla en su ciudad.  Yo pienso que la forma que, con el discurrir los siglos, han tomado las salidas procesionales de nuestras hermandades de penitencia, hacer estación en el interior de la Catedral metropolitana, no es una casualidad. ¿Por qué las hermandades de Triana enfrentaron los enormes riesgos de cruzar el puente de barcas y abandonar la seguridad de su lado del río, para  venir al  centro? ¿Han visto a las riadas de gentes del Polígono, del Cerro, de Santa Genoveva, de…., niños y mayores, caminar al lado de su cofradía, vistiendo sus mejores galas,  llenando con su presencia las grandes avenidas que confluyen en el centro? ¿Han visto sus caras de satisfacción y orgullo cuando entran en el casco histórico, presentándose con algo de lo mejor que tienen, su hermandad? Insisto, ¿por qué todo eso? ¿Realmente les merecen la pena esos recorridos kilométricos, tantas horas de camino, para “sólo” llegar a la Catedral? Pues claro que sí, porque es algo más que eso. Es hacer lo mismo que se lleva haciendo en nuestra ciudad más de seiscientos años, es compartir, integrarse, saberse parte de la misma (algo parecido ocurre en Navidad y Reyes a niveles más individuales), para gentes que, en muchas ocasiones, se sienten (y no siempre sin razón) tratadas de forma diferente, ninguneadas, en barrios con muchos problemas, a los que se dedican no demasiados recursos  y de los que algunos sólo se acuerdan en campaña electoral, otros sólo los recuerdan en Semana Santa al leer los programas y bastantes ni siquiera saben que forman parte de Sevilla.

Y, además, Torreblanca está demasiado lejos del centro, más que algunas localidades cercanas. Por eso, se puede comprender la importancia que adquirió para ellos su participación en el Vía Crucis del Año de la Fe. Un día único para hacer lo que todos los demás hacemos cada año. Y cuando por la mala suerte, la insolidaridad, el desconocimiento, la ineficacia, la falta de liderazgo y que lo que no puede ser no puede ser, todo junto, la cosa se fastidió, pues, pasó lo que pasó. Y si, además, se escucha a tanto personaje de este mundillo repetir eso de “¡pobres, para una vez que pueden venir a Sevilla…!”. ¿Venir a Sevilla? ¿Ellos? Si no tiene que hacerlo, ¡son de Sevilla!

Por eso y partiendo del hecho que pienso que sacar el paso a la calle fue un error, posiblemente fruto de la inexperiencia y provocado por la frustración, me parece injusto cómo se han cargado las tintas contra la hermandad y su hermano mayor. Y espero que lo acontecido haga reflexionar a tanto ortodoxo para los que las hermandades de víspera (y algunas más) ni existen ni merecen siquiera una línea en un pregón, a tanto inmovilista que defiende que ya no cabe nadie más para ir a la Catedral (pues cámbiese el modelo, si hace falta) e, incluso, a tanto fundamentalista que propugna que estas hermandades debían salir por sus barrios en los días de Semana Santa, como si no fueran de Sevilla, sino de cualquier otra localidad (y así, de paso, poder olvidarse ya totalmente de ellas).

Pero me temo que no será así.

diputadocruces@yahoo.es

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