Martes Santo en la distancia

M.P. Pino Tagua.  Puede que no sea el mejor momento para escribir, cuando las lágrimas caen por las mejillas no se cuenta con la concentración necesaria pero...

En un lugar en el que nadie puede entenderme, viendo y escuchando a través de internet mi mundo, el tesoro cultural que he dejado temporalmente en Sevilla... hoy, más que nunca, lo siento muchísimo. No quiere decir que me arrepienta de mis decisiones, ya decía yo que un año se pasa como sea, pero no se pasa como sea, se llora y mucho, duele el alma al aproximarse la hora tan esperada otros años, las cuatro de la tarde de un martes de primavera; ese martes que reune a tantas familias que, como la mía, vuelve a su barrio de antaño, ese barrio que ya ni existe siquiera, alrededor de ese puente que no está pero todos sentimos en la Calzá.

Mi penitencia este año es no estar bajo sus miradas, ni haber podido preparar esta semana, ni haber disfrutado junto a mi gente con esa espera de ilusión que ni la lluvia puede arrancar. Quizás yo debería estar vistiendo esa capa blanca como la nieve, almidoná', dirigiéndome hacia la Calle Oriente, saludando a familiares y amigos y entrando en mi sede, entrar y oler esos jacintos que lleva hoy mi Palomita y quedarme quieta, inmóvil, mirando al Señor de la Presentación, y sentir cómo se para el tiempo al mirar la sangre que cae por el torso de ese Cristo tan dulce.

A las 16h30 puede que no esté allí físicamente, pero mi alma no se va a mover de la Calle Oriente, sólo me queda esperar que el año que viene disfrutar doblemente, aprovecharé mucho más cada momento que pueda pasar donde este año no he podido.

Y por último, hermanos, no os preocupéis por las nubes y las amenazas de lluvia, hoy es un día importante pero no deja de ser un día más en el que disfrutar de nuestra hermandad. La esperanza no se puede perder.

Una "pilatera" estará rezando desde París, a 1700km, para que hoy sea posible llegar a la Catedral y que los sevillanos disfruten de su Martes Santo.