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Opinión. El Pregón. Manuel García Félix.


Cada cofrade tiene su propio pregón. Esto es un dicho que se repite en la jerga, una frase hecha que se comenta en las tertulias, si queréis un tópico manido, pero creo que es verdad. Esto está relacionado con la forma de vivir y de entender la Semana Santa en todos y en sus variados aspectos, y con las emociones que uno ya tenga acumuladas en su vida, cosa muy directamente proporcional a los años de existencia.

Yo respeto mucho al que se sube a un atril y deshilacha su espíritu de cristiano y de cofrade a través de su oratoria. Es una labor con un mérito inconmensurable, sobre todo, en unos tiempos en los que alzar la voz en favor de lo religioso es sinónimo de caduco o de retrógrado. El decir públicamente que tu vida está cimentada sobre la base de la fe y vive adoptando como camino de salvación el valor sagrado de nuestras imágenes, son afirmaciones no entendibles por muchos y menos aceptadas por otros.

Con esto quiero llegar a lo que se ha dado en llamar un modelo renovado del Pregón. El de este año en el teatro de la Maestranza ha pasado por ser un texto moderno y fresco además de poseer una dicción elocuente y con un alto contenido de lenguaje no verbal. Francisco Javier Segura ha demostrado ser un erudito cofrade lleno de una alborozada ilusión por expresar todo lo que sabe y siente sobre la Semana Santa. Doy fe, porque estuve presente en el espacio escénico, que hubo momentos vibrantes de verdadera emoción y otros con ciertas notas simpáticas que, para nada, están mal.

Pero dicho esto, hay que cuestionarse ¿Es este un modelo distinto y renovado de Pregón? ¿Va a marcar un nuevo estilo? ¿Será el espejo en el que a partir de ahora se mirarán otros pregoneros? Sinceramente creo que no. Esta pieza literaria ha sido el reflejo de si mismo, un trasunto de su vida, un sentimiento desbordado por su alma que lo ha llevado a retratarse, como él decía. En definitiva, un cofrade en estado puro, una persona en su esencia y un cristiano en su tendencia de vida. Pero sólo la Semana Santa que lleva en su corazón, nada menos que su forma de vivirla pero nada más que su propio Pregón.

¿Renovar qué es? ¿Cambiarlo de sitio? ¿Sustituir a los más viejos por los más jóvenes? ¿Variar el tema que se exalta? O por el contrario ¿Restaurar la forma de decirlo? Todas estas preguntas están ahí en el aire y a buen seguro no tienen una fácil respuesta porque la realidad estriba verdaderamente en saber a donde se quiere llegar con este acto del domingo de pasión. Yo, que me considero un poco conservador en la estructura orgánica del acto y del texto en si, considero que más que una renovación se necesita una innovación, que va más por la perfección literaria de los textos, una mayor capacidad creativa, un mejoramiento de la puesta en escena que deja siempre al público que te escucha en vilo y un encorsetamiento temporal que no lleve al vocero a estar más de dos horas en el atril.

Opino que por ahí debe de andar el asunto, porque por lo demás, siempre estaremos frente a la forma de ver y de sentir las cofradías desde un punto de vista y eso es poco dado a una norma o a un modelo. Por lo tanto me vale tanto el pregón de Joaquín Romero Murube como el de Eduardo del Rey, el de Rodríguez Buzón como el de Joaquín Caro Romero, el de Juan Delgado Alba como el de Juan Carlos Heras. Y tantos y tantos otros que dejaron escritas en la terrible blancura de unos folios todo el amor que sentían por la Semana Santa pero a su forma y a su modo.

Por eso cada cofrade tiene su propio pregón y lo de ser viejo o nuevo, caduco o moderno y trasnochado o renovado forma parte de la subjetividad de un comentario en concreto, sí se podrá decir algo sobre lo bueno o lo malo de sus recursos estilísticos, de la forma de decirlo o de su comunicación gestual, pero solo eso.










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