El despojo del invierno. Diego J. Geniz
Arde la cera cuando marzo presenta sus credenciales. Chisporroteos humeantes en tardes con epílogos alargados. El invierno se ha despojado ya de su primera capa. Empieza a desnudarse esta estación de días grises y pucheros. La plaza es un revuelo de griterío infantil. Alboroto de niños que demoran la vuelta a casa. Mientras haya sol, hay juego bajo los álgidos plataneros.
En la esquina, un bar anuncia que se pueden degustar torrijas. El aire trae aromas de miel. Y de café. El cuadro se va componiendo. Alcanzando la perfección idealizada con la que sueñas siempre que el tiempo comienza a cumplirse. Dentro de la parroquia, otro sueño se alza frente a ti.
Arquitectura efímera de siglos eternos. Eco de pasos sobre el suelo que aún cobija los últimos fríos. Todo sigue igual, siendo distinto. Hasta esta sensación que te embriaga los adentros. La Soledad es un estado del alma. Único. Por muchas cuaresmas vividas, nunca cambia. Cambiamos nosotros.
Fotos: Sebas Gallardo