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Provincia. Viernes Santo recuperado en Cantillana


Hdad. de la Soledad. Pasará a la historia el Viernes Santo de 2016, por la recuperación en la procesión de la Hermandad de la Soledad de Cantillana, de su carácter de Santo Entierro oficial como es habitual en la mayoría de ciudades y pueblos de España, con más motivo aun en Cantillana al tratarse también de la procesión de la Patrona, por cuyos motivos la hacen comparable a procesiones generales como la del Corpus Christi. Se recuperaba así también la esencia misma fundacional de la cofradía que nació a finales del siglo XVI como cofradía penitencial del Santo Entierro, con la finalidad de representar el descendimiento de la cruz del Señor en la tarde del Viernes Santo, introducción en el sepulcro y conmemoración de su Entierro.

Para ello, la Hermandad ha vuelto a sacar a la calle la preciosa urna de estilo rocalla, totalmente restaurada junto con la imagen del Santo Cristo del Sepulcro, igualmente recuperado, formando un conjunto que ha causado gran expectación en el pueblo y la unánime aprobación de los hermanos y cantillaneros en general. 

El Paso del Sepulcro fue portado por una cuadrilla de hermanos costaleros y acompañado por un trio de música de capilla; el exorno floral consistía en una variedad de rosas, astroemelias, statice y lirios, predominando los tonos morados.

Junto al Señor en el Sepulcro, la cofradía recuperó la disposición tradicional del Paso del Calvario con la Santa Cruz con sudario y escaleras, escoltada por las figuras de los dos “apóstoles” del madero, San Juan y Santa María Magdalena.

Después de veinticinco años volvía a salir el monte o Calvario tallado en madera que sirve de peana a la cruz, una obra, probablemente de 1583 que aparece recogido en el contrato de ejecución de las imágenes y enseres de la cofradía por el escultor Juan de Santamaría, en su momento fundacional.

Para ello se ha remodelado con un acertado criterio el anterior paso de misterio que se ha venido utilizando desde 1990 hasta el pasado año, recortándolo en tamaño, mostrando una fase más del dorado en oro fino de parte de su ornamentación en talla, y con los fondos imitando mármoles, así como una filacteria con antífonas alusivas a la adoración a la Cruz, propias de la liturgia del Viernes Santo.

Este encantador conjunto iba portado también por una cuadrilla de costaleros y acompañado igualmente por música de capilla. El exorno floral estaba compuesto calas, statice, rosas, matiolas y limonium, cardos, hiedras y espinos; así mismo llamó la atención el rico sudario de encaje que pendía de la cruz.

Estas históricas recuperaciones se completaron con la recuperación también, de un concepto de la cofradía y procesión, mucho más solemne y complejo, pues como es habitual en estos casos, la hermandad convocó a participar en este solemne y Santo Entierro a todas las autoridades, instituciones, hermandades y demás fuerzas vivas de la comunidad parroquial y del propio pueblo; así mismo se introdujeron en el cortejo elementos alegóricos como la Santa Mujer Verónica con la Santa Faz del Señor, y las alegorías de las tres virtudes teologales: la Fe, la Esperanza y la Caridad, encarnadas por cuatro hermanas.

A las siete en punto de la tarde, se abrían las puertas de la Ermita de la Soledad y se iniciaba esta histórica procesión, principiándola la hermosa manguilla con la cruz de espejos de estilo rocallas.

Antecediéndola también se recuperó la figura del muñidor de luto, un niño con su indumentaria de época compuesta por zapatos de charol con hebillas, medias, calzas, jubón, muceta con el escudo de la cofradía y bonete todo de color negro, indumentaria inspirada en la de estos menesteres a finales del siglo XVII, fecha de la campanilla de plata que portaba, que es uno de los enseres más antiguos de la cofradía, fechada en 1696.

El Paso del Sepulcro, acompañado por una capilla musical y escoltado por cuatro hermanos portando faroles, aparecía por las puertas de la Ermita ante la admiración de todo un pueblo que llevaba años reivindicando el regreso de este paso. La urna volvía a portar al titular de la cofradía luciendo el sudario bordado con atributos pasionistas y las potencias de plata del siglo XVIII.

Tras el Sepulcro, el palio negro de respeto portado por los hermanos mayores de las demás hermandades de penitencia y el presidente del grupo parroquial de la Sagrada Entrada en Jerusalén.

Continuaba un convite de representaciones de distintos estamentos e instituciones de la Villa portando cera blanca y con trajes oscuros y corbatas negras, iniciándolo los hermanos mayores de las tres hermandades de Gloria, a continuación representantes de las distintas pastorales de la Parroquia: Catequesis, Pastoral de enfermos, Caritas Parroquial, Adoración Nocturna etc.

Posteriormente se incorporaba la Corporación Municipal en pleno, encabezada por la bandera de la Villa, portada por el concejal más joven, y cerrada por las primeras autoridades, Alcaldesa, Juez de Paz, Comandante de Puesto de la Guardia Civil y jefe de la Policía Local.

Cerrando el cortejo, como siempre, la augusta y excelsa Patrona de Cantillana en su portentoso Paso de Palio, precedida de cuatro acólitos con dalmáticas negras portando ciriales, y acólitos turiferarios. A los sones del Himno Nacional e iluminada por los últimos rayos del sol, la Virgen fue recibida por el aplauso de su pueblo, que seguidamente cantó al unisonó la marcha María Soledad de Gabriel Ríos Amores.

La Virgen de la Soledad se mostraba ataviada con la saya tradicional del Viernes Santo, bordada en oro a finales del siglo XIX, la media luna de plata del siglo XVIII, la magnífica corona decimonónica de plata dorada de M. Palomino, y el tocado de encaje francés sobre el que lucía el puñal de plata enriquecido con broches y varias joyas de las más destacadas de su ajuar.

El manto juanmanuelino, la mayor joya de bordado de Cantillana, con un incuestionable valor histórico artístico y sentimental cubría a la Santísima Virgen como viene haciendo desde 1930. El paso lució un bellísimo exorno floral compuesto por rosas de Ecuador, de color blanco.

La Banda de Música Nuestra Señora de la Soledad, acompañó durante todo el recorrido a la Virgen, que bajó la avenida que lleva su nombre hasta el centro del pueblo, donde llegó ya de noche con la candelería encendida y acompañada en todo momento de gran cantidad de devotos. Una de las imágenes más bellas del día la propició el cortejo bajando la “calzá”  entre multitud de cantillaneros que llenaron las calles en uno de los día más grandes del calendario.

Tras pasar la procesión por la plaza del Llano se adentró en las calles del casco antiguo, propiciando momentos más íntimos y de mayor recogimiento. La banda de música interpretó detrás de la Patrona marchas como Dulce Nombre de Lerate, Jesús de las Penas, Procesión de Semana Santa en Sevilla, Mater Mea, Sevilla Cofradiera o Macarena de Cebrián. Con la marcha La Virgen de Sevilla avanzaba por la calle de la Iglesia buscando la puerta principal de la Parroquia, donde entró sobre las diez y cuarto de la noche, aguardando ya dentro los otros dos pasos de la cofradía iluminados con la luz de las velas en un templo totalmente en penumbra como corresponde a la Liturgia del Viernes Santo.

La Imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia se encontraba en el presbiterio expuesta en besapie extraordinario con motivo del Año de la Misericordia, procediéndose a la adoración a la Cruz por parte de aquellos que participaron en la procesión.

Poco antes de las once de la noche, la cruz de guía de la cofradía se ponía en la puerta para emprender el regreso, desprovisto del protocolo que hasta la Iglesia había mantenido la Cofradía. La salida del Paso del Sepulcro fue uno de los momentos más brillantes de la noche, la Banda de Música interpretó la marcha ¡Una lagrima! De Roig, y tras un tiempo en que sonaron tambores destemplados con los que los presentes evocaron los entrañables “judíos”, enfiló la calle con la marcha A la memoria de un maestro de Moreno Pozo.

Poco después hacia su salida el paso de la Patrona a los sones de la marcha Valle de Sevilla, como es costumbre, numerosos devotos acompañaron durante el regreso a la Virgen que recibió la oración en forma de saetas en varios lugares. Con la magistral marcha Virgen del Valle y Margot se acercó hasta la Plaza de la Misericordia.

Sobre las dos de la madrugada, con los dos primeros pasos colocados en el crucero de la Ermita, tras una jornada histórica y arropada por su pueblo, la Virgen se posaba ante las puertas de su Santuario donde tras la tradicional puja de las maniguetas; hizo su entrada, siendo interpretada en el interior del Templo la marcha la madrugá de Abel Moreno, poniéndose fin a un día grande desde por la mañana en que las puertas del Santuario se abrieron de par en par para recibir a los miles de cantillaneros que durante todo el día se acercaron a visitar a su Madre.

Fotos: Hermandad de la Soledad.










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