Arte Sacro
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Juan Manuel Labrador realizó la Meditación ante el Santísimo Cristo de la Exaltación


Arte Sacro. En la noche del pasado sábado 16 de febrero, tras la santa misa de las 20 horas, tuvo lugar la Meditación ante el Santísimo Cristo de la Exaltación, a cargo de Juan Manuel Labrador Jiménez.

La iglesia de Santa Catalina en penumbras recogía, después casi tres lustros, los cultos al Cristo de la Exaltación, donde Labrador realizó una meditación exquisita, perfecta de duración y con unos versos que invitaban a la contemplación de la imagen que se encontraba en su capilla en besapié.

El verso y la prosa en perfecta armonía hicieron que esta oración llegara a los asistentes. En la primera parte nos narró desde el momento de la Exaltación, la pasión que vivió el Señor.

Levantas tu mirada a las alturas
allá en la fría roca del Calvario
a la par que los vientos entumecen
los miembros de tu cuerpo con su soplo,
y le imploras al Padre ese perdón
para quienes elevan el madero
donde diste tu Vida por la nuestra
según lo señaló la profecía,
derramando tu sangre redentora,
signo de una alianza imperturbable,
mediante las heridas que en tu frente
abrieron las espinas de la infamia,
por la piel desgarrada de tu espalda
vilmente lacerada en la columna
a la que te amarraron cual bandido,
y a través de los clavos que perforan
las palmas impolutas de tus manos
y las desnudas plantas de tus pies, ...

Seguidamente le preguntó si somos buenos cristianos. En su reflexión llega a decirle "Siempre ante Ti surgen miles y miles de dudas cuyas respuestas tendemos a desconocer, pero sabemos que en nuestro encuentro Contigo podemos descubrirlas todas poco a poco, aunque te estemos viendo clavado agónicamente en esa cruz que convertiste en signo de nuestra redención, ese madero que ha de unirnos a todos en tu amor, ese sentimiento que tanto tiende a desvanecerse porque lastimosamente cada vez hay más personas que van solamente a su mero interés y obvian la benevolencia de todo lo que les rodea". Sin faltar la crítica a los cofrades que solo aparecen por las hermandades el día de la estación de penitencia, olvidándose de Él y, por ende, de la propia Iglesia y de los cultos de la misma durante el resto del año.

Hoy ante Ti me arrodillo
mirándote fijamente
pues sé que eres inocente,
y junto a tu cruz me humillo,
cual gesto noble y sencillo,
buscando tu faz divina
cuando mi alma se inclina
para rogarte, Señor,
que nos des todo tu amor
desde Santa Catalina.

Ahora su palabras iban dirigidas al templo que estuvo tantos años cerrado, recordandonos que "parecía que las puertas de tu Iglesia de Santa Catalina no volverían a abrirse para acoger tu culto, y aunque la espera haya sido larga, quince años no han sido nada porque los hemos vivido de todos modos a tu lado, y hemos visto cómo, al fin, has regresado a tu clásico retablo después de este destierro..."

Quiero seguirte buscando
y alabarte con mi rezo
mientras mis manos se unen
entrelazando sus dedos
para acoger mi cabeza
bajo un rotundo silencio
que me evada de esta atmósfera
en la que, tras dos milenios,
sigue habiendo indeseables
tránsfugas y fariseos
que vulneran y consienten
la blasfemia, el atropello,
la opresión y la ignominia,
y aunque no quieran creerlo
Tú jamás desapareces,
ya que serás siempre el centro
en torno al que todo gira,
y a Ti, Divino Maestro,
llegarán las oraciones
que brotan como reflejo
de un conmovido sentir
cuyo único concepto
se resume sin tapujos
con ese trémulo beso
que se queda entre tus pies,
y al fin, sin remordimientos,
sentiré tu Exaltación
rezando tu padrenuestro...

Al finalizar la Meditación, el hno Mayor de la exaltación hizo entrega de una papeleta de sitio del traslado a Santa Catalina al meditador, Juan Manuel Labrador.

 

Foto: Fco. Javier Montiel










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