Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo Ordinario
  • sábado, 25 de mayo de 2024
  • faltan 323 días para el Domingo de Ramos

IV Centenario del primer palio de la Soledad. Ramón Cañizares Jaón / Álvaro Pastor Torres. ABC


Tal día como hoy hace cuatrocientos años era Viernes Santo; reinaba en España Felipe III y ocupaba la sede hispalense el cardenal Niño de Guevara. En ese día tan señalado del calendario litúrgico sucedió un hecho fundamental para el devenir de la gran fiesta de Sevilla: la primera salida procesional bajo palio de la Imagen de Nuestra Señora de la Soledad. También un Viernes Santo, pero de 1996, dimos a conocer la noticia en estas mismas páginas del ABC. Ya antes, tanto el Abad Gordillo -que vivió este acontecimiento y que criticó tal novedad procesional-, como José Bermejo, oficial de la cofradía, habían apuntado algunos datos, pero sin señalar la fecha exacta de su estreno ni ciertos detalles relevantes que hoy presentamos.

En los albores del siglo XVII, y seguramente influida por las disposiciones sinodales, la Hermandad de la Soledad decidió suprimir imágenes y pasos que aún hoy perviven en otras cofradías de igual advocación (Cristo Yacente o el Resucitado), quedando únicamente el paso alegórico de la Cruz y la Virgen sola, que en 1606 estrenó un palio de terciopelo negro bordado en oro, plata y sedas de colores. El principal impulsor de esta obra fue el comerciante con Indias Antonio de Cabreros, Alcalde de la cofradía, que costeó «a la venida de los galeones» las «veinte e tres baras de terciopelo negro» que había adquirido el Mayordomo Gaspar de Rivera en agosto de 1605. El trabajo fue realizado bajo la dirección de Francisco Ramírez, «oficial de bordador», según un diseño de un tal «que se dize fulano de rua», que puede corresponderse con el también bordador Gaspar de la Rúa, vecino del barrio de San Vicente a principios del XVII, collación donde residía la Soledad en su capilla propia del convento del Carmen. La tarea del bordado se llevó a cabo en la propia casa del comitente, con la ayuda de la madre de éste, doña Beatriz de la Mota y sus criadas, desde enero «hasta el sáuado de rramos». La valoración total quedó fijada en 193.855 maravedíes, aunque en 1615 aún se estaba pagando el «çielo» del palio que había realizado Marcos Rever. Primitivamente estaba sostenido por diez varas de madera, que costaron 165 reales, incluyendo «el dorado y pintura dellas», hasta que en 1620 se sustituyeron por otras de plata, donadas por Gaspar de Manrique, hecho por el cual se le nombró Hermano Mayor perpetuo. En el inventario de 1626, ya se asientan «doze pares de borlas con sus cintas de seda del palio» que nos indican el número actual de los varales de los palios sevillanos. En 1661 y debido a la «rebolusión en tienpo y el mucho agua» de casi todos los Viernes Santos, que apagaba las velas del palio, varios hermanos, entre ellos los antiguos Alcaldes Fernando de Esquivel y Cristóbal del Bilbao, donaron un farol de plata, instando a otros hermanos a seguir su ejemplo. Dos años después se encargó la hechura de una peana o moldurón y en 1680 unos faldones de terciopelo con galón de oro. Este baldaquino perduró hasta 1692 en que se decidió hacer un palio «de plata de martillo con sus baras», sufragado también por soleanos que comerciaban con las Indias y que perduró hasta la última salida desde el Carmen en 1804.

Se han relacionado estas andas con el famoso dibujo firmado por Lucas Valdés que se conserva en el Archivo de la Catedral. Otra antigua representación es un lienzo que se conserva en las dependencias de la Archicofradía de Jesús Nazareno, y que ha sido identificado por algunos como la Virgen de la Concepción, por nosotros como la Soledad y más recientemente -en la obra Palios de Sevilla y en el Boletín de las Cofradías- como la dolorosa de la Vera+Cruz. Nos reafirmarnos en que se trata del palio de la Soledad en la segunda mitad del siglo XVII, por muchos motivos, entre ellos -además de la similitud con el dibujo de Lucas Valdés-, la representación de la Imagen, de pie, vestida de blanco con manto negro, con corona de imperiales en la cabeza y de espinas en las manos; los cuatro ángeles de plata de las esquinas (que también se colocaban en el altar mayor); los faroles antes descritos o los doce varales -datos todos ellos claramente reflejados en los inventarios-, pero también por el escudo de la gloria (Cruz desnuda, corona y clavos) y el lema bordado en el interior de las bambalinas, ambos relacionables con motivos soleanos.

http://sevilla.abc.es










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.