Don Perignon cofradiero. Antonio Sánchez Carrasco

Siempre que llegan estas fechas se viene a mi memoria aquel monje benedictino que desde el sótano de la abadía de Hautvilliers pasó a la posteridad con aquel vino que se carbonató y sirvió para que acabáramos las comidas importantes con cosquillas por la nariz.

Si Don Perignon hubiera sido sevillano habría sido monje en San Benito, aunque el J aún no estaría abierto, el carbónico siempre en su camino. Su nombre no habría acabado en la botella más cara de champán pero habría estado en el templo donde se fundó el Gran Poder y donde vino a establecerse como Madre Valvanera y Encarnación y hubiera sido contemporáneo de la Virgen del Buen Alumbramiento o de la Rosa y quizás hubiera estado cuando el maestro Roque Balduque la hiciera llegar al templo.

Seguía pensando en esas burbujas que cada año significan reunión familiar cuando volví a leer no sé donde lo de todos los años, aquello que algunos hablan de la gran mentira de la Navidad, algo que rebatía cada año hasta que el hartazgo me llevó a dejar de hacerlo. Como si el día del Nacimiento de Jesús restará mérito a su obra..., para que perder el tiempo con mediodías habiendo días enteros.

Recordé la frase que se le atribuye a Don Perignon, aquello de "estoy bebiendo estrellas" cuando tomó una copa de aquel espumoso que le haría pasar a la historia.

Beber, comer o saborear estrellas debe de ser algo así como ver el primer nazareno, oler el primer incienso, la primera revirá,... ver tras años sin hacerlo una cofradía en la calle. Mañana será día de inocentadas, de fusionar Cofradías,  de cambiar bandas o capataces por un día y al final de la semana cambiaremos de año.

Cuando abran la botella con la que brindarán tras las uvas, yo lacasitos,  recuerden a aquel orondo monje benedictino que bebía estrellas y háganlo aunque sea en sentido figurado y sin pasarse que el vino que inventaron los legos da más dolores de cabeza que los horarios de la Madrugá.

#LosLunesalSol

Foto: Antonio Sánchez Carrasco.