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Iryna Zhuk, monitora bielorrusa de la hdad. de la Cena: “A los niños cuando llegan aquí les impresiona todo, principalmente lo que no tenemos en nuestro país, la playa”


Daniel y Juan Alberto García Acevedo. Si en pasadas fechas quisimos conocer la opinión del coordinador de la hermandad de la Cena sobre el proyecto de acogida de niños bielorrusos, en esta ocasión hemos entrevistado a la monitora bielorrusa de la misma hermandad, Iryna Zhuk, que nos ha contado sus experiencias particulares y aspectos de su país y de los niños más desconocidos para nosotros.

En una próxima entrega les mostraremos la opinión de unos padres de acogida y de una niña bielorrusa.

 

 

 

 

¿Cuánto tiempo llevas en el programa de acogida a niños bielorrusos?

Como monitora llevo 5 años. Primero estuve en Fuenlabrada, luego 2 años en Tenerife, el año pasado estuve en Cádiz y este año en Sevilla.

¿Por qué decides involucrarte en este tema?

Porque conocía a algunas personas que habían colaborado antes en este proyecto y como sabía el idioma español porque lo estudié como lengua extranjera, e hice la carrera de pedagogía para ser profesora, puesto que siempre he estado en contacto con niños. Además me gustaba colaborar con alguna O.N.G.

¿Dónde aprendiste a hablar español?

Al principio en el colegio. Tuve suerte porque en Bielorrusia hay pocos colegios que enseñen el español, como lengua extranjera. Luego, como me gustaban más las letras que las matemáticas, me matriculé en la universidad lingüística para hacer la carrera de filología inglesa e hispánica.

¿Te costó mucho trabajo?

Si calculas todos los años de estudio, si, pero como me gustaba mucho no fue costoso.

Descríbenos como es la vida de estos niños en tu país.

Dependiendo de las edades y de las clases sociales, pueden variar. Pero la vida de un niño normal es muy parecida a los de aquí. Van al colegio todos los días, en verano tienen vacaciones, tienen sus amigos, tienen sus familias. Aunque en el caso de cada niño concreto habría que ver sus circunstancias individuales.

Lo que une a estos niños que vienen en el programa de acogida es que son los niños afectados por la catástrofe de Chernobill y por eso vienen aquí. El objetivo principal del programa es el saneamiento. Pero la vida que hacen allí es una vida normal, solo afectada por estos problemas de salud.

¿Cómo se ve en Bielorrusia este programa de acogida?

En lo que se refiere a la población, a los padres de estos niños, se ve muy positivo. Porque los mismos padres notan que sus hijos vuelven más sanos. Yo también lo noto, porque paso con los niños casi dos meses y veo como cambian, no solo en el aspecto físico, sino en general.

Los padres lo ven muy bien, pero con el gobierno hay algunos problemas. No siempre lo ven bien a nivel estatal.

¿Realmente es tan importante para estos niños los 40 días al año que pasan en nuestra ciudad?

Si y esto ya ha sido demostrado por los científicos. Este año ha tenido lugar el 20 aniversario de Chernobill y hay muchos científicos interesados en este tema. Según las investigaciones un mes con la alimentación sana y con el clima favorable, el sol, la playa, todo esto favorece muchísimo a la salud de los niños.

Las mismas revisiones médicas que pasan aquí los niños, gracias a la hermandad y la colaboración de algunos hospitales, también lo demuestran.

¿Qué es lo que más les impresiona a los niños cuando llegan aquí?

Les impresiona todo. Porque desde el principio es un choque de todo, de ambiente, de cultura, de tradiciones, de comida y, claro, lo que no tenemos en nuestro país, la playa, el mar, esto es lo que más les llama la atención. También las costumbres, la forma de vivir. Desde el primer momento para los niños todo es muy diferente, pero en el aspecto positivo. Y, por supuesto, el idioma. Porque para un niño de 7 u 8 años, que no se ha separado antes de su madre, ni de su familia, tiene que ser muy fuerte.

De todos modos los que han venido este año por primera vez se han adaptado muy bien a las familias. Y los que repiten vienen muy contentos sabiendo lo que les espera. Con muchas ganas de ver a sus familias españolas y de repetir para el año que viene.

¿Sabes que es y en que consiste una hermandad para nosotros los sevillanos?

(Risas). Ya lo voy comprendiendo, aunque es complicado. Creo que al final de la estancia ya tendré una idea un poco más clara. Borja (el coordinador de la hermandad de la Cena) me ha prometido explicármelo pero todavía no hemos llegado hasta ese momento de la verdad.

Que experiencias te llevas de aquí.

La experiencia es muy positiva y lo digo sinceramente. Me gusta como esta organizado el programa. Porque prefiero estar en contacto con las familias y aquí tenemos esta posibilidad. Constantemente vemos a los niños y ellos se comunican entre si durante las actividades que se organizan.

Desde el principio toda la información esta muy bien presentada. Tengo las listas con todos los padres, los números de teléfonos. Las personas de la hermandad me tratan muy bien.

Es una experiencia positiva y todo esta muy bien organizado.

¿Quieres terminar añadiendo algo más?

Solo tengo palabras de agradecimiento. Yo comprendo que para las familias y los que colaboran también cuesta mucho trabajo, es un gran sacrificio, por eso siempre me admira la noble labor que están haciendo estas gentes, sin recibir nada a cambio. Y agradecer por parte de los niños bielorrusos, de los padres y de nosotros, la admiración por la solidaridad del pueblo español y de esta tan hospitalaria tierra sevillana, en particular.

Fotos: Juan Alberto García Acevedo.










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