Arte Sacro
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  • domingo, 5 de mayo de 2024
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Pasión. Javier Ramos Sáez


 Importante, muy importante es el Señor de Pasión, tanto como los que más devoción tienen en Sevilla. Unos tienen devoción y otros también perfección. Pasión posee estas dos cualidades, porque conjuga con excelsa maestría diferentes facultades, la de la devoción y la de la perfección. Obra cumbre de la imaginería cristiana y referente de toda la reproducción barroca. Mejor obra del mejor imaginero de todos los tiempos.

Obra de profundísimo pathetismo, que conmueve y apasiona al ser humano, apasiona hasta el punto de asumir su yugo, por eso es uno de los más seguidos en Semana Santa con más de seiscientas cruces y de los más queridos. Su yugo es suave pero su peso es infinito, nos lleva a todos sin reparos, con firmeza y mansedumbre. Él representa toda perfección y toda la sacralidad que pueda tener la madera.

Él representa toda la Pasión de Cristo. Simboliza un momento clave en la Pasión cuando Jesús es llevado al Calvario ayudado por Simón de Cirene. Aunque el cirineo falte cada Jueves Santo, nosotros llevaremos ese día el peso del estípite de la Cruz en perfecta complicidad y armonía con Él.

Mi discurso no es más apologético que verdadero, porque verdad y perfección son el Verbo que emana de sus divinos labios silenciosos. No hago apología sino justicia con lo que Él representa. El Señor de Pasión representa toda la perfección de la Semana Santa, y digo que no es mera cuestión pasional y apologética sino que de mis palabras fluye la verdad de los hechos. Me refiero a las pruebas de modulación y de proporción de las partes que hiciera el restaurador Peláez del Espino en 1976 diciendo que el Señor de Pasión era obra de perfectísimas proporciones y sólo se puede comparar en este mundo a las mejores catedrales góticas.

Jesús de la Pasión lo representa todo en la imaginería andaluza del XVII, la mejor etapa artística y productiva de todos los tiempos. Podemos decir que Pasión es la obra clásica de la etapa clásica del arte que es el barroco.

Cómo pudo hacer Montañés una obra tan perfecta y tan armónica; por qué tanta perfección. Es una obra irrepetible, muy difícil de superar. ¡Qué suerte que esté en Sevilla!

Qué difícil es decir algo de Nuestro Padre Jesús de la Pasión con todo lo que ya se ha escrito, pero creo que ningún halago o poesía hacen justicia para todo lo que Él representa y evoca al espíritu. Su perfección no puede ser medido o clasificado por las palabras porque las palabras no pueden abarcar una perfección tan grande que parece que no es de este mundo. Ningún poema podrá imitar o hacer un esfuerzo de identificarse con Él mismo. Sobran las palabras pero no el intelecto. Verlo es todo un placer para la vista pero mayor aún para el alma, que con cada mirada parece regalarnos la virtud de saber amar. Él nos enseña algo nuevo, es una imagen que está siempre por descubrir porque guarda mucha perfección y mucho conocimiento para el hombre. Es una imagen contemplativa hasta más no poder. Él seguirá, nosotros nos habremos marchado a su busca y otros nuevos vendrán y le admirarán.

Hoy es Novena en Sevilla, elevemos nuestro carisma y nuestro espíritu sin ataduras ni limites y vayamos a deleitarnos y a verlo en su Altar de Novena, porque Él siempre estará allí, en su humilde y aceptada presencia humana, cómplice y hermano nuestro en su infinita misericordia.

Foto: Francisco Santiago










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