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Rocío, la niña que citó el pregonero de la Esperanza de Triana. Juan Manuel Labrador Jiménez


 Van pasando los días, y poco a poco, se aleja en el tiempo aquel 8 de marzo en el que este humilde trianero tuvo el privilegio de ensalzar a la Madre de Dios como Reina y Señora de la Esperanza, Guardesa sublime de Triana. Muchas fueron las emociones vividas por el pregonero ante el atril de la Capilla de los Marineros, muchas las lágrimas contenidas, muchas las ocasiones en las que se quebraba la voz, muchos los recuerdos que se venían a la memoria de tantos buenos momentos vividos en torno a Ella y su Hijo, el Cristo de las Tres Caídas...

Sólo veintidós años tiene quien tuvo la osadía de pregonar en Triana a la Esperanza, aunque a partir del instante en el que dijo su “Así sea”, sabe claramente que ha de llevar a la práctica cuanto dijo aquella noche, para que así su pregón, además de un testimonio, sea también un ejemplo que el mismo pregonero asume tomando de su propia medicina.

Cierto es que cada pregón incluye sus secretos, sus detalles, aquellos que muchas veces se descubren releyendo el texto, aunque por desapercibido que parezca, siempre hay alguna frase con la que se queda la gente, y que luego te preguntan personalmente.

“¿Quién es Rocío?” Ésta es la pregunta que más veces me han realizado, y que, gustosamente, no dejo de contestar, aunque, claro está, me ha sorprendido la cantidad de personas que me la han formulado. Muchos pensaron que una familiar, pero no encajaba, porque habría de ser una sobrina y no la citó cuando se refirió a aquellos que la Esperanza ya le ha regalado desde 2001. Hubo quien llegó a decir que si la hermana de algún amigo, pero tampoco era esa la respuesta.

Rocío, sencillamente, es una niña a la que le han inculcado su devoción hacia la Esperanza de Triana, a la que quiere y ama porque así se lo han enseñado sus padres, esa misma Virgen que es su vecina desde el día en que nació hace ya casi nueve años. Rocío es la niña rubita, de piel blanca y ojos poderosamente hermosos que la noche del pasado 14 de diciembre se estaba quedando casi dormida en un banco de la capilla mientras la Señora salía o no de su camarín para ser preparada de cara a su besamano. Al abrirse las puertas de la sacristía, casi cercanas las doce de la noche, Rocío llegó a ella, y abrió sus párpados como si el sueño, de golpe, se hubiera esfumado. Tanto me impactó aquel detalle, que tuve que citarlo en el pregón.

 No obstante, a partir del 9 de marzo, aquella vivencia se intensificó. Quiso la Esperanza que Rocío estuviese a mi lado la tarde posterior a mi disertación, cuando la engalanaban para ser trasladada a Santa Ana con motivo de su Septenario. Hubo quien se me acercaba y me decía directamente “Ésta es Rocío, ¿no?”, y quien me preguntaba aún quién era la chiquilla que cité en el pregón, y contestaba que la que tenía agarrada de mi mano. Al cabo de los minutos, se abrieron otra vez las puertas de la sacristía, y se repitió la vivencia, pero esta vez, yo era quien la llevaba de la mano, y Adolfo Vela, el hermano mayor, se encontraba al lado de nuestra Madre pasando delicadamente el pañuelo por su mano, y al vernos a los dos exclamó: “¡Mira!, el pregonero y Rocío”.

El pasado fin de semana, Rocío siguió junto al pregonero, y le enseñó lo que aún no ha podido hacer con sus sobrinos por ser todavía demasiado pequeños, como es limpiar la plata que la Virgen llevará en su paso. ¡Con qué alegría limpiaba la niña la mismísima peana de la Esperanza sabiendo que Ella posaría sus pies allí mismo! ¡Qué brillantes dejó las jarras, limpiando alguna que otra con uno de los monaguillos que escoltarán a la Reina de Triana en la madrugada del Viernes Santo!

Me seguirán haciendo la pregunta con el paso del tiempo, pero ya, públicamente, he dicho a todos quien es Rocío: una niña que está a punto de cumplir los 9 años, y que está plenamente enamorada de la Esperanza, y que el día de mañana, seguro estoy de ello, se pegará casi todo el día en la capilla para estar cerquita, cerquita de Ella.

Fotos: Eduardo Fernández López y Juan Alberto García Acevedo










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