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Opinión. Cíngulo y Esparto. El legado. Esteban Romera.


 ¡Qué rara ha sido la Semana Santa de este año! No hemos tenido ni un solo día de tranquilidad en lo referente a las condiciones meteorológicas. La lluvia, la única no invitada en estos días, hizo acto de presencia, algo históricamente normal en las Semanas Mayores ubicadas en el mes de Abril, provocando que algunas Cofradías no salieran y otras tuvieran problemas. Pero lo que no fue similar a otras en los últimos lustros y anormal fue la inquietud de cada día, el frío, viento y la humedad que se adueñaron del ambiente de la ciudad y que hizo del entorno que rodea a nuestra celebración centenaria un marco distinto a lo acostumbrado. El tiempo no acompañó, estando acostumbrados a otras condiciones, pero evidentemente hubo Semana Santa y pudimos celebrar en Sevilla la Pasión , Muerte y Resurrección del Señor. 

Tras cada Semana Mayor estamos acostumbrados a destacar los hechos acontecidos más importantes, resaltándolos con grandes frases y titulares de periódicos a varias columnas. Si tuviéramos que enfatizar un hecho de la pasada Semana Santa podríamos decir que fue la que nos mostró la nueva piel del Señor de Sevilla, la que pudimos contemplar a la Hermandad del Carmen Doloroso por las naves catedralicias, o la del Cachorro presidiendo el puente que lleva su nombre. Pero a pesar del mal tiempo y de estos macro titulares, en cada Semana Santa se desarrollan infinitas pequeñas historias de cofrades anónimos que interrelacionan el tiempo que vivimos, el que se nos fue y el que vendrá. En definitiva, estos cofrades con nombre y apellidos pero no conocidos por la generalidad son claramente, además del activo más importante de nuestra celebración, los que muchas veces quizás sin saberlo llevan el sentir de las Cofradías y su legado desde sus mayores a las generaciones que vienen tras ellos. Este mensaje no sólo es vital para las Cofradías, sino que es lo más auténtico que podemos sentir y trasmitir, por no estar sólo en el corazón de éstos, sino en lo más hondo de sus almas.  

En cada Semana Santa este legado es quizás una de las cosas más trascendentes que ocurren y que pasan de nazareno a nazareno, de costalero a su homónimo, de músico a músico, etc...Quizás con esta reflexión me he puesto demasiado profundo, pero es que en la pasada “madrugá” del Viernes Santo hice por primera vez la estación penitencial completa junto con mi hijo Alberto y para este cofrade anónimo en algún tramo perdido de mi Hermandad se pudo producir este pequeño pero significartivo milagro que supone el traspaso del legado a otra generación, incidiendo de alguna manera en la supervivencia de las Hermandades.  

Los cofrades, evidentemente, no tenemos escuela de Cofradías,  para poder explicarles a nuestros hijos determinados aspectos de las Hermandades. La información de esta tradición centenaria la recepcionamos, debiéndola trasladar de la mejor forma posible a la generaciones que vienen tras nosotros. En definitiva, somos en alguna parte de esta cadena, responsables de dar o recibir información en esta temática. Teniendo que ser conscientes de intentar realizar este hecho de la forma más profunda posible, sabiendo de su importancia, para que no se pierdan determinadas formas de entenderla y quererla. ¡ Cuantos milagros se dan como éste pasando desapercibidos ¡. Felicidades a los cofrades anónimos por realizar su trabajo aunque nunca saldrán en ningún titular…ni falta que hace.

Artículo aparecido en el Boletín de las Cofradías de Sevilla - Mayo 2007 -










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