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Un ganador en la orilla. La crónica política. Carlos Navarro Antolín. Diario de Sevilla.


Su padrino político, Javier Arenas , le encomendó recuperar la Alcaldía de Sevilla para contar con esta plaza fuerte con vistas a las autonómicas de 2008. El objetivo no se ha cumplido, pero Zoido ha cubierto el expediente con éxito desde el punto de vista personal. Ha ganado unas elecciones, lo que aún no ha hecho su mentor. Ha sacado más votos y más concejales que sus antecesores en la lucha por gobernar la ciudad, Soledad Becerril y Jaime Raynaud , la consecuencia más satisfactoria de esta amarga victoria para su currículum como político. Por mucho que anoche se cantara el alirón en la sede regional de la calle San Fernando y por mucho que se pidiera la salida del alcalde al balcón principal, un partido que no gobierna está condenado a sufrir una incierta travesía en el desierto de cuatro años de duración. Un partido político no es una ONG. Es una estructura concebida para hacerse con el poder.

Nada parece indicar que Zoido no vaya a quedarse en el palomar de la Plaza Nueva ejerciendo de líder de la oposición en solitario. Una soledad obligada por el desplome del PA. Se han acabado las alianzas coyunturales y las llamadas de apoyo a los cada vez menos poblados despachos de los andalucistas. Zoido tiene vitalidad suficiente, un respaldo anímico de más de 128.000 votos cosechados en tan sólo once meses de lucha como candidato y un buen muestrario de argumentos para venirse arriba en momentos de zozobra, que los tendrá. Ese candidato desconocido, de perfil blando, que tardó en enseñar los dientes (lo hizo  en un debate con la campaña ya comenzada al entregarle aquella factura falsa a Monteseirín) y que apostó por un cursus honorum rescatando para una carrera electoral las alusiones a la  ética y la palabra de honor, es el mismo que ha roto el techo electoral del centro-derecha en la capital de Andalucía. Éste debe ser su principal acicate para el nuevo periodo que se le avecina en su carrera como político.

Zoido está perfectamente integrado en la ciudad a diferencia de su mentor político, Javier Arenas , que siempre ha tenido un temor reverencial a la Sevilla eterna y que habitualmente ha parecido sentirse  más a gusto por las calles de Almería o de Jaén que por las de la ciudad por la que se presenta como cabeza de lista al Congreso de los Diputados. Zoido cae bien, resulta cercano (al menos hasta ahora) para la gran mayoría de los ciudadanos. Tiene tiempo para afianzar los contenidos del cursillo sobre los barrios de la ciudad que, según le ha reprochado Monteseirín, ha realizado en casi un año. Es de sonrisa fácil, no duda en emplear argumentos  o tácticas populistas cuando lo ha estimado conveniente (al retirar él mismo con una pala las montañas de basura del Vacie o al  prometer campos de fútbol de hierba por toda la ciudad, ayudas para fomentar la natalidad, la creación de microclimas para rebajar el calor en las grandes plazas y avenidas y hasta piscinas en el Guadalquivir) y tan pronto prueba los mullidos sofás del selecto Aeroclub, como se mete en la bulla de una cofradía de barrio en las vísperas de la Semana Santa.

A este oriundo de Montellano, donde nació en 1957, le encanta sorprender al interlocutor preguntándole por su padre, su madre o su hermano. Dicen quienes le conocen que es más cumplido que un luto, que se pirra por la ropa de la céntrica camisería de Javier Sobrino , por jugar un partido de pádel en Antares, por seguir los partidos del Sevilla y por hablar de todos sus hijos (“¿sabes que tengo uno estudiando en Lieja”), incluido del que vendrá próximamente a este mundo y que recibirá el sevillanísimo nombre de Fernando.

Zoido puede seguir alimentando durante cuatro años una carrera política sin aristas. Al no gobernar es muy difícil que se manche las manos en algún momento. Con la cautela debida, sería  muy improbable que nadie en el PP cuestionara dentro de un cuatrienio su nueva nominación como candidato. Dependerá de él y de su estado anímico. Más aún si se tiene en cuenta que, muy al contrario, resultaría poco factible que Monteseirín intentara un cuarto mandato. Mientras Zoido realiza, ahora sí, una puesta a punto en un cargo público de trinchera (lejos de la moqueta institucional de las Delegaciones del Gobierno en Castilla-La Mancha y Andalucía), el PSOE tendrá que ir forjando un nuevo aspirante en cuestión de dos años. El nuevo referente municipal del PP tiene entretanto tiempo de ir fortaleciendo su bagaje político sin descartar que su propio partido salga ganador de las elecciones generales que se celebrarán en menos de un año y pueda así hacerle más liviana la singladura. 

Estudiante de Derecho en Sevilla, juez rural y juez decano, nazareno de San Isidoro, vecino de Nervión, apasionado de las chaquetas saharianas con el cuello abierto. Ha llevado por cirineo de campaña a un sevillano con raíces onubenses, Curro Pérez. Se enfrenta ahora, quizás, a un reto más difícil que cuando fue encumbrado como candidato allá por junio.  Aguantar con el refrendo de los votos sin manejar los presupuestos, demostrar la autenticidad de su carácter y no huir a Madrid o a otras plazas cuando tiene de cara los resultados. Su mentor político, por ejemplo, cogió el AVE cuando mejor lo tenía en Andalucía.

Nota: Publicado en Diario de Sevilla el lunes, 28 de mayo de 2007.










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