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“La mala imagen de la iglesia en España en nada ayuda a la evangelización”.


IVICON. ¿A qué se debe la mala imagen que aparece de la Iglesia en los medios de comunicación? A ambas partes, según la revista de los jesuitas Mensajero del Corazón de Jesús. A juicio de esta publicación, las numerosas noticias negativas sobre personajes o actuaciones eclesiales, por una parte, y la hostilidad hacia la Iglesia en los medios españoles, por otra, han contribuido a la “impresión negativa que los españoles tienen de la institución eclesiástica”.

La revista, publicada en Bilbao, lamenta en el editorial de su último número (titulado “Buena noticia, mala imagen”) que este verano los medios de comunicación hayan estado más atentos a los incendios y a las terribles consecuencias del huracán Katrina que a dos acontecimientos eclesiales de gran relieve: la visita del Papa a la sinagoga y la concentración juvenil en Colonia. A partir de esta constatación, la publicación deduce que “la imagen pública de la Iglesia en España no es buena”.

En el origen de este opinión están las “numerosas noticias negativas, éstas sí profusamente difundidas, sobre personajes o actuaciones eclesiales”. También algunas tomas de postura de la Conferencia Episcopal Española, que “no han sido conveniente y oportunamente presentadas a los medios de comunicación”, probablemente porque “sigue habiendo una mala ‘química’ entre quienes informan y los periodistas, y son numerosas las ocasiones en que se han tenido que recurrir a desmentidos o aclaraciones, que siempre llegan tarde para deshacer el entuerto”.

Sin embargo, el editorial piensa que no por ello está justificada “cierta hostilidad hacia la Iglesia en los medios españoles”, pues “algunas formas de redactar las noticias, dar cuenta de una conferencia de prensa o difundir un comunicado dejan traslucir la intención sesgada del periodista o del medio, cuando no se trata de un profundo desconocimiento e ignorancia del mundo religioso”. La revista aplica esta consideración también “a la prensa o radios que oficiosamente se confiesan católicos”, ya que “muchas veces enzarzan a sectores de la Iglesia con otros, perfectamente legítimos, haciendo creer que quien no ‘comulga’ con determinadas posiciones políticas es ya ‘perseguible’ de oficio”.

Ante este panorama, se impone un camino de solución. Por eso, a los responsables de comunicación de la Iglesia, la revista les pide que cuiden un poco más las comparecencias públicas “y, en algunos casos, no dar pie con declaraciones desafortunadas o particulares a malentendido que a nadie benefician”.

Y a los cristianos de a pie, les reclama una doble tarea: en primer lugar, “defender a la Iglesia en público, sentirnos orgullosos de pertenecer a la misma, protestar cuando se lesionan sus justos derechos, procurar en la medida de lo posible no criticar con acritud y sin misericordia a nuestros pastores, y mucho menos en voz alta”; y después, “no hacer nada que, como cristianos, contribuya al descrédito de la fe que profesamos no de la institución a la que nos honramos pertenecer”.

En el fondo de esta actuación está la consideración de que “una mala imagen de la Iglesia en nada ayuda a la evangelización. No puede difundirse la Buena Noticia con la opinión pública en contra o recelosa. Si aspiramos a ello, como podemos menos, hemos de cambiar lo antes posible la impresión negativa que los españoles tienen de la institución eclesiástica”.

 










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