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"Un franciscano tenía que ser..." Francisco Correal. Diario de Sevilla


"Si buscas milagros mira". En este verso del responsorio a San Antonio de Padua se resume lo que ayer se vivió en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. No fue una misa común. No ya por su duración, dos horas largas que pasaron volando, etéreas, como si la música de Mozart engañara a los relojes. El cardenal de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, es hermano del Buen Fin desde que era arzobispo de Tánger.

"Un franciscano tenía que ser", diría después Carlos Bourrellier, hermano mayor de esta cofradía fundada a finales del siglo XVI por cuatro miembros del gremio de los curtidores, que más adelante sería conocida como la hermandad de los herreros, cuando el convento de San Antonio de Padua ocupaba el solar de la fundición de Marvizón. Hoy, símbolo del trasiego de la economía, uno de los oficios hegemónicos es el de los agentes comerciales o representantes al que representa el hermano mayor.

Pero no es el gremio o la profesión lo que distingue a esta hermandad. Y mucho menos lo que los va a distinguir a partir de ahora, pues el hermano mayor recibió la coronación como un mensaje explícito de volcarse en la ayuda "a quienes nos rodean y nos necesitan". Ya lo hacen con el Centro de Estimulación Precoz Cristo del Buen Fin cuyos beneficiarios fueron los grandes protagonistas de la festiva jornada, de estas Alegrías de San Vicente, por usar el contrapunto de las Penas vecinas.

El momento más emotivo de la ceremonia llegó cuando dos de los chavales del Centro, Pablo Olavarría y Pablo Velázquez, leyeron las súplicas. Un nudo se apoderó de las gargantas de la feligresía hasta que Monseñor Amigo lo desató con sus palabras: "Pocas veces en esta Catedral se han escuchado súplicas dichas con mayor claridad".

Las lecturas se abrieron con Isaías y el pueblo caminando "en tinieblas", metáfora bíblica que se transforma en portada de periódico viendo a los subsaharianos abandonados a su suerte en el desierto. El profeta habla de la paz sin límites proclamada por el Señor de los ejércitos, en las antípodas del ejército de los señores, los condottieros modernos.

El Evangelio según San Lucas recordó el episodio de la Anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María. Todo el altar mayor se transformaba en el cuadro de Fra Angélico. Todos los nombres de María, también Nuestra Señora de La Palma, y todas sus lecciones. La primera, seguir al pie de la letra las indicaciones del Arcángel. Aquí está la esclava del Señor... En la homilía, Monseñor Amigo dijo que "cuando se enciende una lámpara no ha de ser para ponerla debajo de una mesa, sino muy alto para que pueda alumbrar bien". Es el ejemplo de la obra social de esta hermandad, este Centro de Estimulación Precoz que es mucho más que un lugar de asistencia. Es, en palabras del Cardenal, un pregón diario de alabanza a Dios, una estación de penitencia y una corona de doce estrellas que no están engarzadas por metales preciosos, sino unidas en la orfebrería del alma por las buenaventuranzas de los pobres y los sencillos, por la limpia mirada de estos niños que portaron la corona (Belén Ayala, Juan de Dios Gutiérrez), la ofrecieron (Laureana Moreno, Juan Ferrayoli) y leyeron las súplicas, por las lágrimas de sus padres, por la sencillez franciscana y el pan bendito de San Antonio de Padua.

El cuarto centenario de la primera edición del Quijote coincide con los cuatro siglos de la presencia franciscana en Sevilla. Convivencia de San Francisco de Asís con San Antonio de Padua que cristaliza en los títulos de esta cofradía del Miércoles Santo que, como sus siete hermanas de jornada, se quedó sin salir después de 34 años de presencia ininterrumpida por la intensa lluvia caída en un año marcado por la sequía. Un personaje de Paradiso, la novela de Lezama Lima, dice que don Quijote es una mezcla entre San Antonio de Padua y Simbad el Marino. Hay mucho gigante detrás de estos molinos franciscanos.

Nuestra Señora de la Palma es la séptima Virgen sevillana coronada canónicamente en los 23 años de mandato de Monseñor Amigo, que no disimulaba su contento al imponer la obra del orfebre Manuel de los Ríos. Al alcalde, de viaje oficial en Canadá, lo representó Gonzalo Crespo, delegado de Fiestas, acompañado por ediles del PP y del PA y ninguno de su partido. En la homilía, el cardenal dijo que en el propósito de construir "un mundo contra Dios, muy pronto el mundo se dará cuenta de que lo habrá construido contra el hombre". "No hemos venido solos", invocó a la Virgen coronada, "llegamos con nuestra fe, quizás debilitada por los pecados y la indiferencia; con los vacíos y heridas de personas que sufren calamidades, derechos conculcados, que viven un mundo sin alegría, sin felicidad, sin el pan nuestro de cada día".

198 días después de aquel Miércoles Santo inédito por la lluvia, la Virgen del Buen Fin llegó a buen término. Fue de la Catedral a su templo. Sin más agua que la de sus aguadores: Pepe Bustos, Javi Sánchez y Rafael Fernández el Manco

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