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Palma, sí que te han coronado los niños. Fernando Carrasco. ABC


SEVILLA. Fueron ellos, los niños del Centro de Estimulación Precoz «Cristo del Buen Fin», los que coronaron ayer a Nuestra Señora de la Palma. Fueron ellos los que, con su tesón y sus ganas de salir delante, de integrarse en una sociedad en la que se suele rechazar y dar de lado a aquel que presenta alguna discapacidad, pusieron en las sienes de la Madre del Cristo del Buen Fin la corona labrada a base de amor y entrega por parte de la hermandad, como reza la marcha «Palma, los niños te coronan» compuesta por Abel Moreno para esta efemérides. Monseñor Carlos Amigo Vallejo, cardenal arzobispo de Sevilla, franciscano al igual que la corporación del Miércoles Santo, fue el que impuso a la una menos cuarto -a los sones de la Marcha Real interpretada a órgano y con las campanas de la Giralda volteando- la corona de oro. Pero ellos, los niños, los que pasaron ya por el Centro y los que siguen allí, tuvieron mucho que ver y estuvieron presentes en todo momento.

Emotividad y sencillez

Pontifical emotivo como ninguno. Con la grandeza de la humildad y sencillez por encima de todo. Porque no se puede concentrar mayor amor que el que ayer se respiraba por cada rincón del Templo Metropolitano, lleno a rebosar -más de 3.000 personas acudieron al Pontifical de Coronación-. Con el espíritu franciscano por bandera. Y es que desde que dio comienzo la procesión de entrada, con la corona portada por dos frailes franciscanos y dos niños del Centro, Belén Ayala y Juan de Dios Gutiérrez, todo fueron emociones. Emoción cuando Pablo Olabarría y Pablo Velázquez leyeron la oración de los fieles; cuando Laureana Moreno y Juan Ferrayoli llevaron las ofrendas. Todo ante un altar, el de Laureano de Pina, magníficamente exornado, de una sencillez apabullante que sirvió para comprobar de manera más clara, por si hacía falta, la dulzura y belleza que encierra el rostro de la dolorosa del Buen Fin.

La emoción contagió a todos. Incluso al ministro provincial de los Franciscanos, Francisco García Rodríguez, que entregó desde la escalinata a fray Carlos la corona y acto seguido, cuando toda la Catedral rompió en una ovación, él también se sumó.

De nuevo aplausos cuando, tras la interpretación del «Ave María» de Gounod por la soprano Rocío Ignacio -magnífico momento-, el hermano mayor del Buen Fin, Carlos Bourrellier, con la imagen de Nuestra Señora de la Palma ya coronada, subió al altar para recibir la felicitación y el abrazo de monseñor Amigo.

Luego, en un Pontifical que a pesar de las casi dos horas que duró no se hizo pesado ni largo, el propio cardenal arzobispo rompió el orden establecido de la ceremonia para dirigirse a los fieles tras la oración de los fieles. «Pocas veces en esta Catedral se han escuchados súplicas tan bien dichas y con mayor claridad. Todas y cada una de las palabras llegaban hasta el mismo corazón de Cristo. Creo que es la primera y mejor súplica que podía hacerse a Nuestra Señora de la Palma Coronada».

La emoción también se instaló en los presentes en las palabras que, al final del Pontifical, dedicó Carlos Bourrellier a todos los presentes, donde agradeció a todos los que de, una manera u otra, han contribuido a que esta coronación sea una realidad.

Y es que la presencia fue masiva, como hemos dicho antes. Incluso desde la Corporación Municipal. Gonzalo Crespo, delegado de Fiestas Mayores del Ayuntamiento, suplió al alcalde, ausente de la ciudad. Junto a él acudieron Jaime Raynaud, Agustín Villar, Ignacio Flores, Ricardo Villena, Alicia Martínez, María Dolores Meléndez, Almudena Zubiría, Esperanza Camacho y Antonio Ardila.

Fue la coronación de los niños del Centro de Estimulación Precoz. La coronación de la grandeza de la humildad y la sencillez. Por eso, por la tarde, cuando la noche ya se cernía sobre Sevilla, Nuestra Señora de la Palma Coronada se abrazaba a todos desde su palio en una procesión triunfal para regresar a su sede donde, hoy de nuevo, seguirá velando por todos esos niños que pusieron sobre sus sienes la corona del amor, la comprensión y el esfuerzo por superarse. Palma, claro que sí, los niños te han coronado.

Si la emoción presidió todo el Pontifical, la homilía del cardenal arzobispo estuvo acorde con el ambiente que se vivió ayer en la Catedral de Sevilla. Se detuvo, como no podía ser de otra forma, en la labor del Centro de Estimulación Precoz «Cristo del Buen Fin» para recordar a todos que «no es un lugar de asistencia ni de acción social más. Es un pregón diario lleno de alabanza a Dios; es protestación de fe en Cristo y estación de penitencia en cada momento; una corona para adornar a la bendita imagen de la Virgen de la Palma».

Igualmente, señaló el prelado que todos los presentes estaban allí para depositar en las sienes de la Virgen «doce estrellas que no vais a ver reflejadas en la corona, pero que son las estrellas de la fe en Cristo, del espíritu franciscano; de la bienaventuranza de los pobres; de la cruz de los que sufren; de las lágrimas de los padres que sufren por sus hijos; de la limpia mirada del niño que acaricia la mano de quien lo cuida».

Monseñor Amigo: «No ha podido tener la Virgen de la Palma un altar más bello»

Tras concluir el Pontifical, el altar de Laureano de Pina se llenó por completo de hermanos del Buen Fin que quisieron abrazarse y felicitarse por los momentos que acababan de vivir en torno a la Virgen de la Palma. No daba abasto el hermano mayor, Carlos Bourrellier, quien minutos antes, en ese mismo sitio, se había dirigido a todos los presentes para agradecer la colaboración y ayuda, señalando que el de ayer «es un día glorioso para todos los católicos, para Sevilla y para la Hermandad del Buen Fin».

Tras recordar los momentos vividos con el anuncia de esta coronación, no tuvo por menos que alegrase de que fuese precisamente fray Carlos el que hubiese coronado a la dolorosa del Buen Fin. «Tenía que ser franciscano el cardenal que coronase a la imagen de Nuestra Señora de la Palma».

Y si la emoción embargaba al hermano mayor, no le iba a la zaga el prelado, quien al final del Pontifical refirió a ABC que «me he emocionado mucho, ésa es la verdad. Hace años yo también trabajé en un centro de educación especial. Hoy he sentido el cariño de estos niños y me queda, sobre todo, la enorme satisfacción de lo realizado por la Hermandad al verlos aquí, en el Pontifical».

Felicitó, asimismo, a la Hermandad del Buen Fin por cómo ha llevado todo, precisando que «no ha podido tener la Virgen de la Palma un altar más sencillo y más bello».

http://sevilla.abc.es










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