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El cardenal presidió la consagración de la parroquia de Santa María de la Asunción. Nuria Pérez Saldaña. ABC Sevilla.


Nuria Pérez Campaña. ABC Sevilla. ALCALÁ DEL RÍO. El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, presidió en la mañana de ayer el acto de consagración y dedicación del Templo Parroquial de Santa María de la Asunción de Alcalá del Río después de dos años de restauración.

Aunque el día amaneció gris, ni la llovizna tempranera pudo deslucir en lo más mínimo el ambiente festivo que ayer se respiró en la villa alcalareña. Cientos de vecinos se agolparon a las puertas del templo para dar la bienvenida al Cardenal que, acompañado por el párroco, Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, esbozó su primera sonrisa al escuchar el anuncio de «¡milagro!» por parte del reverendo al comprobar el cese de la lluvia en el mismo instante de la entrada a Santa María de la Asunción.

En el interior, no cabía un alfiler. Los padrinos de la consagración, Cayetana Fitz James Stuart, duquesa de Alba, de mantilla negra, y la Hermandad de la Macarena de Sevilla, compartían ceremonia con la condesa de Saltillo, los condes de Sacro Imperio, los marqueses de Jodar, el marqués de Granja, la duquesa de San Fernando, la marquesa de Méritos, los marqueses de Monteflorido, la marquesa de la Motilla, los condes del Álamo, la marquesa de Aracena, los Condes de Navas, el marqués de Tablantes, el conde de Luna, Ana Abascal de Medina, junto al presidente de la Fundación Sevillana Endesa, Jaime Ybarra Llosent; el presidente de la Caja Rural del Sur, José Luis García Palacios,y el Hermano Mayor de la Real Maestranza, entre otros.

«Unidad ejemplar»

A las doce del mediodía, el canto del Coro parroquial abría los ritos iniciales con la lectura del Salmo «la alegría en la casa del Señor» y del libro de Nehemías y la primera carta del apóstol San Pedro. Si la emoción ya brillaba en los rostros de los asistentes, la homilía del cardenal, tan acorde a la solemnidad del templo, vino a engrandecer «la hermosura y armonía de esta arquitectura, arte de imágenes y reflejo de la bendita bondad del Señor». Son «piedras vivas» las que, según el Cardenal «han hecho este templo reflejo de caras llenas de vida, como la humildad, la caridad, el gozo, la alegría, la devoción y la alabanza», además de «una unidad admirable y ejemplar» donde «han puesto sus manos, técnicos, albañiles, el entusiasmo de todo un pueblo y el alma de Ignacio. En esta construcción no hay arena, sino amores restaurados».

Entre lágrimas

La «fiesta de dedicación» prosiguió, entre cánticos, con la unción de agua bendita del altar y los 12 pilares del templo para que «este lugar sea casa de salvación y signo de la iglesia humilde, generosa, entregada y de ojos abiertos».

Rociados los muros, un suave aroma a incienso cubrió cada rincón de la parroquia al tiempo que se vestía e iluminaba el altar. «Brille en la iglesia la luz de Cristo para que todos los hombres lleguen a la plenitud de la verdad» rezaban las palabras del Cardenal mientras los aplausos premiaban al nuevo templo dedicado. Pasada la una de la tarde, se celebró la liturgia eucarística y el rito de la comunión dando paso al acto de inauguración de la capilla del Sagrario, donde el Cardenal hizo entrega de la llave al rector del templo, que con los ojos humedecidos, recibió el abrazo del Monseñor.

En las mejores manos

«Puse la parroquia en manos de los mejores médicos y el cáncer del edificio ha sido sanado gracias a los que habéis escuchado mis voces de socorro», pregonó el cura Ignacio que, evocando a los venerables restos de San Gregorio, agradeció a los presentes y a su familia porque «la misión de Santa María ya está cumplida». Previa bendición final y despedida, el pueblo, que lloró de emoción durante las más de dos horas de ceremonia, entregó una placa en reconocimiento «a su labor artífice en la reconstrucción de la iglesia y sacar a flote lo mejor de nuestros corazones».

Ayer no hubo colores en Alcalá del Río.

Ni la cruz verde ni la morada soledad. Sólo una comunidad parroquial junto al río alcalareño, «entre barcas amigas», símbolo del resurgir de este que ya es, un auténtico tesoro religioso.










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