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El milagro de las Glorias de Sevilla. Esteban Romera. B. C. S.


Históricamente las Hermandades sevillanas han pasado momentos de esplendor y otros donde la carestía de recursos era la realidad palpable. Las de carácter letífico no se han escapado de esta lógica aseveración por mi parte, aunque recalcar que durante algunas épocas concretas eran las más pujantes de nuestra Ciudad, podría ser para muchos un descubrimiento, debiendo insistir en esta realidad histórica, afirmando que determinadas advocaciones gloriosas han tenido en Sevilla una devoción importante y significativa, superior a otras Cofradías de otro carácter fundacional. Fue a partir de los Duques de Montpensier en el siglo XIX cuando este cetro empieza a pasar de manos para ser las Cofradías Penitenciales las que poco a poco se situaron en un sitio de privilegio dentro de los diferentes caracteres fundacionales de las diversas corporaciones de nuestra Ciudad.

Desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días la mayoría de las Hermandades de Gloria de nuestra Ciudad han pasado por momentos realmente penosos llegando a tener una vida diaria muy limitada. Muchas de ellas se han extinguido o se han tenido que fusionar con otras de carácter penitencial, siendo en la mayoría de los casos unas absorciones encubiertas, debido a la situación de debilidad de las corporaciones letíficas. En otras ocasiones, sobre todo ya a partir de mediados del siglo XX,  estas Hermandades ya estaban fusionadas con las Hermandades Sacramentales de las parroquias de turno, y también debido a las penurias de estas corporaciones ya fusionadas, se crearon en estas parroquias una sola Cofradía con los tres caracteres, pero donde la Hermandad penitencial era generalmente la preeminente. Estas últimas se engrandecieron de forma notable y constante desde la época de estos Nobles benefactores sevillanos, la exposición iberoamericana de 1929 o las décadas de los sesenta o setenta del siglo pasado.

Por estos motivos, las Hermandades de Gloria de Sevilla que se mantienen en nuestros días de forma independiente o con la unión de la Sacramental de su propia parroquia, son realmente Cofradías con un enorme mérito, ya que su situación económica, en la mayoría de los casos, es de mínimos y con un patrimonio humano bastante limitado si lo comparamos con la inmensa mayoría de las corporaciones de carácter penitencial de nuestra Ciudad. Existen determinadas familias de cofrades en éstas a las que le debemos mucho, ya que por su trabajo continuado y su obcecación de seguir dando culto a estas advocaciones letíficas, no han caído en el abismo absoluto. Aunque en algunos casos esta circunstancia ha ocurrido por desgracia, existiendo en nuestra Ciudad muchas Hermandades de Gloria extinguidas o camino de ello.

Nuestras Glorias están muy vinculadas, en general,  a sus parroquias y feligresías, estando mucho más concentrados sus hermanos alrededor de éstas que la inmensa mayoría de las Cofradías penitenciales, que tienen sus hermanos más difuminados por toda nuestra Ciudad o incluso fuera de ella. Excluimos de esta aseveración alguna Hermandad penitencial de barrio. Este binomio Parroquia-Hermandad de Gloria nos debe dar una visión muy real, integral y profunda de los hermanos que sustentan a éstas corporaciones letíficas.

También es cierto que desde hace un par de décadas se viene notando un cierto incremento de este tipo de Cofradías y una mejor situación patrimonial tanto en el plano material como en el humano. Se han refundado algunas de ellas que estaban totalmente olvidadas y las que ya existían están más fortalecidas, circunstancia que ha hecho crecer de forma no espectacular pero si con un ritmo sostenido y claramente al alza, aunque quede mucho camino por recorrer en este sentido para llegar a parámetros óptimos.

Considero que la labor que hacen este tipo de Hermandades es encomiable y en muchas ocasiones es un “auténtico milagro” simplemente sobrevivir y llegar a final de mes, aunque en muchos casos desarrollan multitud de actividades echándole bastante imaginación tanto a sus, en general, maltrechas economías como a los actos y cultos tanto internos como externos que realizan. Deberían aprender algunas Cofradías penitenciales de esta forma de vivir y sentir.

El milagro de las Glorias de Sevilla es un hecho, pero considero que todos deberíamos cuidar a este colectivo de forma conveniente para que no hubiera pasos atrás en este sentido. Me consta que muchos cofrades, entidades y corporaciones tienen conciencia de ello. Debemos pensar que cuando una Hermandad del tipo que sea pasa por problemas o se extingue, con ella todos perdemos algo en el fondo. Las Cofradías de Gloria necesitan de nuestra ayuda y sobre todo intentar comprenderlas tal y como son y no como ocurre con muchos cofrades que intentan que emulen éstas a las corporaciones penitenciales. Este es un craso error. La personalidad letífica no debería perderse nunca y dentro de esta tendencia las diferentes corrientes que coexisten, al igual que ocurre con las penitenciales, ya que éste si que podría ser el principio del fin para esta forma tan maravillosa de sentir y dar testimonio cristiano.

No entiendo a esta Ciudad sin ver a la Virgen de Todos los Santos por la calle Feria, la Divina Pastora de las Almas por Vázquez de Leca, Teodosio, Ronda de Capuchinos, San Vicente o la calle Amparo, la Virgen del Rosario por Alfaqueque o por Bustos Tavera o la Virgen del Amparo por la Magdalena. Sevilla no sería Sevilla sin este milagro de las Glorias.

Artículo publicadop en el Boletin de las Cofradías de Sevilla Nº 560. Octubre 2005.










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