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El Credo de Ignacio del Rey Molina


 Daniel Gutiérrez Marín. Con una ovación de varios minutos al concluir arrodillado ante Jesús Nazareno, de la misma manera que cada madrugada del Viernes Santo comienza su particular estación de penitencia, Ignacio del Rey Molina consiguió sacar lo mejor de cada uno de los asistentes a la cuarenta edición del Pregón Universitario que cada año organiza la Hermandad de los Estudiantes en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla.

No exageraríamos al decir que Del Rey Molina ha sido uno de los mejores visitantes del atril universitario en sus cuarenta años de historia. El particular hilo conductor del pregón –el Credo según su impronta- en este Año de la Fe, las constantes alusiones a los estudiantes y la problemática que los lacera desde que comenzara la crisis económica –el pregonero reclamaba más inversión en educación-, la invitación al rezo del rosario y la insistente búsqueda de Dios, a pesar de las dudas constantes sobre su existencia, convirtieron la disertación en un texto perfectamente entendible y como un discurso unitario. Tampoco olvidó el pregonero la lección de humildad del Pontífice Emérito, Benedicto XVI, y la necesidad de “descubrir a Cristo en el pan de cada día” gracias a la labor de la Iglesia. 

El texto, preñado de valores y sinceridad, donde el disertador incluía la crítica más inteligente –“el Nazareno echa de menos al Cirineo en su templo colegial”, aludiendo a la Hermandad de Pasión-, estaba hilvanado con soltura, encontrando en él magníficos guiños a la cotidianeidad que nos deja la poesía de la otra sentimentalidad conjugados con los versos de estilo buzoniano –de mucho éxito entre el público cofrade- con los que Del Rey Molina echaba de menos una nueva Semana Santa que ya nos llega y las líneas dedicadas a los viernes señalados en rojo para el Señor de Sevilla. Un vocabulario nuevo, renovado, aludiendo a elementos profanos que iban más allá del tópico, aunque éste tampoco faltase; un estilo directo, de cara al público; un discurso memorizado casi en su totalidad; y el genial abrazo entre el estilo más clásico que apela al “azul carretería” y la sensibilidad necesaria para encontrar la Semana Santa de todos los días en “los pivotes peinados con las gotas de cera” convierten el pregón de Ignacio del Rey en un antes y un después en el arte de la oratoria cofradiera.

El disertador no olvidó en su pregón las tradicionales dedicatorias, cuidadosamente pensadas para arrancar el aplauso más caluroso de los asistentes, dejando ver en ellas sus debilidades emocionales como cofrade. San Bernardo, Esperanza de Triana, Amargura y Museo fueron algunas de las nombradas con intensidad. Por otro lado, palabras de especial afecto y devoción fueron dedicadas al rostro de Dios que, según Del Rey Molina, se encuentra en la Esperanza Macarena; así como el rostro de la Virgen es el de María Santísima de la Estrella; el abrazo y el temor a la mirada del Cristo de la Buena Muerte –“nuevo Edén de vida, viejos campos de muerte”-; el particular “te quiero” a su Cofradía del Baratillo y el intenso final con Jesús Nazareno en los labios: la devoción más particular, íntima y sincera del pregonero, que tiene el corazón marcado por la silueta del Dulcísimo Señor de San Antonio Abad.

Después del gran acierto en la designación de Ignacio del Rey como pregonero universitario, la propia Hermandad ha colocado el listón demasiado alto con vistas a futuras ediciones, si se plantean mantener este ritmo. Asimismo, podría ser recomendable pensar en un nuevo escenario para acoger este acto, más accesible para todo tipo de públicos, más amplio y con mayor aforo. El Paraninfo se quedó pequeño, en esta ocasión, para el numeroso público que se agolpaba en el perímetro de la sala.

Por otro lado, el propio orador ha dejado patente que es posible hacer un pregón nuevo, renovador, alejándose paulatinamente del costumbrismo sin abandonarlo, capaz de mantener la intensidad y el tono del mismo sin que se convierta en una pieza tediosa: todo lo contrario, manteniendo expectantes a los asistentes hasta el final de la disertación. Sin duda, Ignacio del Rey Molina está llamado a convertirse en uno de los mejores cantores de nuestra Fiesta Mayor.

Fotos: Juan Alberto García Acevedo.










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