Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • lunes, 29 de abril de 2024
  • faltan 349 días para el Domingo de Ramos

El poder de la fotografía antigua, 3: “Aquellos antiguos Acólitos”


Mariano López Montes. Siempre existirán personas que piensen sin dudarlo dos veces, que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, bueno frase muy hecha y a veces manía de tanto uso, y la verdad, en este mes en el que tanto tiempo tienen los libre pensadores y observadores domiciliarios, como aquellas monjas de clausura recluidas en Monasterios y claustros, donde fuera de las horas reposteras, que actualmente se han puesto tan de moda y la puntual fabricación de mascarillas debido a la Coronación del condenado virus, siempre han tenido el suficiente tiempo y horario para orar y meditar. Bueno pues nosotros actualmente hemos pasado del estrés y la competitividad, a la observación que a veces se trasforma para algunos en el tedio del aburrimiento y la irracional desesperación, sobre todo cuando aquellos angelicales niños dejan de adornar paredes y altares y se reencarnan en pequeños diablos hiperactivos.

Con el mundo de los tradicionales acólitos ha pasado como con todo en nuestras cofradías, desde que el personal que los reencarna, ha pasado al igual que con los costaleros y otros auxiliares, del salario por su trabajo, a la motivación algo mistificante y ejemplarizante de la penitencia o la cercanía a sus Amantísimos Titulares. Dicho de otra manera se ha pasado de pagarles un salario a cobrarles el estipendio de la tradicional papeleta de sitio.

En la fotografía  que siempre nos sirve de punto de partida  para nuestras reflexiones, vemos a un acolito a la antigua usanza con un pelado o “pelambrera” un poco afro- étnica, no muy afín a la estética imperante en la actualidad, el pobre hombre al parecer le venían muy bien “esas pesetillas que se sacaba”, pero al parecer o no tiene mucho entusiasmo por el eventual y estacional oficio, o bien padece de una rinitis alérgica, o realmente el humo sacro que sale de su plateado sahumerio o incensario no es muy de su agrado, por eso lo dosifica a pautas mínimas, y eso que ese día no le tocó un cirial o aquellos mastodónticos Simpecados Marianos siempre bellos y piadosos, pero siempre sobrados de Kilos.

Aquellos cambios en las cofradías ocurridos a partir de mediados de los setenta y ochenta, que me tocó vivir, cambiaron muchas cosas, de cobrar a apoquinar del bolsillo de tu papá o mecenas que te apuntó.

A mi generación o algunos locos entre los que me incluyo, nos dio por otro mundo que también se pagaba, que era el “mundo de abajo”, de aquellas antiguas cuadrillas que injustamente esta ciudad olvidó pronto, por los heroicos y afamados hermanos y aficionados no asalariados, que nos sentíamos atraídos por ese mundo duro, sórdido y mal considerado en la época y que pocos querían o tenían interés en hacerlo o practicarlo. Así que ciertos jóvenes y algunos más maduros nos sentimos atraídos por practicar lo que después y con cierta guasa se le denomino “Deporte Sacro”.

La ideología y el cambio social de las hermandades y la sociedad local en la visión de aquel antiguo costalero o “los viejos” por estos nuevos o “los niños” como se nos llamaba tuvo mucho que ver en el asunto.

Surgieron después otras nuevas generaciones que yo llamo “Los Brotes de Olivo”, que se introdujeron poco a poco en las hermandades, creando “los grupos jóvenes” que sustituyeron aquellas antiguas cuadrillas de acólitos, por una nueva hornada de jóvenes muy motivados y con afinidades de conocimiento litúrgico y servicio a los cultos  y otros eventos, entre ellos la salida procesional y la proximidad a los pasos para no perderse ni un detalle.

De aquellos viejos acólitos de aspecto algo descuidado nacieron estos jóvenes nacidos de contextos de cierta burguesía, preocupados por la imagen y la seriedad, que para eso sus padres los habían llevado a la tradicional peluquería de toda la vida para que los dejara más guapos, que un “San Luis de palo” como se solía decir, las caritas siempre con seriedad y el cuerpo con la compostura  precisa y justa, como si se tratara de un Juez de Paz.

Atrás quedaron aquellos tiempos que se citaban a aquellos “tíos” de antes para que un barbero los aseara, los pelara y afeitara, incluso se les confinaba en la propia hermandad, sobre todo si alguno de ellos o en conjunto fueran más devotos del Dios Baco y por supuesto practicante y consumidor de sus mágicos elixires en los tabernáculos de la zona.

Ya con estos niños nacidos y criados en esta España del progreso y desarrollo, que no pasaron hambre ni penurias, como decía un amigo mío mayor, perteneciente a La hermandad de San Isidoro, fuertes de espíritu y de cuerpo porque para eso se hacía gimnasia hasta en la escuela…. ¡ah si yo te contara mi vida…..!. Y al final siempre te contaba algún capitulo, la mayoría de las veces repetido.

Poco después surgieron las novedosas acolitas, la mujer por fin conquistaba los últimos bastiones de aquella sociedad machista, lo que en un principio no gusto a los más rancios de cada hermandad o cofradía, como pasó con las nazarenas.

Lo que si es cierto es que para esos papás o mamás su niño/a iban a ser el/ la más guapa/o de toda la cofradía, y además tenía por delante una brillante carrera política para convertirse en Hermano Mayor, Mayordomo o Prioste, bueno ese cargo no, que siempre tiene que currar mucho y se me malogra.

Tanto de costaleros a los que les dedicaremos otro apartado con la profundidad que ello se merece, como para “El Acolitado” sucedió exactamente lo mismo, de no querer salir nadie a ser el puesto más cotizado por muchos.

Para portar un cirial en la actualidad se tienen que cumplir rigurosamente unas normas o baremos o reglamentos internos que son cuantificables para optar a una plaza en el cortejo cofrade, con tanta seriedad como si de una oposición a Notaría o de funcionario se tratase,  según la categoría y cualificación del puesto y el lugar que se quiera ocupar. Es como el moderno carnet por puntos, pero aplicado al ámbito cofrade.

Y después de estos años, nacieron estos gourmet de diseño, de aquel humo sacro que estos nuevos y motivados acólitos echan a destajo, con esas nubes de incienso que vuelven opacos a los pasos y provocan la congestión nasal, las toses cofradieras y el lagrimeo ocular, para separar de forma evidente lo divino al que se ofrece y lo puramente humano que es el que lo produce.

                   ……Dedicado a “Los Brotes de Olivo” cuya identidad no voy a revelar, pero ellos saben bien quien son…….. 

Fotos: Archivo Mariano López Montes










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.