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La primera vuelta al mundo y las vírgenes sevillanas “olvidadas”. Reyes Pro Jiménez


La expedición que buscaba una nueva ruta para el comercio de las especias, y que acabaría dando la primera vuelta al mundo de la historia, partió de Sevilla y terminó su navegación en esta Ciudad; se hizo desde y hasta la capital hispalense bajo la protección de dos imágenes sevillanas de la Virgen hoy desgraciadamente casi olvidadas: la Virgen de la Antigua y la Virgen de la Victoria.

 

Antigua estampa de la Virgen de la Antigua. Archivo familiar RPJ

El puerto de Sevilla, que ya era importante desde la Antigüedad por el comercio de productos de su zona y por su situación estratégica segura ante posibles ataques, alcanzó con el descubrimiento de América una categoría universal.

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, Sevilla, el reino de Sevilla que abarcaba las actuales provincias (la división por provincias se inventó en el siglo XIX) de Huelva, Cádiz y Sevilla, pasó a estar en el centro del mundo conocido.

Fue Sevilla el puerto obligado en la ruta de navegación al Nuevo Continente con el establecimiento en Sevilla desde 1503 de la Casa de la Contratación, organismo que centralizaba en el reino hispano toda la actividad comercial y de exploración consiguiente a la misma. El puerto sevillano, que se hizo fundamental para las flotas y el comercio, hubiera podido parecer que no tenía unas condiciones ideales pues era un puerto fluvial en un rio con meandros o sinuosidades y distante cien kilómetros de la costa. A pesar de ello no podía ser otro el elegido para centralizar y controlar la actividad de flotas, comercio, administración estatal y expediciones. Primero por su importancia comercial desde mucho tiempo antes del XVI, y además por los problemas de otras posibles ubicaciones, que estaban fuera de rutas de comunicación (Huelva), o que no eran un puerto abrigado y seguro y por tanto podían estar expuestos a ataques (Sanlúcar de Barrameda o Cádiz).

Las flotas debían partir de Sevilla y las mercancías debían llegar a ella y controlarse por la Casa de la Contratación en Sevilla, por ello incluso se llegaron a establecer disposiciones para los maestres de los navíos con el objetivo de que evitaran hacer escalas en su trayecto de vuelta. Si que podían hacer escalas o paradas intermedias en trayectos de ida en algunos puertos para el aprovisionamiento de las naves, esto era lo usual en la época. Una escala indispensable en los trayectos de ida para todas las flotas era Canarias, donde cargaban agua y alimentos frescos.

Así, en el año 1519 partió de nuestra Ciudad la flota capitaneada por Fernando de Magallanes con el objetivo de establecer una nueva ruta hacia las islas de las especierías o de las especias (la mercancía o producto más valioso en esos años) que evitara las zonas que los tratados con Portugal habían establecido para dicho reino. En nuestra ciudad tuvo lugar la ceremonia de entrega de banderas a la flota y su izado en las naves, como era la norma del momento. La empresa sería culminada por Juan Sebastián Elcano en 1522 con su vuelta al punto de origen: Sevilla.

Pero vamos a detenernos en el hecho de la devoción y de las visitas de estos marinos a dos Vírgenes sevillanas, que marcarían su partida y llegada. Entonces y en años posteriores gozaron de gran devoción pero que hoy día están bastante olvidadas o no suscitan un fervor comparable al de tienen otras Imágenes Sagradas.

Fueron objeto del fervor de Magallanes y de Elcano la Virgen de la Antigua y la Virgen de la Victoria. La Virgen de la Antigua quizás por ser la devoción más significativa de la época, la más arraigada e insigne. Y en contraste una devoción nueva en la Ciudad de comienzos del XVI: la Virgen de la Victoria. Para el recordado Juan Martínez Alcalde la Virgen de la Antigua era “la más señorial de todas nuestras advocaciones” y la Virgen de la Victoria “de rostro sereno y hermoso” está directamente relacionada con hechos del viaje de Magallanes y Elcano.

Las visitas de personajes ilustres, incluso de la realeza, a la imagen de la Virgen de la Antigua de la Catedral fueron casi una obligación, respondiendo a la gran devoción que, como decimos, tuvo hasta el siglo XVIII (cuando por cierto se construyó el altar actual).

Además de visitar a la Virgen de la Antigua no es extraño que Magallanes acudiera al Convento de la Victoria para encomendarse a la Virgen de la Victoria a la salida de su viaje, pues sería con toda probabilidad en la iglesia de dicho Convento de la Victoria en Triana donde tendría lugar la mencionada ceremonia de bendición de banderas y de su entrega a Magallanes por el Asistente de Sevilla, Sancho Martínez de Leiva antes de la salida de la flota en agosto de 1519 (además de la vinculación que tenía Magallanes con el convento y que luego veremos). El punto de partida estaba muy cerca pues era el muelle de las Muelas (también llamado de las Mulas), ubicado en las inmediaciones del actual puente de San Telmo, cerca de las instalaciones deportivas del Círculo de Labradores, en Los Remedios.

 

Monumento conmemorativo cerca del emplazamiento del antiguo muelle de las Muelas o de las Mulas, RPJ

 

Al regreso de la expedición en 1522, el día 8 de septiembre festividad de la Virgen de la Victoria, Elcano rezó ante Ella. Después de la llegada de tan peligroso y penoso viaje de circunnavegación del mundo, en el que habían recorrido 14.460 leguas y visitado cuatro continentes, se postró ante la Imagen y dio gracias por el regreso, junto con los otros 17 supervivientes de los casi 250 miembros de la expedición. Elcano y sus compañeros marcharon después a venerar la imagen de la Antigua de la Catedral en camisa y descalzos con un cirio en la mano, como acto que culminaba su aventura y con el que daban por finalizado su viaje. Antonio Pigafetta, que tomó parte en la expedición, nos relata el hecho en su “Relación del primer viaje alrededor del mundo (1524)”

“… bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia.”

A pesar de no ser lo primero publicado y por tanto la primera noticia de la expedición (Maximiliano Transilvano publicó en 1523 datos y relatos extraídos de las entrevistas a algunos de los sobrevivientes del viaje cuando la nao Victoria, regresó a España en septiembre de 1522), el relato de Pigafetta es la fuente principal de información sobre el viaje de Magallanes y Elcano (a pesar de que nunca cite a este),pues describe con exactitud los hechos e incluso el propio Pigafetta era muy consciente de la importancia de su diario o relato:

De Sevilla partí para Valladolid, donde presenté a la Sacra Majestad de don Carlos, no oro ni plata, sino cosas que eran a sus ojos mucho más preciosas. Entre otros objetos, le obsequié un libro escrito de mi mano, en el cual había apuntado día por día todo lo que nos había acontecido durante el viaje

 

Pigafetta, A. Primer viaje en torno del globo, editor Federico Ruiz Morcuende. Edición Calpe, Madrid 1922.

 

La Virgen de la Antigua Coronada (Catedral de Sevilla)

El 24 de Noviembre de 1929, año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, esta imagen, pintura mural, fue coronada por el cardenal Eustaquio Ilundain y Esteban, teniendo por madrinas a las infantas Dª Dolores y Dª Luisa de Orleans. Las coronas (medias coronas para ser empotradas en el muro) fueron diseño del Padre Granda.

 

 De la Revista Blanco y Negro, 1929 Del Archivo familiar RPJ  

El I Congreso Mariano Hispano Americano, que finalizó en la misma tarde del día de la coronación, había estado bajo la protección de la Virgen de la Antigua. Su sesión de clausura fue presidida por el infante Carlos de Borbón en representación del rey Alfonso XIII, en el acto se leyó un mensaje especial del Papa y los enviados por el rey y otros altos personajes del Estado y la Iglesia. Con motivo de este congreso tuvo lugar una procesión de imágenes que ya recibían culto en Sevilla en los tiempos del Descubrimiento y la colonización: la Virgen del Buen Aire de San Telmo, el simpecado de la Virgen del Coral, la Inmaculada de San Buenaventura, la Merced del convento de las Mercedarias de la Asunción, el simpecado de la Virgen de Rocamador, la pintura de la Virgen de Guadalupe de la Catedral, la Virgen de la Hiniesta de San Julián, el simpecado de la Virgen de la Antigua, la Virgen de la Sede, y la Virgen de los Reyes de la Catedral.

Este fue el último gran momento de la devoción a la Virgen de la Antigua, que había decaído enormemente en el siglo XIX a pesar de haber sido una de las advocaciones más importantes de la Ciudad desde la Edad Media.

Mi abuela asistió a la Coronación y contaba que la devoción a la Virgen de la Antigua no era comparable con la de otras imágenes de Sevilla en esa época de 1929, y que incluso a muchas personas les resultaba algo extraño a pesar del fervor del Cardenal hacia la Virgen de la Antigua. No obstante fue todo un acontecimiento en la Ciudad, no sólo religioso sino social dentro de los fastos de la Exposición Iberoamericana celebrada aquel año.

Después de este magno acontecimiento se fundó en 1946 la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua y San Antonio de Padua con el fin de socorrer materialmente a las comunidades de religiosas de clausura de cualquier Regla y que hoy además trabaja en fomentar el conocimiento de la riqueza espiritual y patrimonial de los Conventos.

Posteriormente y aparte del ya antiguo patronazgo de la Virgen de la Antigua sobre la Academia Sevillana de Buenas Letras, hay que esperar para ver otro homenaje a la Virgen de la Antigua a 1995, cuando se inauguró en el barrio de “Sevilla Este” la Parroquia de Nuestra Señora de la Antigua y Beato Marcelo Spínola; no en muchas más ocasiones nos hemos acordado recientemente en Sevilla de la Virgen de la Antigua. Por último, en el año 2012 su altar fue representado en el cartel de las Glorias por el artista Daniel Franca.

Daniel Franca, Cartel de las Glorias de Sevilla, año 2012.

Pero veamos la historia de la Virgen de la Antigua. Esta imagen había sido pintada en uno de los pilares de la mezquita-catedral de Sevilla, sobreviviendo al derribo en el siglo XV del edificio para la construcción de la Catedral gótica, a la que fue trasladada situándose en la que sería la mayor de las capillas laterales: las obras de traslado del trozo de pared en el que estaba pintada, de 18 toneladas, fueron dirigidas por el arquitecto Asensio de Maeda entre agosto de 1576 y noviembre de 1578. ​ El instrumento usado para el traslado fue una grúa con cuerdas y poleas, por lo que para su manejo se contrató a maestres y hombres de mar, que sabían usar los artilugios que eran similares usados en los barcos.

La pintura mural con unas medidas de 3,21 m de altura por 1,16 de ancho y con superficie cóncava representa a la Virgen con el Niño en el brazo izquierdo y una rosa en la mano derecha sobre el pecho. La Virgen se cubre con un manto su cabeza y hombros. Las telas de la túnica y del manto son blancas y decoradas con motivos vegetales de color dorado. En envés del manto es de franjas oscuras y doradas. Unos ángeles sostienen la corona sobre la cabeza de la Virgen, el Niño tiene en su mano un pajarito, lo que suele simbolizar el alma, y viste una túnica oscura con detalles vegetales dorados como la Virgen​ Tanto la Virgen como el Niño aparecen con áura. Siguiendo la tradición bizantina, el fondo se presenta totalmente dorado, símbolo de la Divinidad.

La Virgen de la Antigua de la Catedral, RPJ 

La iconografía de la Virgen de la Antigua responde al modelo bizantino, muy extendido desde la Edad Media, de la Odegitria u Hodegetría: representa la que lleva el camino, la que indica el camino, en referencia a Jesús, camino verdad y vida (Juan 14, 6). Fue un tema iconográfico fundamental para el arte cristiano, proveniente, como otras muchas influencias artísticas y culturales en general, del arte bizantino.

Aparte del origen de su iconografía, son evidentes las influencias de la pintura italiana en la Virgen de la Antigua, de Siena por la dulce expresión y de Florencia por la monumentalidad de la figura, además de un gusto “barroquizante” en los adornos de tradición local. Por sus características estilísticas lo más probable es datarla a mediados o en el segundo cuarto del siglo XIV (según el P. Gabriel de Aranda y José Mª Medianero). Ello a pesar de los repintes y restauraciones, que sufrió desde el siglo XV (como el añadido a principios de ese siglo de la figura de la donante, puede que Leonor de Alburquerque, o la restauración posterior al traslado de muro en el XVI), ya sólo en 1991 se restauró con criterios técnicos actuales.

La iconografía y las características estilísticas de la Virgen de la Antigua son seguidas por otras imágenes en Sevilla. Tanto de época similar o poco posterior, como la Virgen del Coral (en la Parroquia de San Ildefonso, que también sufrió un traslado del muro en que está pintada) y la de Rocamador (en la de San Lorenzo, advocación que aparece en las Cantigas de Santa María de Alfonso X), como otras de épocas algo más recientes como por ejemplo las existentes en el Palacio Gótico del Alcázar y en la Capilla de Maese Rodrigo. La iconografía y/o la advocación estaban extendidas por toda la península, por Canarias, por Europa y por el Nuevo Mundo.

Virgen de Rocamador, Parroquia de San Lorenzo y Virgen del Coral, Parroquia de San Ildefonso

En cuanto al origen de la advocación de “Antigua” existen muchas teorías, como la posiblemente elaborada muy a posteriori que considera la advocación creada por el Papa San Silvestre en el siglo IV porque María es la consumación de las profecías del Antiguo Testamento. Puede ser una advocación de tradición castellano-leonesa, dada su pronta aparición en Sevilla: en la provincia de León se encuentra el pueblo de La Antigua, que tiene una iglesia dedicada a la Virgen con una talla de la Virgen de la Antigua del siglo XII. También el siglo XII existía en Medina del Campo una iglesia llamada "de la Antigua", se cree que Fernando de Antequera estuvo vinculado a dicho templo y que fundó una Orden de la Virgen de la Antigua en 1403. Además, en 1510 Núñez de Balboa, hijo de un hidalgo leonés, ​fundó la ciudad de Santa María la Antigua del Darién en el continente americano.

Puede que la advocación derive simplemente de la pretendida o legendaria antigüedad de determinadas imágenes, como sería el caso de la Virgen sevillana, a la que se llegó a datar de forma tradicional, basada en leyendas, en épocas muy remotas: paleocristiana o anterior a la época musulmana. 

La Virgen de la Victoria de la Real Parroquia de Santa Ana y su Convento.

La iglesia y convento de la Victoria fueron el lugar el lugar elegido por Magallanes para su futuro enterramiento (que nunca pudo hacerse pues murió en el viaje y su cuerpo se perdió) y para recibir de su parte distintas e importantes “mandas” o legados testamentarios (lo que tampoco pudo llevarse a cabo por la familia) … “para facer la capilla de dicho monasterio e porque los frayles siempre jamás tengan cargo de rogar por mi ánima” tal como consigna en su testamento, firmado en el Alcázar de Sevilla.

No es de extrañar que un recién llegado a la sociedad sevillana eligiese para su enterramiento y para que recibiese lo donado por su testamento un convento, que al estar recién fundado seguro le acogía sin problemas, pues el objetivo sería seguramente introducirse en los vericuetos de relaciones humanas de la época, lo que como “benefactor” de algún monasterio o convento le resultaría mucho más fácil.

La imagen de la Virgen de la Victoria, actualmente en el Real Parroquia de Santa Ana de Triana, parece derivar de la Patrona de Málaga, escultura de finales del siglo XV atribuida a Jorge Fernández. Para Antonio Rodríguez Babío, Delegado Diocesano de Patrimonio Cultural, la advocación de la Victoria está relacionada con la Orden de los frailes Mínimos de San Francisco de Paula, quienes la difundirán vinculada a la conquista de Málaga en 1487 por los Reyes Católicos.

Nuestra Virgen de la Victoria es una imagen sedente que mide 1´27 m de altura; de autoría anónima, probablemente del siglo XVI, sostiene el Niño en su regazo con gran ternura. Siendo de talla completa con estofados, en el siglo XVIII se mutiló para lucir vestidos cortándole parte de la cabellera tallada y los brazos. En 1922 con motivo del IV Centenario del viaje de la Nao Victoria se restauró devolviéndole su carácter de imagen de talla completa.

Los tres estados de la imagen de la Virgen de la Victoria a comienzos del siglo XX. Universidad de Sevilla

Así la imagen de la Virgen de la Victoria había llegado en el año 1883 a la parroquia de Santa Ana, donde hoy la vemos modificada, o como poco muy restaurada. Incluso puede que, como indica el profesor Roda Peña, la imagen ante la que rezaron Magallanes y Elcano fuese otra anterior a la que hoy vemos y que esta sería otra nueva que conservaría la misma advocación pues no parece coincidir con las características estilísticas de los comienzos del siglo XVI, siendo más coincidente con los parámetros estéticos de fines dicho siglo. Lo más probable, como señala el Rv.P.Rodríguez Babío, es que la Virgen fuese modificada en esa época pudiendo ser perfectamente la original de comienzos de dicho siglo. Como hemos indicado en el año 1922, con motivo del IV centenario de la llegada a Sevilla de la expedición encabezada por Elcano, la imagen fue restaurada para devolverle su carácter de talla completa. Posteriormente se colocó en el retablo de la capilla donde se ubicaba un frontal de azulejos de Mensaque que muestra una representación de la Nao Victoria.

El Convento de la Victoria

En 1512 el provincial de la Orden de los Mínimos, Pedro de Almodóvar, y diez frailes profesos que provenían del Convento de la Victoria de Écija, obtuvieron licencia del arzobispo Diego de Deza para fundar un convento de esta Orden en Sevilla, y se instalaron intramuros de la ciudad, junto a la Iglesia de San Miguel (que estaba en la actual Plaza del Duque). Desde el descubrimiento del Nuevo Mundo, había aumentado en Sevilla el número de marineros, navegantes y miembros de los gremios vinculados, generando una demanda pastoral. La atenderían los Frailes Mínimos trasladándose en 1516 a un nuevo convento muy cercano al rio Guadalquivir y a las riveras que servían de muelles, ya que el gremio de calafates de Sevilla, concretamente su Hermandad de San Sebastián, les cedió unos terrenos, con ermita, hospital y “huerta, naranjal, tierras sembradas y alberca”. Al principio reformaron y emplearon como templo la antigua ermita de San Sebastián, siendo consagrada en noviembre de 1517 bajo la advocación de Santa María de la Victoria, dando culto a una imagen de la misma, pero inician obras de una nueva iglesia (como hemos visto Magallanes tuvo la intención de legar fondos para dicha obra) que se terminaron en 1524. El convento era modesto y no muy espacioso, adaptado a la comunidad no muy numerosa pero más tarde sería uno de los más grandes de Sevilla, siendo ya adelantado el siglo XVI Francisco Duarte de Mendicoa, Proveedor General de la Armada y de los Ejércitos su gran benefactor.

Detalle del grabado de Sevilla, M.Merian 1638; la torre de tres cuerpos e iglesia, en el centro de la zona inferior, puede corresponder al Convento de la Victoria.

Este convento sufrió un gran incendio en la noche del 22 de octubre de 1704 causado por un descuido de un hermano (sacristán) que preparando las vestimentas litúrgicas para el oficio del día siguiente, dejó una vela encendida. Según testimonios de la época “se quemó este convento y la iglesia hasta la cabeza de las campanas y en … 1707, estaba todo reparado”.

Diversos acontecimientos del siglo XIX dañarían aún más el Convento. Cuando se declaró la epidemia de fiebre amarilla en 1800 se estableció el hospital epidémico de Triana en el Convento de la Victoria habilitando salas para atender a los afectados. Con la invasión francesa de 1810 el convento sería clausurado y después de unos breves años de vuelta de la comunidad sería desamortizado en 1835 y derribado en 1846 no quedando casi nada de su patrimonio (sólo el relieve de bronce del sepulcro de Francisco Duarte y Catalina de Alcócer, anónimo hacia 1555, hoy en el Panteón de Sevillanos Ilustres; el Retablo mayor, anónimo hacia 1690 en la Iglesia de San Jacinto; y la serie de ​cuadros de la vida de San Francisco de Paula, anónimo de mediados del siglo XVIII en el Santuario de San Francisco de Paula de Roma.)

Nada queda de su edificio, pues no se sabe con seguridad total ni siquiera su emplazamiento. Para algunos autores correspondería al solar donde se levanta el actual colegio José María del Campo en la antiguamente llamada plaza de la Victoria, lo más probable es que se situase donde hoy podemos ver el templo de los Paúles en la calle Pagés del Corro.

Se fundaron y residieron en el Convento de la Victoria algunas hermandades, como la desaparecida “Entrada Triunfante en Jerusalén y María Santísima del Desamparo” de mediados del siglo XVII, que se fusionó en 1668 con la de San Sebastián; la capilla se encontraba al fondo del templo al lado del evangelio. Permaneció en la iglesia hasta 1835 por la desamortización, por lo que trasladó sus enseres y pertenencias al vecino convento de Los Remedios, donde permaneció hasta que fue clausurado en 1868, perdiéndose las imágenes, enseres y por último extinguiéndose la corporación.

En 1560 se fundó en el Convento de la Victoria la Hermandad de luz de Nuestra Señora de la Estrella y San Francisco de Paula, por personas dedicadas a los viajes a las Indias, en un lugar anejo a la iglesia construyeron capilla propia que se salvo milagrosamente del incendio que padeció el convento en 1704. En 1644 se había erigido en la ermita del hospital de la Candelaria, también en Triana, la Cofradía del Santo Cristo de las Penas, Triunfo de la Santa Cruz y Amparo de María Santísima, que estaba compuesta sobre todo por gente del gremio de la alfarería. En 1675 se unió a la Hermandad de la Estrella. En 1835 la Hermandad de la Estrella se trasladó a la Iglesia del Convento de San Jacinto, de los dominicos y en 1976 a una capilla propia en la calle San Jacinto de Triana.

La Virgen de la Antigua y la Virgen de la Victoria son unas de esas importantes devociones marianas de la ciudad que, poco a poco, han ido cayendo en el olvido.

Y eso a pesar de varios hechos: en primer lugar de la devoción que tuvieron en el pasado y de su gran importancia histórica y artística, pues fueron las imágenes de la Virgen ante las que rezaron casi 250 hombres para pedir por el buen éxito de la expedición de Magallanes y ante las que se postraron Elcano y los otros 17 supervivientes, tras regresar a la ciudad en 1522.

Además la Virgen de la Victoria fue la que dio nombre a la única nave que regresó de la gesta y la Virgen ante la que Magallanes recibió las banderas que lucirían en las cinco naos, y como destaca el RV.P. Rodríguez Babío es la "…hermosa imagen mariana que hoy cobija la Real Parroquia de Santa Ana … testigo de la historia gloriosa de nuestra ciudad y de Triana".

Tampoco tiene ya la devoción de otros siglos la Virgen de la Antigua, que como hemos recordado en palabras de Martínez Alcalde, puede considerarse “la más señorial de todas nuestras advocaciones”.

 Dedicado a nuestro amigo Mariano por su recuperación, que

 agradecemos a la Virgen de la Antigua y a la Virgen de la Victoria

 

Reyes Pro Jiménez

Historiadora, archivera y bibliotecaria










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