Arte Sacro
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Jueves pastoreños. Patrimonio. El “panal”: un tesoro sobre el pecho de la Virgen (y II). Francisco Javier Segura Márquez


Uno de estos broqueles es el que posee esta corporación.

Luis Prieto nos sigue describiendo el ejemplar: “Se trata de una rosa de pecho fechable en el siglo XVII (esto es, anterior a la datación de la propia Imagen titular) que responde al tipo de los broqueletes o panes de los que ya hablamos, con una disposición de las piedras en retícula. Sin embargo, el hecho de que esté ejecutado en oro y esmeraldas, en vez de con diamantes y de que su hechura y tamaño no responda a los modelos propios de la zona, nos hace dudar de su procedencia. La pieza pudo haber sido ofrecida por el duque de Osuna, benefactor de la cofradía desde sus inicios y nos aventuramos a asignarle un origen indiano.

En el cuadro de grandes dimensiones que se conserva en el Museo de América de Madrid fechado en 1716 y titulado “Entrada del arzobispo y Virrey D. Fray Diego Rubio Morcillo de Auñón en Potosí” aparecen alhajas de este tipo adornando el sombrero de los caballeros que acompañan al señor principal. Esto indica que allí debieron ser frecuentes, con lo que intuimos que esta pieza en concreto pudo haber llegado de aquellas tierras”.

Damos las gracias a Luis Prieto, que con la ayuda inestimable de Isabel Núñez nos han querido transmitir el valor especialísimo de la pieza en cuestión, que forma parte del ajuar más significativo de nuestra titular y que, por ello, nunca falta en las ocasiones más especiales, como la solemne novena y la salida procesional, amén de la ceremonia de besamanos, en la que la Divina Pastora vuelve a lucir lo más granado de su joyel en complemento de sus ricos atuendos textiles.

Se nos presentan como la “Novia...enjoyada con oro de Ofir” del salmo responsorial de la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora.

A lo largo de casi 325 años de historia, las joyas han sido regalos habituales procedentes de todas las clases sociales. Este broquel, conocido por nosotros como “El Panal”, nos muestra cómo esa cúspide social, que llega a Sevilla acompañando a la corte de Felipe V, deja en la ciudad y a las plantas de la Divina Pastora, una pieza sin parangón dentro de los ajuares marianos hispalenses.










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