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Jueves pastoreños. La Pastora Dolorosa (I). Francisco Javier Segura Márquez


La inminencia de la Semana Santa nos lleva en esta ocasión a acercarnos, en dos entregas, a la profundidad teológica de la representación que se ha venido a denominar “La Pastora Dolorosa”. A nadie escapa que, bajo este sobrenombre popular, se nos viene a manifestar la versatilidad iconográfica de María bajo traje y título de Pastora, asumiendo así las características iconográficas de los diferentes misterios y pasos de la vida de Nuestra Señora, en todos los cuales, por natural ejercicio de su Maternidad Divina, se la considera Pastora del Rebaño de Cristo, que es Buen Pastor y a la vez Cordero Divino que quita los pecados del mundo a través de su cruento sacrificio en la Cruz.

 

Es en el Calvario donde tenemos que poner los ojos. En la consumación de la Redención de Cristo, “antes de que sus brazos, extendidos entre el cielo y la tierra trazasen el signo indeleble de tu alianza”, como reza la Plegaria Primera de la Reconciliación, quiso nombrar a María como Madre de la Iglesia, encarnada en el Apóstol Evangelista San Juan, quien “desde aquella hora la recibió en su casa”. Es por ello que, considerando la representación canónica de la Divina Pastora como excelente muestra del antedicho compendio de misterios y escenas de la vida de la Santísima Virgen, cabe escindir de dicha representación la que hemos venido a llamar “Pastora Dolorosa” simplemente al considerar que, en el justo momento en que María fue consagrada Pastora y Madre de la Iglesia, lo hacía en el tránsito terrible de sus Dolores al pie de la Santa Cruz en la que fue inmolado el Cordero de Dios, Cristo Nuestro Señor.

 

Así, desde los propios textos de Fray Isidoro, el trance del Calvario toma un protagonismo fundamental: “La Militante Iglesia nació en el Calvario…estaba allí al pie de la Cruz María Santísima…Cada uno de los Dolores que sufrió en la Pasión de su Hijo…fue…para que…fuese Corredentora de los hombres”. Ya en “La Pastora Coronada” (1705), Fray Isidoro define los Misterios Dolorosos de la Corona de la Divina Pastora, que indica sean rezados en martes y viernes. Son los mismos siete misterios de la Corona Dolorosa: 

La Presentación en el Templo y la Profecía del Anciano Simeón.

La Huida a Egipto.

El Niño Perdido en el Templo.

Jesús encuentra a su Madre en la Calle de la Amargura.

Jesús muere en la Cruz.

Jesús muerto en los brazos de su Madre.

La Soledad de María tras dejar el cuerpo de Cristo en el Sepulcro. 

En una publicación posterior, Fray Isidoro desarrollará el tema de forma independiente en el “Septenario de los Siete Dolores de Nuestra Señora”, editado en fecha incierta pero que ha extendido su influencia por muchos lugares, conservando su empleo continuado en la Hermandad de la Soledad de Hinojos. Esta persistencia de los temas pasionistas en relación a la Divina Pastora ha dado lugar a una serie de representaciones artísticas, que abordaremos, desde lo general a lo particular, en la extensión adecuada que permitirá abarcar tan profundas representaciones pasionistas vinculadas con la Divina Pastora.

 

Queremos empezar con la primera obra pictórica, titulada “Alegoría del Inmaculado Corazón de la Divina Pastora”, fechada durante el siglo XVIII y perteneciente a la colección del Museo Soumaya de México. En ella contemplamos a la Divina Pastora inserta en un corazón, sobre el cual se clavan, en forma de espadas, las siete representaciones de los Misterios Dolorosos de la Corona. En el centro, la espada ha sido sustituida por la imagen del Crucificado, como protagonista de la Pasión. En el registro inferior, San Miguel Arcángel y el Ángel de la Guarda protegen y atienden al rebaño de las Almas de la Iglesia. Como compendio de los Siete Dolores nos muestra un programa iconográfico en el que las influencias coloniales se encuentran manifiestas. 

Podemos decir lo mismo de una curiosa “Divina Pastora” de José de Páez, fechada entre 1750-1790, en cuya representación encontramos múltiples particularidades. Viene a esta sección del Jueves Pastoreño, principalmente, por mostrar en su pecho un corazón atravesado por flechas. Si nos fijamos en el detalle, el corazón incluye dos flechas en forma de aspa, lo que podría venir a representar la visión de San Agustín en sus “Confesiones” vinculando así la Divina Pastora con dicha familia religiosa. La postura de la Divina Pastora es verdaderamente llamativa: nos hemos encontrado con la Pastora Niña dormida pero nunca con una representación adulta. Puede estar vinculada con el texto del Cantar de los Cantares: “No despertéis ni desveléis a la Amada hasta que ella quiera…” Los elementos de la iconografía se hallan presentes en una disposición peculiar. Admiramos el detalle de los corazones ensartados que sostienen los ángeles: siete, uno por cada uno de los siete dolores de Nuestra Señora.

 

Una representación contemporánea de María, con traje y título de Pastora, es la que, denominada como “La Divina Pastora con la Santísima Trinidad”, fue realizada por Enrique Orce para el convento de Padres Capuchinos. La obra, que sirvió de modelo para el atuendo de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, realizada por Juan de Astorga,  al modo de “Pastora Dolorosa”, aunque no representa exactamente una escena de la Pasión, puede asociarse a la misma por la peculiar fisonomía de la Virgen, representada en edad madura y con los ojos vueltos al cielo, en actitud de mirar la Cruz Redentora de Jesús. La presencia de la misma en el paisaje evoca directamente la Pasión y es por ello que la incluimos en esta serie de iconografías de “La Pastora Dolorosa”. 

La próxima semana recorreremos diferentes representaciones de los Dolores de la Santísima Virgen a través de la iconografía pastoreña. Una manera de acercarnos a los padecimientos de María, Corredentora Nuestra, que quiso manifestarse a nosotros en traje y título de Pastora.









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