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Jueves pastoreños. La Solemnidad de Todos los Santos y la Divina Pastora (II). Francisco Javier Segura Márquez


Tras iniciar la pasada semana el ciclo de la Solemnidad de Todos los Santos presentado variadas obras en las que contemplamos a la Divina Pastora rodeada de múltiples Santos, nos seguimos acercando a la iconografía pastoreña, que en sus múltiples versiones también se nos presenta con la compañía de Santos por parejas o de forma individual. El modelo de esta representación hunde sus raíces en la Edad Media y mantiene su éxito a lo largo del Renacimiento y el Barroco, en cuyo apogeo la devoción a María como Divina Pastora tiene también su etapa más fructífera.

 

Nosotros hemos querido mostrar hoy varias de estas representaciones a través de pinturas y grabados en diferentes técnicas y estilos dentro de una amplia cronología. Lo haremos en dos grandes grupos. Las primeras cuatro obras nos ofrecen la visión de la Divina Pastora junto a dos Santos. Las otras seis nos la presentan junto a uno solo, que dialoga en fervorosa actitud con María, bajo Traje y Título de Pastora. 

 

Por jerarquía iconográfica, en la primera imagen presentamos a la “Sagrada Familia de María, Divina Pastora”, en la que podemos contemplar a María, sedente, con un cordero en su regazo, asistiendo silenciosa a la labor de su Hijo como Buen Pastor, que alza la mano para guiar al Rebaño de su Madre, que nos deja ver en su pecho el Corazón Inmaculado. A la izquierda de la imagen, el Patriarca Bendito Señor San José, que lleva un cordero ceñido de su cuello con una cadena y contempla, también amorosamente, a Jesús Niño. Mientras que en pintura, este conjunto resulta inopinadamente visto, en escultura es muy habitual, especialmente en la Navidad. 

 

Durante los días en los que celebramos el Nacimiento de Jesús, contemplamos de hecho a nuestra Amantísima Titular junto a San José. La misma escena la encontramos asociada a otras Imágenes de la Divina Pastora, tanto en nuestra ciudad como en otras capitales andaluzas, ya que su iconografía y actitud se prestan de forma excelente a la recreación del Nacimiento del Señor en Belén.

 

Para una mayor unidad temática de este Jueves Pastoreño, insertaremos en la segunda imagen el lienzo de la “Divina Pastora con San Felipe Neri, San Francisco de Sales y Santos filipenses”, que se conserva en el Oratorio de San Felipe Neri de la localidad de San Miguel de Allende, en Guanajuato (México). Difundida esta obra en la obra “La Divina Pastora en los escritos de Fray Isidoro de Sevilla, podemos contemplar en él a la Divina Pastora acompañada de los santos mencionados y una docena de colegiales adscritos a las clases que impartían estos Religiosos. 

 

La presencia de un grupo de fieles arrodillados ante la Divina Pastora nos remite a la multitud de representaciones de la Virgen bajo tan piadoso Título rodeada de frailes Capuchinos, Franciscanos y otras muchas Órdenes, que no podemos presentar en aras de una mayor brevedad y claridad en la exposición.

 

A la Orden Franciscana, en sus diferentes ramas, debemos la mayoría de las representaciones de la Divina Pastora acompañada de Santos. En primer lugar, ofrecemos en la tercera imagen la “Divina Pastora con San Francisco y San Félix de Cantalicio”. Al Serafín lo distinguen sus manos llagadas; a San Félix su capacho para recoger limosnas, el cual pone a un lado para recoger a Jesús, según cuenta la piadosa tradición, que le fue entregado en sus brazos por María. Así lo vemos en esta hermosa pintura dieciochesca, en la que el Niño Jesús porta un peculiar florón mientras acaricia un cordero que llega a su regazo. 

 

Pertenece al ámbito de la cromolitografía, extendida a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la obra que contemplamos en la cuarta imagen. En ella, la Divina Pastora, en un paraje bucólico que incluye la presencia de un gran lago (que nos induce a pensar en el origen italiano de esta ilustración), apacienta su Rebaño ante una fuente en la que, mientras beben los corderos, son acompañados por San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, que presentan miradas contrapuestas. Mientras Francisco mira a la Virgen en místico arrobo, Antonio de Lisboa se detiene para acariciar a uno de los corderos del Rebaño de la Divina Pastora sosteniendo su arquetípico ramo de azucenas. 

 

San Antonio de Padua es el protagonista de las tres imágenes siguientes. La quinta ilustración de nuestro serial responde a un dibujo perteneciente a la Colección del Museo Nacional del Prado. Obra del grabador valenciano Manuel Bru (1736-1803), nos presenta a la Divina Pastora, con el Niño Jesús junto a Ella, mirando bondadosa y sonriente al Santo paduano, que le ofrece una cesta con flores que pueden interpretarse como un regalo a cambio de la cercanía del Niño Jesús, que María le brindó en su celda, o bien como conjunto de oraciones a María. Se trata de un trabajo preparatorio para un grabado, que comparte temática con otra litografía, esta vez coloreada, que contemplamos en la sexta imagen. 

 

En ella, la Divina Pastora, que viste de celeste y naranja “caldera”, mostrando a Jesús Niño en el regazo, recibe de nuevo las flores que San Antonio le ofrece. La presente litografía fue mandada a estampar por la Cofradía de la Divina Pastora del Convento Capuchino de San Antonio de Murcia. Es por esta razón que contemplamos a dicho Santo, no solo en la presente estampa, sino en muchas de las que se originaron en el ámbito murciano y levantino. En Valencia, también estaban asociados dichos Cultos, dado que en el Convento de la Sangre de Cristo también se veneraba una famosa Imagen del Santo paduano. 

 

En la séptima imagen, un hermoso lienzo de la misma iconografía nos presenta dos escenas en la misma cuadratura. Tenemos, por una parte, la propia representación de la Divina Pastora, con el Niño en el regazo, sobre el lado izquierdo de su cuerpo, y por otro, a este mismo Niño Jesús, ternísimamente abrazado al Santo, lo que provoca que, fija su contemplación en esa escena, la Virgen pase tiernamente desapercibida. Detalles como el cayado en forma de bastón de mano, más corto de lo habitual, y la presencia potente de los ángeles colorantes que se intuye en la infografía. 

Las imágenes octava y novena nos acercan a la hagiografía de la Orden Capuchina. En la primera de ellas, contemplamos a la Divina Pastora, pintada al óleo sobre tabla, mientras a su izquierda, orante y arrodillado, aparece el inconfundible Fray Diego José de Cádiz, sosteniendo un crucifijo. La Divina Pastora no porta Niño Jesús y se presenta a la sombra de un rosal. No existen más referencias paisajísticas, y el celaje casi neutro permite fijar la atención sobre la estampa de la Sacra Conversación entre Fray Diego y María Santísima.  

En la novena imagen, de nuevo de carácter cromolitográfico, nos encontramos a una Divina Pastora sentada sobre unas peñas, que viste manto celeste que le cubre todo el cuerpo y sostiene una oveja pequeña sobre su falda. Otra oveja descansa a sus pies y a la altura de sus manos reposa un canasto con flores. A su lado, orante, se descubre la figura de San Pío de Pietrelcina, lo que nos invita a pensar en el origen italiano de la estampa. Junto a ambos, el brocal de un pozo o fuente, de gran potencia arquitectónica, junto al ángel que se intuye al fondo, tallado en mármol sobre un basamento, nos llevan a un escenario palaciego en las montañas.  

Por último en esta noche, recuperamos la hermosa imagen de la “Divina Pastora con San Simón Stock”. Según la presentamos en Julio de 2021, “es una pintura fechable en el siglo XVIII. En ella podemos contemplar a la Santísima Virgen, vestida con el hábito carmelita sin que falte la presencia de la correa, que asoma bajo el borde de la capa recogida sobre las rodillas, imitando la colocación del manto que muestran las representaciones pictóricas de la Divina Pastora. Con ellas comparte, además, la presencia del cayado, que porta en su mano izquierda, gesto tomado quizás de las esculturas pastoreñas”.  

Como afirmábamos entonces de esta obra: “En su mano derecha sostiene el escapulario que acaba de imponer a San Simón Stock, que la contempla arrodillado en gesto de devoción ante la presencia celestial de Nuestra Señora. La Madre del Señor no luce la pellica característica ni el sombrero, pero ciñe sus sienes con una corona con canasto y cuatro imperiales, cercana a la que sostienen dos ángeles sobre la cabeza de la Divina Pastora en las interpretaciones pictóricas fieles al modelo original. El ambiente rocoso evoca la dureza del Monte Carmelo, y el árbol que aparece a la izquierda de la imagen recuerda el granado bajo el cual se nos presenta la Divina Pastora en sus versiones de carácter bidimensional. No falta al lado izquierdo el Rebaño de corderos que acuden a la protección de María”. 

La próxima semana concluimos la serie conociendo más detalles sobre las Reliquias que se veneran en nuestra Capilla. Muchas gracias a todos por seguirnos atentamente y fomentar, a través de los canales más variados, nuevos temas para estos Jueves Pastoreños. Que María, Madre y Pastora Nuestra, os colme de bendiciones.










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