La Virgen a la que rezaban los reyes. Antonio Sánchez Carrasco
El verano de 2020 en el que el Covid nos metió el miedo en el cuerpo, lo iniciamos en Granada. Aunque la primera idea era Murcia, con la idea de empaparnos de Salzillo y su escultura barroca. Pero los monumentos habían empezado a abrir en esa semana y la mayoría tenían un horario muy reducido. Con lo que mi aproximación al barroco murciano quedaba de nuevo en suspenso.
Así que decidimos cambiar a Granada que desde 2015 no íbamos y así aprovechábamos para ver obras de Pedro de Mena, cambiando el barroco murciano por el granadino.
Nuestro hotel se encontraba justo a la espalda de la basílica de las Angustias, patrona de Granada. Nuestro primer destino era buscar una localización para almorzar y el hecho de que una semana antes hubiera terminado el estado de alarma, nos hizo tener que conformarnos con la primera localización que encontramos. La cerveza estaba buena, pero las tapas no sirvieron para llamarnos la atención en lo gastronómico.
Nuestra primera visita estaba prevista para ese mismo domingo por la tarde porque el convento de San Bernardo en la Carrera del Darro sólo abría en domingo. Nos recibió un joven que nos contó como un grupo cultural cercano al Cister estaban tratando de defender el convento de la ocupación ya que sólo quedaban cuatro monjas en la clausura y el fenómeno Ocupa podía ponerlas en problemas. La entrada por una de las puertas nos llevó hasta una sala en la que nos encontramos a una santa hispalense que este que les escribe no la conocía. Santa Verania. Un santa de origen godo y a la que bien conocen en Alcalá del Rio, aunque yo he de confesar que no había oído en mi vida. En la misma estancia un busto de aquellos que se queda a medio camino entre dos familias de imagineros, los Mora y los Mena. Y presidiendo la estancia un cuadro de gran tamaño de la Virgen de los Reyes.
Una imagen que databa por la parte trasera en una anotación, en el siglo XVIII, pero que por la toca blanca que llevaba la Virgen sobre los hombros y la caligrafía de Sebilla, en esa dicotomía de B y V, que ni expertos lingüistas se ponen de acuerdo cuando se distinguieron entre sí, hacía suponer anterior, siendo la fecha la que se copió en nuevo lienzo. La estancia se llenaba con la presencia de la Virgen que se titulaba, Ntra. Sra. de los Reies Sebilla, seguimos la visita en unas estancias que poco a poco se iban restaurando. Desde el coro alto de la iglesia las ventanas dejaban ver como el atardecer de un domingo de junio iba abrazando a la Alhambra.
Poco había donde elegir en lo gastronómico, una semana después del final del estado de alarma, aún los bares de Granada estaban tratando de reaccionar. Cerca de nuestro hotel se encontraba una de las recomendaciones que mi amigo y maestro José Antonio Zamora nos había hecho. Aliatar, un bar de bocadillos, o como ellos se anuncian, taberna especializada en bocadillos y jamón.
La verdad es que lo que a priori fue una recomendación casi obligatoria, pues poco más había abierto, pero terminó siendo nuestra sede gastronómica. La cerveza estaba fría aunque no era Cruzcampo y los bocadillos estaban riquísimos. En la misma calle San Antón donde estaba una de las sedes de Aliatar, también nos encontramos con una de las devociones que curiosamente en Sevilla también la tuvimos, aunque ya quedó en menos de lo que fue en otros tiempos, el Cristo de San Agustín. La imagen granadina, es obra de un discípulo del italiano Miguel Ángel Buonarroti, Jacobo Torni. Una representación de Cristo de pelo natural y sudario a modo de faldilla, que tanto en Granada como en Sevilla han servido al pueblo para superar pandemias y sequias. En el siguiente trayecto de nuestro viaje veraniego terminamos en Guadix, donde otra imagen mariana nos llamó la atención, aquella copia sacada por puntos de la Piedad de Miguel Ángel. Aquella que se presentó en el salón de arte de Bolonia, en 1930. El Cónsul de España en Bolonia era de Guadix era de aquella localidad y fue determinante para que aquella Piedad acabara allí, en la iglesia de Santiago. En la sinrazón de 1936 acabó destrozada y arrumbada en un patio, de donde fue sacada en el siglo XXI y restaurada para ocupar un lugar importante y bien iluminado dentro de la Catedral de Guadix. Seguíamos viendo imágenes de Vírgenes a las que habían rezado reyes y príncipes, más la original que esta copia, que todo hay que decirlo estaba mejor iluminada que la que se asienta en la Basílica de San Pedro.
El final de aquel encuentro con la Virgen fue en la Comarca de las Merindades, en plena provincia de Burgos, en esa España vacía y vaciada que tanto está de moda. Allí nos llevó las ganas de ver en Oña, el Monasterio del Salvador. Su fundación fue una dote de Sancho García, para el ingreso de su hija Tigridia, que acabaría siendo Santa. Claramente su padre lo tenía claro, tuvo claro que a su hija le iba la mística. Y tras ser la primera abadesa acabó en la santidad.
Allí donde el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar llevó el cuerpo de un Sancho II, apodado el fuerte y que fue asesinado en Zamora. Allí donde un señor de Granada afincado en la zona desde hacía varios años, te daba la entrada y te explicaba que ver entre esos muros. El señor justo cuando acabábamos la visita por el claustro que nos devolvía a la entrada, se nos acercó y nos dijo, ¿de qué parte del sur son?, de Sevilla.
Entonces sabréis que la Virgen que está sobre la puerta es la Virgen a la que rezaban los Reyes. La Virgen de Oña. A la que rezaban los Reyes, y es de donde viene el nombre de vuestra Virgen de los Reyes.
Allí me imaginé a Doña Berenguela, madre del Rey Santo que reconquistó Sevilla, subiendo aquellas escaleras interminables para rezarle a la Virgen porque su hijo Fernando se moría y necesitaba de la intersección de aquella hermosa talla de Nuestra Señora. Con el tiempo su hijo y su nieto Alfonso X, heredarían la pasión mariana de quien fuera reina regente de Castilla. Alfonso X hasta le escribió una de sus Cantigas, que bajo Ella, uno de sus versos, habían colocado en un panel, en la visita turística al convento.
No sé si aquel señor de Granada afincado en Oña, llevaba razón, pero me gustaba aquello de la Virgen a la que rezaban los Reyes.
Y el epilogo del verano del Covid llegó ante la Virgen de los Reyes, la de mi infancia, la del olor a nardos y las mañanas de agosto. Me permitieron fotografiarla en su acto de veneración en la reja de la Capilla Real, y allí estuve fotografiando la mirada dulce, en uno de esos ángulos que en el besamanos no se puede y es que la Virgen y el Rey que le rezaba quedaron en el mismo plano.
Aquella mañana cuando Fernando y yo salimos de la Catedral nos encaminamos hacia el bar Candelaria, donde solemos desayunar y justo en la calle Madre de Dios a la altura de donde Federico Rubio organizó la primera academia de medicina de Sevilla me encontré en el suelo una estampa de aquella Virgen que era la patrona de la Archidiócesis y su recuerdo olía a moreno playero y desayuno con calentitos. Aquella Virgen a la que rezaban los Reyes.
#LosLunesAlSol
Foto: Antonio Sánchez Carrasco.