Henchido de Ti.. Alberto Espinosa García
Tenía que verte a solas, y escogí la tarde en la que perfumaste a Sevilla con tu mirada.
Necesitaba de Ti, y Tú me permitiste aferrarme a tu cintura, esa que huele a canela y clavo, y que en los cielos perdidos de la primavera Alberto Gallardo sigue cuidando con su voz.
Necesitaba de Ti, y despejé los miedos para verte pasear ante el rótulo de la calle Verónica, esa promesa que cumpliré cuando mis arrugas sean lo único que me quede por deshojar.
Necesitaba de Ti, y en silencio te fui a buscar, con mi soledad, mis cicatrices y mis ilusiones atadas a un hatillo de momentos.
Y ante Ti las manecillas se detuvieron. Y los dos nos comenzamos a desnudar, y a contar las heridas que ambos llevábamos en el alma.
Pero en la segunda chicotá, la sonrisa nos delató, y dejamos en los bolsillos del querer las penas y nos contamos las alegrías a media voz.
Porque ya está bien de vivir entre espejos rotos y sombras que nunca nos quisieron bien…, y que jamás comprenderán que fue un sueño el vivido esa tarde en la que me volví a enamorar de Ti.
De tu boca, de tus manos, de tu entrecejo.
Del morado de tus medallas, del sonido de tus bambalinas, de esos adoquines que ansiosos se ponían firmes para sentir tu corazón rachear suspiros.
Y fue entonces cuando mi piel, mis labios y mi pasado estallaron sobre el grito esculpido de tu nombre.
Por eso me dejé llevar.
Por eso fui a buscarte.
Por eso regresé embriagado de Ti.
A sabiendas de que la tarde era tuya, como lo fueron mis pensamientos, esos que corretearon a sus anchas entre el tercer y el cuarto varal del costado derecho.
Pues allí me quedé alojado, y allí me quedaría toda la vida, haciéndole comprender a mis gemidos que Tú y yo sí que estamos hecho el uno para el otro.
Y me quedaría en la luz, esa que bordeaba tus perfiles y les decía a los naranjos de octubre lo guapa que ibas entre el gentío y la congoja.
Y me quedaría en los empujones, en las estrecheces, y en aquella mirada que se cruzó con mis ojos y me devolvió la fe en volverme a enamorar.
Angustias, si no tengo me muero, te dije al llegar a la Alfalfa….
Angustias, qué tienen tus andares, te confesé bajando por Francos…
Angustias, gracias por parar el tiempo… te susurré al verte marchar al llegar a la Catedral… regresando a Jerez con el alma latiendo anhelos…
Necesitaba de Ti… ambos lo sabíamos y tu mejor que nadie supiste desarmarme las lágrimas entre una bulla de caricias.
Necesitaba de Tí, y en un requiebro de tu manto me quedé para siempre.
Necesitaba de Tí, y por Tí volvería mil veces a necesitarte...
Angustias… no sabes aún cuanto te quiero…
Fotos: Fco. Javier Montiel.