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La calle Alemanes y Kreybig. Reyes Pro Jiménez


Seguimos con los pequeños detalles de una ciudad grande, que en este caso se sitúa en una vía muy conocida y de tránsito de cofradías y procesiones como es la calle Alemanes, veamos antes que nada algo sobre su historia

Como decimos, Alemanes es el nombre de una de las calles más transitadas y conocidas del casco antiguo o histórico de Sevilla, conecta la Avenida de la Constitución con la calle Cardenal Carlos Amigo (que antes fue una parte de la calle Placentines). 

Desde época medieval a hoy día Alemanes ha tenido siempre mucho tránsito, teniendo un carácter antiguamente comercial (era uno de los ejes económicos de la ciudad) y actualmente turístico, pero siempre siendo un lugar de gran animación.

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Calle Alemanes en 1880

Los orígenes de la calle se datan en los años finales del S. XII, cuando por los almohades se construye la mezquita aljama principal, que sustituyó en ese papel principal a la situada en la actual plaza del Salvador. Pero ya desde entonces la calle y toda la zona no sólo tuvo carácter religioso sino también eminentemente comercial, pues delante de la entrada principal de la mezquita (que correspondía con la actual Puerta del Perdón o del Patio de los Naranjos) se levantó el edificio de la  Alcaicería de la Seda, que reunía un conjunto de tiendas de artículos de lujo: telas costosas, perfumes, joyas…. 

En época medieval cristiana el topónimo de la calle, o sea la denominación o nombre con el que conocía, era bastante variable. En el S. XIII su último tramo es llamado plaza de Santa María o de Santa María la Mayor, nombre que llega hasta los comienzos del S. XVI.

Se sabe que desde fines del S. XIV o comienzos del XV la calle era llamada Gradas, como todas las que rodeaban la Catedral con una zona elevada (lonja o grada), cuyos límites en el S. XIV se señalaron con columnas unidas por cadenas.

En el S. XV sobre estas gradas extendían sus tenderetes y tiendas plateros, cambistas y escribanos, incluso pegados a la fachada y hasta dentro del Patio de los Naranjos, donde además tenía lugar una feria o mercado por las festividades de la Asunción. Para toda esta actividad se necesitaba espacio y por ello a finales de dicho S. XV se amplió la zona mencionada de la plaza de Santa María mediante el derribo de la Casa de los Placentines (sede u oficinas de los comerciantes de este origen).

La actividad económica de la calle aumentó en el S. XVI, como la de toda Sevilla, gracias al monopolio comercial con América. Las Gradas constituyeron un gran espacio comercial que durante los siglos XVI y XVII reunían múltiples actividades y comercio: desde buhoneros o merceros hasta amas de cría e incluso venta de esclavos. Parece una paradoja o una ironía, ante todo ello, el relieve realizado sobre la Puerta del Perdón en 1519 con el tema de Jesús… expulsando a los mercaderes del templo.

La impor­tancia de las Gradas como lugar de transacción y comercio disminuyó con la construcción de la Casa Lonja para los Mercaderes (actualmente el Archivo de Indias), lo que se acentuó en el S. XVII por la pérdida realmente del monopolio comercial con América, pérdida que se oficializaría a comienzos del siglo XVIII.

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Procesion de la Espada por la calle Alemanes, 1968

Desde el siglo XVII la calle estará unida a la religiosidad, como recorrido de numerosas procesiones, lugar de celebración de rosarios públicos y de presencia de hermandades surgidas en torno a retablos construidos en dicho siglo XVII: el dedicado a la Inmaculada, con una pintura de Herrera el Viejo de 1616 (que recibía culto por los gremios de gorreros y de sederos) y el del Señor de las Fatigas, imagen de Jesús cargando con la Cruz, donde se detenían a orar los que marchaban para ser ajusticiados. Además cuando se levantó la actual iglesia del Sagrario, Valdés Leal pintó tres escenas de la Pasión en la tribuna de arquerías. 

En un acta capitular de 1607 la calle aparece como “Gradas de los Boneteros”, pero su nombre o topónimo más usual desde el siglo XVII al XIX es Gradas Altas o Gradas Bajas. La denominación de “Alemanes” tiene su origen en el establecimiento de tiendas de comerciantes de dicha nacionalidad, que aparecen citados desde mediados del siglo XVIII, y que en los inicios del siglo XIX se dedicaban al comercio de cristalería y quincalla. Así, la calle  comenzó a denominarse popularmente como “Gradas de los Alemanes” ya en el mismo siglo XVIII (según Santiago Montoto) o a principios del siglo XIX. Consta en un documento de 1825 la expresión "la acera comúnmente llamada de los alemanes".

En la segunda mitad del XIX sigue siendo una zona muy bulliciosa, especialmente en las fiestas del Corpus y en la velada de la Asunción, que entonces aún se celebraba. En 1868 se la rotula oficialmente “Sagrario”, pero esto no prospera y poco después se la volverá a nombrar como Gradas; además aunque  en torno al año 1869 ó 1870 se hace oficial el nombre de “Alemanes”, en 1871 Álvarez-Benavides la llama “Grada de los Alemanes”.

En 1885 hubo una propuesta de socios del Círculo Mercantil para que se le cambiase por “Islas Carolinas”, como desagravio por la toma de las citadas islas por Alemania, que no prosperó.

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Calle Alemanes, sobre 1900

El nombre de calle Alemanes llega a nuestros días, salvo un pequeño período entre los años 1913 y 1936, en el que se la conoce como Moret, en homenaje a Segismundo Moret Prendergast (1838-1913), político liberal que murió en 1913 cuando era presidente del Congreso. En 1936 la calle recuperó el nombre actual.

Algunas zonas de la calle han tenido popularmente nombres específicos, como “Sitio de los Malteses” (entre la avenida y Hernando Colón según un documento de 1816) y se han conocido como Punta del Diamante a la esquina con la avenida de la Constitución (allí durante muchos años existió un café con dicho nombre) y como Punta de la Esmeralda (en el S. XIX según Álvarez-Benavides) al otro extremo de la calle.

Varios elementos de la calle han desaparecido como la Pila de Hierro (pila era la denominación sevillana para las fuentes, aún hablamos de la Pila del Pato) que existió desde el siglo XIV al XVII en la confluencia con la actual Avenida de la Constitución, tampoco existen casas de siglos muy anteriores a nosotros (las más antiguas son del XIX) ni las callejas que formaban parte de la Alcaicería.

Hoy las actividades de la calle Alemanes están muy ligadas al turismo, predominando los bares, restaurantes, hoteles y tiendas de comida para llevar y de recuerdos.

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Soportales de la calle Alemanes, foto Reyes Pro

Uno de los elementos más llamativos que caracterizan esta calle son los soportales, que estaban muy presentes antiguamente por toda la ciudad, aunque hoy se conservan muy pocos de los que existieron pues muchos desaparecieron en los siglos XVIII y XIX, a pesar de ser un elemento urbanístico muy práctico que resguardaba de la lluvia y de las temperaturas tan altas de Sevilla.

En la calle Alemanes, en el capitel de una de las columnas que sirven de apoyo a los soportales de la casa situada en la esquina con Hernando Colón se lee una inscripción, que menciona al propietario de la casa: "Arias Correa labró esta su casa año 1591". 

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"Arias Correa labró esta su casa año 1591". Foto Reyes Pro

 En una viga del soportal de la casa nº 9 existe otra inscripción con el texto "Soi de Kreybig", que parece más misteriosa que la anterior pues no da más nombre ni tampoco fecha. Es un apellido que aparece en Alemania, Chequia, Hungría y Austria, pero no se da ninguna información más, lo que da origen a que hayan existido elucubraciones y teorías de muchos tipos sobre la inscripción.

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“Soi de Kreybig”, foto Reyes Pro

Una teoría dice que la inscripción se puede datar en  el siglo XVIII y se refiere a un comerciante de cristal procedente de Bohemia, siendo posiblemente un reclamo a modo de cartel publicitario situado sobre la entrada del comercio y que se aprovecharía como viga para el soportal cuando desapareció la tienda, que pertenecía al señor Kreybig.

Otra teoría se publicó en la sección "Casco Antiguo" del diario ABC de Sevilla en 1982, a la que un lector escribió pidiendo información pues había visto la inscripción y lo único que conocía era la referencia a un filósofo austríaco llamado Kreibig nacido en 1830. Otro lector contestó que sabía de una familia alemana procedente de Königsberg  y establecida en  Sevilla a finales del siglo XIX, dedicándose al negocio de aparatos ópticos y relojes, primero en la plaza de San Francisco y luego en el soportal donde se encuentra la inscripción. Esta información la conocía porque había sido compañero de colegio de uno de sus descendientes, un muchacho muy travieso que había escrito la inscripción en el año 1933 como una broma.

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La inscripción en una viga de los soportales de la calle Alemanes, foto Reyes Pro

Pero estas versiones se topan con los datos documentales aportados a la historia de Sevilla por Mercedes Espiau Eizaguirre, quien los publicó en 1995 (Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artísticaTomo 78, Nº 237, 1995, págs. 163-176) como parte de sus estudios sobre la arquitectura de la ciudad de Sevilla. Del estudio referenciado tomamos los datos y narración que siguen, y que como toda verdadera Historia basada en hechos documentales es mucho más interesante que las leyendas.

Según Mercedes Espiau el conjunto urbano de la Alcaicería islámica venía mostrando desde el siglo XVIII un aspecto de abandono muy acusado, lo que facilitaba que existieran propuestas de derribo para los soportales que se mantenían en la actual calle Hernando Colón, sobre todo con el fin facilitar el tránsito rodado. En el siglo XIX este entorno de la antigua Alcaicería presentaba un aspecto aún más degradado y ruinoso, llegando a conformarse como un refugio de picaros, maleantes y toda clase de gentes de "mal vivir". Esta situación propiciaba los deseos de reformas arquitectónicas y urbanísticas por parte de los propietarios de inmuebles de la zona.

Uno de los comerciantes alema­nes que estaban establecidos a comienzos del XIX en la calle Alemanes era Antonio Kreybig (también aparece en la documentación como Kreibig e incluso como Crebis), su vivienda se encontraba adosada a la antigua fachada de lo que fue la Alcaicería de la Seda almohade y sería reformada en 1814. En dicha fecha todavía no habían desaparecido muchas de las callejas que configuraban la trama urbana de la mencionada antigua Alcaicería y pervivían gran parte de los soportales de sus tiendas; especialmente los que conformaban la calle Alemanes.

Kreybig incorporó una de dichas callejas a su vivienda adelantando, además, la fachada de la misma, lo que afectaba a la construcción colindante, propiedad de la familia Gethler que se vio lesionada en sus intereses. Por ello Josefa Gethler, (viuda de Juan Juvanelli quien construyó su vivienda en 1810) denunció que, tras regresar de un viaje se encuentra que "levantándose la nueva fachada se ha avanzado los soportales hacia la calle saliendo las colunnas de la linea ...[faltando pues al] hermosear del aspecto público" y a la seguridad del uso común y "formando una especie de rinconada, y un intercolumnio con tan corta extensión que se forma una vista confusa, y desordenada de los pilares".

El tema llegó al Arquitecto Mayor de la ciudad, Cayetano Vélez, que se mostró favorable al proyecto con la condición de que, al ser el espacio incorporado medianero con la vivienda de Gethler, quedara como un patio de luces para ambas casas aún cuando el uso efectivo fuera para Kreybig. El callejón incorporado a la casa de Kreybig fue la antigua calleja de los Sederos que, con esta operación, corrió la misma suerte que otros espacios públicos de la zona: la apropiación por parte de un particular.

"Soi de Kreybig". Así reza la inscripción de una de las vigas que sustentan los soportales del actual número 9 de la calle Alemanes de Sevilla. Con esa frase Antonio Kreybig rotuló, a principios del siglo XIX, un elemento arquitectónico de su vivienda que volaba sobre la vía pública; haciéndose así un sitio en el espacio colectivo que es la calle y zanjando definitivamente un contencioso que mantenía con su vecina, Josefa Gethler, acerca del dominio sobre dicho espacio.

Gracias a Mercedes Espiau, por su estudio hemos podido conocer el aspecto histórico sobre de este “pequeño detalle de una ciudad grande”.

Reyes Pro Jiménez

Historiadora y bibliotecaria










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