Roldán y Hita, diálogo escultórico en el Santo Ángel: Santa Ana y San Joaquín.
Arte Sacro. En uno de los rincones más evocadores del convento del Santo Ángel, Sevilla custodia en su crucero un retablo que rezuma historia, arte y devoción. El antiguo retablo del Valle, ahora escolta a San José, flanqueado por dos imágenes de honda ternura y exquisita factura: Santa Ana y San Joaquín, protagonistas de un singular mano a mano entre dos titanes de la escultura barroca hispalense.
La imagen de Santa Ana es una obra capital del sevillano Pedro Roldán, maestro de maestros del siglo XVII. Tallada en el segundo tercio de esa centuria, la escena representa a la madre enseñando a leer a la Niña María, un gesto cargado de simbolismo y ternura. El contraste entre la madurez serena de Ana y la inocencia luminosa de su hija se acentúa gracias al prodigioso trabajo de estofados, todavía conservados en su policromía original. Es una composición que no sólo enseña, sino que conmueve.
El rostro de San Joaquín que contempla al visitante desde el lado opuesto, es obra de Benito de Hita y Castillo, autor de notable sensibilidad y creatividad en el setecientos sevillano. Su aportación no se limita a la presencia del patriarca con bastón; va más allá: lo representa portando en su brazo izquierdo a la Niña María, vestida de Inmaculada. Una iconografía que desafía los esquemas tradicionales y que propone una lectura más afectiva y contemplativa del rol paternal.
Este diálogo escultórico se complementa con el encantador grupo de los Padres de la Virgen conservado en el Museo del Santo Ángel, fechado en los albores del siglo XVIII. Una joya conventual que prolonga la conversación visual entre estos santos progenitores, reafirmando la devoción mariana desde la ternura familiar.
En este espacio sacro, Roldán y Hita no sólo comparten el altar: se entrelazan en un diálogo de formas, colores y emociones, revelando la profundidad de un arte que es al tiempo catequesis y contemplación.
Fotos: Archivo Iglesia Conventual Santo Ángel