Arte Sacro
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Amor hecho Dios. Javier Ramos Sáez


 Amor. Es la palabra que mueve al mundo y es la clave de nuestra devoción. Sin amor no habría nada de valor. El amor en el espíritu cristiano se envuelve de caridad y forman la conjunción perfecta que nos conduce hacia Dios.

Benedicto XVI constata la importancia del amor; el Amor de Dios y nuestro amor, que forma parte del Amor de Dios. Es un amor, el nuestro, hecho carne, encarnado en la realidad, que se forma y se hace cuerpo. Del amor cristiano nace el Amor de Dios.

Es una palabra que no tiene medida y es infinita en su extensión. Así, el Amor de Dios se concretiza en la forma contracta del Cristo del Amor.

Se le podría definir con sólo sus siglas porque es Amor, Misericordia, Omnipotencia y Realeza lo que inspiró su excelsa hechura.

El Cristo del Amor es la perfección cautivadora, es la encarnación de Dios y expresa el contenido último de la Pasión de Cristo. Todo lo que queda es Amor. Jesucristo nos dio el legado del Amor y nosotros lo cultivamos para que dé fruto en este mundo.

El Cristo del Amor expresa ese Amor hacia la humanidad, un Amor sereno en espíritu pero doliente corporalmente, que dentro del sufrimiento, expresa una paz infinita sabiendo que su sufrimiento derrocará al mal y se impondrá al pecado en el mundo mediante la Redención del hombre.

Este Cristo no es de este mundo, parece inspirado por las manos de Dios. Juan de Mesa y Velasco fue un privilegiado como muy pocos porque hacer tal hechura, por medio de la libertad, no es propio de un mortal.

Viéndolo en la Anunciación desde cierta distancia ya sobrecoge el corazón y nos envuelve es un aura de misticismo como si no hubiese nada en el mundo excepto Él y yo, como si hubiese una conexión especial y nos impulsase a estar en una unidad perfecta teletransportándonos al verdadero significado de la Pasión de Cristo. ¡Qué magnífica propiedad posee una talla cincelada por la gubia de un mortal!

Juan de Mesa en un documento de 1618 dice: “Yo, Juan de Mesa, me obligo a hacer y acabar en toda perfección y a vista de maestros que lo entiendan, una hechura de Cristo crucificado...” Esta es una prueba fidedigna de lo que es la imagen: es una absoluta perfección, tanto anatómica como expresiva para que fomente el culto y la piedad. Ya en su época provocó gran entusiasmo y a lo largo de los siglos su devoción ha resistido perennemente. Es un Cristo que con sólo ver su cuerpo asombra por el detalle y por la perfección de su cuerpo y tiene un rostro que rezuma Amor y compasión. Es tanta su calidad artística que nos hace a nosotros imperfectos y toscos.

El Cristo del Amor no se siente completo, añora su casa y el Salvador añora a su Cristo, como si le faltase una extremidad, porque el Salvador sin el Amor no está completo.

Sólo con Amor y Pasión el nombre de la colegiata recobra sentido: Divino Salvador, porque ellos dos inspiran la divinidad y realeza que también ostenta la iglesia.

Ya queda menos para que ambos cristos estén de nuevo mirándose cara a cara, como un maestro y un alumno.

Amor hecho Cristo, Amor hecho hombre y Amor hecho Dios ese es nuestro Santísimo Cristo del Amor.

Correo: jramosaez@yahoo.es

Foto: Francisco Santiago









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