Munarco Olímpico. José Cretario. ABC de Sevilla
No existe en el mundo occidental (desconozco los usos u costumbres de las priosterías tibetanas) una ciudad donde más haya florecido y se haya desarrollado el arte sacro que Sevilla. En la ciudad, el siglo de oro no solo no se ha bajado del almanaque sino que ha quedado pegado a las paredes. Imagineros, tallistas, orfebres, joyeros, doradores, lampisteros, bordadores, batihojas, carpinteros, herreros, cereros, esmaltadores, fundidores...
A la lista de oficio seguro que le faltaría algún renglón. La paradoja es que siendo la cosa como es, la única muestra, el único escaparate de la artesanía vinculada con la Semana Santa, que se llama Munarco, va camino de convertirse en el mayor espectáculo del mundo al anunciar que este año es probable que la exposición se celebre ¡¡¡en el Estadio Olímpico!!! Ni un coliseo puede quedar para cosas tan impropias a su naturaleza como estas, ni una exposición puede encontrar un lugar tan poco adecuado.
Desde su nacimiento, Munarco anduvo a medio camino entre las bromas y las veras. Concebida como feria de muestras y de negocios, se convirtió en el único lugar donde se podían ver en su conjunto los estrenos y las novedades artesanales de la Semana Santa y el primero en la historia en el que conocíamos los tesoros patrimoniales de otras ciudades. En Munarco pasábamos tardes agradables viendo lo que hacían, puede que no los mejores, esos no necesitan promoción, pero sí la gente que empezaba.
Sirvió para detectar el mal momento de algunas artes como la imaginería, sirvió para conocer magníficos talleres de otras ciudades y sirvió también para comprobar el grado de triavialización de la Semana Santa. Siempre es bueno conocer las cosas en su realidad global, no sólo en la cáscara de su brillo. Con todo, la empresa promovida por Juan Antonio Campos Camacho y apadrinada por las alturas coloradas era única, no existía nada que pudiera parecerse a ella.
Si ahora la mandan, porque no se puede emplear otro verbo, al estadio olímpico, es que a Munarco las instituciones, tanto las públicas como las privadas, la han dejado sin ningún tipo de cobertura en una operación que puede ser el principio del fin de la exposición, la única existente en una ciudad que quiere ser la capital del arte sacro.