Arte Sacro
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Manantial y cumbre del amor cristiano. Carlos Amigo Vallejo.


Arte Sacro. A continuación pueden conocer el texto íntegro de la carta pastoral que el cardenal arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo Vallejo, ha escrito con motivo de la festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad.

Nos lo acaba de decir Benedicto XVI: "Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre" (Sacramentum caritatis 1). La Eucaristía es la fuente más auténtica e inagotable del amor cristiano.

En el día de la caridad, que celebramos unido a la festividad del Corpus Christi, queremos resaltar esa incuestionable relación entre el pan de la Eucaristía y el pan de la caridad. Es decir, que nuestro amor y servicio a los pobres no tienen como motivación un gesto altruista, ni siquiera se queda en la simple solidaridad, sino que es la más justa expresión de un amor genuinamente cristiano.

Llevar a la vida lo que celebramos en el altar

"Cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, más profunda es su participación en la vida eclesial" (SCA 6). Así que, con toda justicia, podemos decir que el ejercicio de la caridad es una señal inequívoca de la unión con Cristo, que se ofrece para la salvación completa de todos. Porque, en definitiva, en el ejercicio de la caridad fraterna, de lo que se trata es de llevar el mismo amor de Cristo a quienes más necesitan sentir la mano providente del Señor.

En la celebración de la Eucaristía, el cristiano comprende perfectamente el sentido de la caridad: ofrecerse para alimentar; entregarse para servir; darse para amar. Ahora se comprende que la Eucaristía sea fuente y cumbre de la vida cristiana.             "Participando - dice Benedicto XVI - en el sacrificio de la Cruz, el cristiano comulga con el amor de donación de Cristo y se capacita y compromete a vivir esta misma caridad en todas sus actitudes y comportamientos de vida" (SCA 82).

 Todo se ha hecho nuevo

Con la consagración del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, se ha realizado una conversión tan sustancial como nueva. La realidad, por la acción del Espíritu, se ha transformado. Antes era sólo pan. Ahora es Cristo resucitado, presente y vivo.

En la práctica de la caridad todo es nuevo, distinto. La persona necesitada se convierte en hermano, y la ayuda que se le presta deja de ser una acción de simple beneficencia para transformarse en una obligación de justicia, nacida de la unión de todos en el inconmensurable amor de Dios.

Ha comenzado una vida completamente nueva, donde el indigente se hace hermano y quien ofrece se hace señal de la mano cercana de Cristo. Todo se ha convertido y transformado. Ha sido la acción del espíritu Santo quien lo ha hecho posible

El altar y los manteles

"La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán" (SCA 89). Quien ha recibido a Cristo en la Eucaristía, tendrá que llevárselo a sus hermanos en la caridad fraterna. ¡Este es el misterio de nuestra fe! El que se une a Cristo queda también e inseparablemente unido a todos aquellos por los que el Señor se ofrece en la Eucaristía.

Olvidar la ayuda a los necesitados sería tanto como robarles aquello que les pertenece, no solamente por justicia, sino porque ese amor que hemos recibido no es sólo para nosotros. El Cuerpo de Cristo es un pan que a todos tiene que alimentar.

Por tanto, acercarse al misterio de la Eucaristía, no sólo no aleja de las realidades de este mundo, sino que compromete mucho más con la responsabilidad de encontrar el camino para que todos puedan sentir, de una manera eficaz, el desbordado amor del corazón de Cristo.

Si has puesto el altar para celebrar la Eucaristía, no te olvides que sobre él tienes que poner el mantel de la caridad, porque solamente así Cristo será honrado con el verdadero culto, el que se hace en el espíritu de la fe y la verdad de la caridad.

 Sacramento y civilización del amor

Quien recibe este pan siente en los labios la dulzura del amor de Cristo. Y vive en el corazón el fuego encendido de querer llevar al mundo lo que el Señor ha venido a conseguir: la liberación del pecado y de todo lo que al pecado acompaña, como es la injusticia, la exclusión de los más débiles, el olvido de los pobres. Del Sacramento del amor a una verdadera civilización del amor.

"La Eucaristía no es sólo fuente y cúlmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión" (SCA 84). Es decir que, en todas nuestras acciones, tiene les tenemos siempre presente el amor operante de Cristo. Nada más eficaz para comprender el verdadero sentido de nuestra misión como cristianos. No se trata de hacer muchas cosas, sino de manifestar en todo y con todo, el amor salvador Jesucristo.

Escuchemos de nuevo a Benedicto XVI: "El culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe" (SCA 83).

Fuente y cima del amor cristiano es la Eucaristía. Manantial inagotable para la honra de Jesucristo en la caridad fraterna. El que quiera alabar a Dios, que sirva, en espíritu de amor sincero a su hermano.

La fiesta del Corpus Christi nos acerca al misterio de la Eucaristía, lo que celebramos en el templo queremos manifestarlo en nuestras calles ofreciendo lo que tenemos: nuestra fe en la presencia viva de Cristo en la Eucaristía. En el día de la caridad, lo que celebramos en la fe, queremos hacerlo realidad palpable en el sincero amor a nuestros hermanos. La Eucaristía es inseparable de la caridad; el misterio de la fe está unido al del amor fraterno.

Con mi bendición

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

Arzobispo de Sevilla

Foto: Alberto García Acevedo










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