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Mi penúltimo sábado cuaresmal con aires de Pregón


 Francisco Santiago. Yo soy de los que, conforme se va acercando el día tan señalado en el calendario y por el cual estamos trabajando todo el año, se va desplomando anímicamente hasta llegar a una situación casi de pesadumbre.

Y es que son ya muchos minutos, horas, días, semanas y meses hablándoles de chicotás, algunas con racheo inseguro, otras “siempre de frente” y otras con el contoneo típico de la inexperiencia.

Hemos llegado al día 33 de la Cuaresma, Domingo de pasión, del Pregón del Maestro Burgos, de interminables colas en los besamanos, de los corrillos, de los comentarios, pero esta noticia la voy a basar en mi Sábado día 32 de la Cuaresma.

Tras dedicar la mañana a la familia, puse rumbo al comienzo de la calle Feria, donde la Virgen de la Amargura ya preside su palio junto a San Juan y su Hijo, con la mirada baja, espera que llegara la Semana donde Dios Padre haría cumplir su voluntad.

Frente a la Madre de Dios, Ella misma en versión letífica y restaurada, La Virgen de Monte Mayor volvió a su virreinato de San Juan de la Palma. El San Gregorio, el que no tiene Consejo, el Cristo Yacente esperaba al pueblo de Sevilla junto a su Madre de Villaviciosa y en San Isidoro Cristo caía por tercera vez, quizás cegado por los focos que no dejaban ver el resto del altar del culto.

En la calle Santiago, el pequeño Crucificado de la Hermandad de La Redención visitaba el Corral del Conde, un sitio que recordaba cómo se vivía antaño, con la diferencia de la “clase” que ahora pone vetos y cierres a un espacio no recuperado para la ciudad, sino para unos cuantos privilegiados y que gracias a la Hermandad por pocos minutos vuelve a ser del pueblo.

El Cristo de Burgos se preparaba para su Vía Crucis, visitando los vecinos conventos del Espíritu Santo y Santa Inés, mientras en Montserrat se presentaba el paño de la Verónica ante el besapiés y besamanos de los Titulares.  Diego Geniz, compañero multimedia de Canal Sur y Diario de Sevilla, regalaba a la Dolorosa con matices catalanes un bello pañuelo.

A pocos metros, la Banda Municipal hacía sonar Amarguras en la Iglesia de la Magdalena, que a su vez nos dejaba la bella estampa de Jesús Descendido de la Cruz en solitario y a su Madre más cerca que nunca de nosotros.

El culmen de mi noche la puso de nuevo el Cristo de Burgos, que de nuevo entraba en San Pedro para prepararse para el besapiés que hará de prólogo a la subida a su paso procesional. Y a pocos minutos de caer la medianoche, mi recuerdo va para Antonio Burgos, que de seguro va a enfrentarse hoy a las dos Sevillas, la que enamora y a la vez parte el corazón, la Hispalis honesta y la caricata, esa que besa la mano al Cardenal mientras por detrás le limpia de arriba hacia abajo.

Pero de todo esto el maestro sabe mucho, pues muchos son los toros lidiados desde la pluma virtual de su teclado. Mucha suerte maestro, buen Domingo de Pasión, sevillanos.

Fotos: Francisco Santiago










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