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Opinión. La Carrera Oficial. El Diputado de Cruces.


Parece que el tema de moda este año va a ser la Carrera Oficial, mejor dicho, su ampliación. No voy a entrar otra vez a hablar sobre los pros (para mí, ninguno) o los contras (para mí, todos) de la propuesta que se maneja, que para eso están el Cardenal, la Delegada de Fiestas Mayores, el Presidente del Consejo General (menudo estreno con lo del cartelista, ¿no?) y tantos y tantos otros, posiblemente mucho mejor preparados que este diputado. Lo que me llama la atención es que ya sólo se habla de ampliación y se han olvidado todos los posibles proyectos de modificación que, en su día, salieron a la palestra y cualquier otro posible. Es decir, que Plaza de La Campana, la Calle Sierpes y la Plaza de San Francisco se consideran intocables, cuando, en mi opinión (es solo una opinión particular, por favor) son tres de los mayores males que sufre, entre otros, nuestra Semana Santa actual.

Hay que recordar que la Carrera Oficial surge, básicamente, ante la necesidad de ordenar el tránsito de las cofradías hacia la Catedral en un tiempo en que la comunicación entre hermandades era más difícil y en el que el viario de la ciudad, por sus estrecheces y pocas alternativas, hacía que todas ellas tuvieran que acceder al primer templo por las mismas calles. Hoy en día la situación ha cambiado, la comunicación es inmediata y se puede llegar a la Puerta de San Miguel por diferentes rutas. Sin embargo, se sigue haciendo por la misma desde hace más de un siglo, a pesar de los muchos problemas, tanto de forma como de fondo, que plantea.

En primer lugar, está La Campana, que parece se ha convertido en una especie de foro ciudadano, donde los autollamados capillitas ortodoxos examinan a las cofradías, con el beneplácito del Consejo General y de los medios de comunicación. Por ello, no se hace extraño que, en muchos templos, la primera llamá se alegre con voces alusivas a la llegada a tan famosa plaza. Y todo esto pese que, para acceder a ella, el setenta por ciento de la hermandades (hagan, si no, la cuenta) deben dar un rodeo (mayor o menor, según los casos) en su camino a la Catedral, rodeo que, claro está, aumenta los horarios, con lo que sube la probabilidad de retrasos y parones, algo que sólo perjudica al sufrido nazareno de a pie, al que debiéramos cuidar sobre todo lo demás. Pero no, prima el lucimiento de los pasos (esto es, de costaleros y músicos), en la mayoría de las ocasiones desmesurado. Además, se está creando una cierta “cultura campaneril” que es también muy chocante. Por ejemplo, este año la hermandad del Señor Cautivo y la Virgen del Rosario del Polígono de San Pablo ha hecho su primera (y ejemplar en todos los sentidos) estación de penitencia a la Catedral. ¿Han visto ustedes alguna imagen del tránsito de la cofradía por la Catedral? Yo las he buscado, pero no la he encontrado (lo cual no quiere decir que no existan). Ahora bien, en La Campana se ha fotografiado, grabado y publicado hasta el más mínimo detalle. ¿Quiere esto decir algo?

¿Por qué este empecinamiento con La Campana? No me digan que es por las personas que ven allí las cofradías y por dónde las verían si pierden sus sillas, porque esta razón sólo daría munición a los argumentos demagógicos de nuestro Ayuntamiento para defender la ampliación de la Carrera Oficial: hay muchas más personas que nunca han tenido sillas ni podrán tenerlas. Y espero que no sea por aquello de: La Campana, tantos metros cuadrados, a tantas sillas por metro, a tantos euros por silla, igual a tantos euros. Como ya he escrito en otra ocasión, las hermandades no debieran perder su independencia por motivaciones económicas. Son sus hermanos los que tienen que mantenerlas, sin depender de ayuda exterior, que si llega, mejor.

De la Calle Sierpes, qué quieren que les diga. Es una ratonera donde, gracias a Dios, nunca ha pasado nada y pidamos porque la cosa siga así, porque, si ocurriera algo, se crearía un auténtico problema de orden público y seguridad. Por ella, las cofradías intentan pasar a la carrera, para recuperar parte del tiempo perdido en el lucimiento campaneril de sus pasos. Además, tienen que sufrir los cortes producidos por la regulación de los cruces, ya que es lógico que los ciudadanos quieran deambular de un lado a otro para ver las cofradías, en su derecho están. Y, por fin, la Plaza de San Francisco, con los palcos convertidos en una guardería para niños que corren, chillan y patean, ajenos a lo que pasa, mientras sus padres aprovechan el rato de tranquilidad para charlar de sus cosas (entre ellas, de cofradías), habitualmente de espaldas a los cortejos procesionales o para salir a toma un cafetito o una copa, según la hora y la cofradía.

A todo esto, el mencionado tránsito por la Catedral es, en general, un caos, con cortejos cortados, nazarenos corriendo entre las filas y otros acaparando varas o cirios, aunque todo esto sí es sólo culpa de las hermandades. ¿No se pueden habilitar otros lugares para ubicar los servicios y así conseguir que los cuerpos de nazarenos puedan disfrutar de esos momentos de reflexión y paz espiritual que debieran proporcionar los silencios catedralicios? Conviene aquí formular, otra vez, la pregunta del millón: ¿nuestras cofradías salen a la calle para hacer estación de penitencia en la Catedral o salen para otra cosa? La respuesta a esta pregunta influye mucho en todo planteamiento posterior.

Yo abogaría porque las hermandades fueran directamente y por el camino más corto a la Puerta de San Miguel y volvieran directamente y por el camino más corto desde la Puerta de Palos. Así, se podrían disminuir horarios e itinerarios con todos los beneficios que ello conllevaría para todos. Incluso, se eliminarían algunos de los obstáculos que se usan como argumento para negar a las nuevas hermandades que puedan hacer lo que ya hacemos nosotros. Claro que, también, hay alternativas intermedias, salvo que La Campana se siga considerando como algo irrenunciable.

En cualquier caso, lo que sí es evidente es que vivimos tiempos distintos y que las hermandades deben dar a ellos respuesta adecuada, desde la independencia y desde la defensa de los valores católicos que decimos profesar.

Por cierto, este diputado es usuario de abonos familiares en una de las zonas que he nombrado. A pesar de ello (o, quizás,  por ello), sigo suscribiendo todo lo escrito más arriba. Y es que creo firmemente que el mejor desarrollo de nuestra Semana Santa debe estar por encima de nuestros intereses personales. ¿O no?

diputadocruces@yahoo.es

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