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Puerta de los Palos. La sombra morada de Hacienda. El Fiscal. Diario de Sevilla


Érase una vez un taller de bordados donde se trabajaba en un manto espléndido que supuso uno de las grandes estrenos de aquel año. El periodista le pidió al fotógrafo que captara una imagen de la sala principal donde varias mujeres manejaban la aguja y el hilo de oro en una estampa de gran belleza. El dueño del taller frenó al fotógrafo y dio una orden seca y tajante por la que aquellas mujeres se levantaron y salieron de la dependencia: "Ahora sí, ya puedes tomar la imagen". Y acto seguido se acercó al periodista para susurrarle y justificarse: "Es que ellas no están dadas de alta en la Seguridad Social. No quiero problemas".

Érase una vez un cofrade que se encuentra a otro en un avión con destino a Barcelona: "Voy a comprar marfil para llevárselo al tallista, que hay allí un contacto bueno que lo da a muy buenas condiciones, y que me haga unos adornos para unas insignias". Érase una vez un empresario con anhelos de notoriedad y necesidad de blanquear un puñadito de millones de las antiguas pesetas, pero sin la elegancia de los antiguos soltadores: "Yo pago el pasado a nuevo terciopelo del palio". Érase una vez un dirigente del Consejo de Cofradías que en el pliego de solicitud de un IVA menos gravoso para las sillas y palcos de la carrera oficial marcó la casilla de "espectáculo cultural" referida a la Semana Santa. Aquel día fue el propio poder oficial cofradiero el que dio carta de oficialidad a los que reducen la Semana Santa a uno solo de sus valores. El golpe vino desde casa. A cubierto, que vienen los nuestros. Entonces hubo un tiempo saludable en que las informaciones cofradieras perdieron olor a incienso y ganaron en olor a tinta de periódico.

Érase una vez un representante de la autoridad eclesiástica que mercadeaba con los certificados que necesitan las hermandades para pedir la exención del IVA de sus obras urbanísticas. Si la cofradía no cumplía con su deber de rendir las cuentas, el cura no daba el papel y, por lo tanto, el Estado se llevaba su IVA. Érase una vez un joyero con cargo en una cofradía que se ofreció a traer el oro "más baratito" para su hermandad, pero Hacienda se percató de la maniobra, porque en Hacienda leen las páginas de cofradías de los periódicos, vieron al hermano mayor sonriente junto a la brillante presea y se hicieron la correspondiente pregunta de rigor. Por la boca muere el pez, y por el deseo de notoriedad el cofrade. Y el cuento de algunos se acabó.

Por el humo se sabe dónde está el fuego, y por las hermandades una parte de los impuestos que el Fisco cree que se les escapa. La sombra morada de Hacienda planea de nuevo por este mundillo. La O, los Gitanos, Montesión, los Panaderos... Hacienda quiere saber sus proveedores. No son muchas las tocadas, pero sí las suficientes. Mentar a Hacienda en una casa de hermandad es como citar a la bicha del paso de la Canina. Tan es así que un hermano mayor, preguntado esta semana por el simple requerimiento de información que llegó a su cofradía, no quiso pronunciarse. Ofreció una justificación increíble, propia de telediarios sobre asuntos turbios en Marbella: "De eso que me pregunta no puedo hablarle porque es secreto de sumario". ¡Toma ya! Aquí va a acabar pagando el IVA hasta el Lagarto de la Catedral... La sombra morada de Hacienda El lagarto de la catedral

La Crisis de las Placas. A nadie escapa que no hay cosa más plúmbea a priori que los homenajes que se tributan a los antiguos hermanos mayores y delegados de día. Ocurre que estos pestiños tienen su peligro si hay rencillas de por medio. Si el hermano mayor saliente no jama al entrante, suele pasar que el homenaje almibarado se va al garete. ¿Cómo, por Dios, va a compartir mesa y mantel el uno con el otro? Ay, caridad, caridad... No se conoce a veces en las hermandades más caridad... que la del Baratillo.

El caso de Pasión. Resulta que había llegado la hora de que el hermano mayor saliente de Pasión, Carlos Piñar, tuviera su correspondiente homenaje en forma de entrega de plaquita con la heráldica de las hermandades del día. Pero Piñar declinó su asistencia por compromisos previos. Dicen sus íntimos que se negó a asistir si a la velada acudía el actual hermano mayor de su cofradía, Javier Criado, que no puso ningún reparo en participar en el acto y respaldar oficialmente a su antecesor. Cosas veredes, Sancho, que harán temblar las paredes. La fiesta se quedó coja, porque aquel día sólo se pudo homenajear al delegado saliente, Rafael Molina, que desde luego bien se merecía el ad calorem por su defensa pública del Jueves Santo en tiempos en que los horarios de la Madrugada amenazan el final de la jornada.

Lo más chocante Pero lo llamativo estaba aún por llegar, pues el delegado actual de la jornada, el baratillero y galeno Vicente Ramos, organizó un acto posterior (diríamos que oficioso) para hacerle la entrega de su placa a Piñar. Se celebró en la casa de hermandad de la Quinta Angustia, cofradía a la que también pertenece Piñar. Lógicamente, en Pasión ha sorprendido semejante proceder... Veremos en qué acaba la que ya es conocida como la Crisis de las Placas. Ya hemos comentado en más de una ocasión que estos homenajes a veces los carga el diablo.

La grandeza humana del Cardenal

El cardenal acudió a Gelves el pasado domingo para inaugurar la restauración del hermoso retablo del XVIII de la iglesia de Nuestra Señora de Gracia. Su Eminencia fue invitado posteriormente a una convivencia con los feligreses, pero su participación fue más que breve en este acto, ya que optó por acercarse al domicilio de una anciana enferma a la que había conocido unos años atrás. El bonito e inesperado gesto del cardenal sorprendió a los familiares de la impedida, que agradecieron profundamente la atención y el tiempo que el prelado dedicó a conversar con ella, pese a que el reloj se le echaba encima, ya que posteriormente había de acudir a la vecina Coria del Río a inaugurar la nueva casa de hermandad del Gran Poder. El cardenal, que vuela esta semana a Roma para acompañar a la comisión que promueve un monumento en Sevilla a Juan Pablo II, demuestra una vez más que la grandeza de su ministerio está en los pequeños detalles. No hizo más que aplicar el método de su padre, médico rural: sentarse en la cabecera de la cama y charlar un rato con el enfermo.

El Lagarto de la Catedral

<En Pasión ha extrañado mucho, oh Fiscal, que el cura Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp presidiera la noviena del Señor todos los días y, en cambio, no acudiera el día de la función principal que, como es tradicional, presidió el señor cardenal. ¿No te suena raro, rarito, raro? Uuum, pienso… Luego existo>. Palabra de reptil metropolitano, palabra de lagarto de la Catedral

El pertiguero

Primer golpe. Al hermano Pablo le tocaron en la tómbola del Rastrillo caramelos, bombones y hasta un anillo. Segundo golpe. Su Eminencia se encontró con Suárez, autor del cartel del Rastrillo: "Ricardo, Ricardo... ¡Lo que se han perdido las cofradías!" Tercer golpe. La infanta doña Pilar le pidió a monseñor Amigo que le contara cosas del cónclave. El cardenal le refirió algún detalle, como las horas pasadas en soledad o las charlas sobre fútbol o el clima con los cardenales africanos. Y ciriales arriba. La luz de estas tardes de febrero indican que esto se acerca...

elfiscal@diariodesevilla.es










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