El Museo de Bellas Artes de Sevilla acoge una destacada selección de pintura veneciana del siglo XVIII
La muestra, que está organizada por la Fundación Banco Santander y comisariada por Annalisa Scarpa, está conformada por 51 lienzos de uno de los siglos más brillantes de la pintura veneciana y realizados por importantes pintores de la época, lo que la convierte en una de las más completas realizadas en España sobre ese periodo y estilo pictórico. Caneletto, Guardi, Bellotto, Tiépolo, Ricci y Zuccarelli son algunos de los maestros que aportan piezas a la exposición.
Las obras proceden de colecciones italianas, museos, fundaciones y colecciones privadas, y tienen como común denominador su calidad. La Colección Terruzzi, el Museo di Capodimonte, el Museo Cìvico de Vicenza, la Colección Simona Romano, la Banca Populare di Vicenza, la Galleria dell’Accademia y la Galleria Nazionale de Parma, la Fundazione Querini Stampalia o el Museo Cìvico de Treviso son algunos de los principales lugares de procedencia de las pinturas.
En el arte veneciano dieciochesco, la pintura figurativa y la pintura de veduta (vistas) y paisajes se compenetran para mostrar la evolución de una explosión de gracia, riqueza cromática y vitalidad cultural que invadió y sedujo a toda Europa.
Con Marco y Sebastiano Ricci, con Gian Antonio Pellegrini y Rosalba Carriera, el estilo y el color venecianos sedujeron a los grandes coleccionistas europeos. Pero quizás fue Jacopo Amigoni el más internacional de los artistas venecianos: pasando de las cortes alemanas a la corte inglesa, terminó su vida en Madrid, tras haber sido durante cinco años pintor de corte de dos reyes españoles. Antes de su desaparición tuvo contacto en Madrid con el que pudo ser el mayor talento del siglo, Gian Battista Tiepolo, al que acompañaba su hijo, Gian Domenico, destinado a conducir a la pintura veneciana hasta el mundo neoclásico.
La veduta y el paisaje son las expresiones artísticas más importantes del arte veneciano, con las que se definen luces, atmósferas y un increíble juego de reflejos y de claroscuros: de Carlevarijs a Canaletto y Bellotto, de Marieschi a Guardi, y con Cimaroli, Zuccarelli y Zais se recoge en las telas la transformación, la evolución y la decadencia de una sociedad artística y humana que plasmó con el pincel capítulos fundamentales del arte italiano.