Opinión. No, no me equivoqué. El Diputado de Cruces.

Lamentablemente, no me equivoqué. El Consejo General ha enviado una carta a la Hermandad de la Resurrección desestimando el cambio de día para su estación de penitencia a la Catedral. Y es de suponer que esta desestimación, que debiera llenar de vergüenza al mundo cofrade, es válida para todo el tiempo que le queda de mandato a esta Junta Superior.
No es hora de incidir, por repetidos, en los argumentos ya expuestos, pero la carta, cuyo contenido ha aparecido resumido en este portal, merece algunos comentarios. En primer lugar, contestar el 9 de julio a una carta enviada en marzo es algo que raya en el desprecio. ¿Otra vez se ha perdido el motorista? ¿Tantos y tan importantes asuntos agobian al Consejo para no encontrar un hueco en los meses anteriores? ¿O es que se ha querido aprovechar el verano para que la cosa pase más desapercibida?
Por otra parte, se afirma que, aunque se desestima el cambio de día solicitado por la Hermandad, sí “se atendería una demanda de cambio de horario” y se reitera “la disposición del Consejo, dentro de los límites de sus competencias, a colaborar en una mejor inserción en cuanto a horarios e itinerarios dentro de su propio día, es decir, Domingo de Resurrección”. En primer lugar, lo del límite de las competencias no es más que un reconocimiento tácito de la absoluta incompetencia e impotencia de la actual Junta Superior para sacar adelante ninguna iniciativa propia (para decepción de los muchos que confiábamos en que un cambio era posible), atada de pies y manos por algunos hermanos mayores y delegados de día, que se creen en posesión de la verdad absoluta sobre lo que es y lo que debe ser la Semana Santa de Sevilla, contando con la complicidad (por inactividad, que no por silencio, aunque ya se sabe, palabras sin hechos no valen para nada) del Palacio Arzobispal. ¿Por qué molesta tanto un Resucitado el Sábado Santo y no un Crucificado el Domingo de Ramos? Y que no me hablen de los nuevos estatutos, si es que alguna vez se hacen, porque si lo que se pretende es cambiar lo de “una hermandad, un voto”, por el voto proporcional al número de hermanos (que es lo que quiere más de uno), pues apañados estamos.
Y en cuanto a lo del cambio de horario, ¿qué es lo que se pretende? ¿Retrasarlo y que no haya que madrugar para estar en el palquillo? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el Consejo? Por ejemplo, ¿estaría dispuesto a pelear para que cuando pasara la cofradía, la carrera oficial estuviera perfectamente montada (como todos los demás días), pudiendo acceder los abonados a sus sillas? Porque una cosa así supone gastos, los gastos disminuyen los beneficios y a ver quien es el guapo que le “mete la mano en la cartera” a los que ustedes ya saben. Autorizar solamente que la hermandad pase más tarde lo hace cualquiera desde su casa y por teléfono. Aquí, el asunto ha sido siempre mucho más complicado que un simple cambio de horario, aunque alguno haya querido limitarlo a sólo eso.
Finalmente, en la carta se refleja que las “Hermandades del Sábado Santo, por unanimidad y a consulta del órgano de la calle San Gregorio, se opusieron al cambio de día”, aunque supongo que se refiere a las Juntas de Gobierno, porque no he oído que se haya convocado ningún cabildo general para el tema. De nuevo, volvemos a lo mismo. ¿Es que las hermandades son dueñas del día en el que salen para decidir sobre quién puede hacer estación de penitencia (y quién no) en él? ¿No tiene nada que decir sobre esto la Iglesia de Sevilla? Y, desde luego, las dos juntas que han cambiado de opinión, deberían explicar el por qué de ese cambio.
En fin, la carta sólo es un reflejo de las miserias y de la falta de espíritu cristiano que, cada vez más, están invadiendo el mundo cofrade y de las que todos, por acción o por omisión, somos responsables. Y, como ya he escrito en otra ocasión, llega el momento en que la Hermandad de la Resurrección, la que tiene el honor de cerrar la nómina de la Semana Santa de Sevilla, debe asumir que no es querida por las que se llaman sus hermanas, que el Consejo que la debe representar le ha vuelto la espalda y que en Palacio no están dispuestos a mover un dedo por ella y, así, tomar las iniciativas que conduzcan, por dolorosas que sean, a que sus nazarenos no sufran ni un año más las condiciones de inseguridad e indignidad en su estación de penitencia que vienen padeciendo en los últimos tiempos.
Después, cada uno deberá convivir con sus responsabilidades.
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