La flor que nació del oro. Moisés Ruz.
Estalla la primavera en Sevilla cuando el astro Sol irradia a sus balcones para pintar las flores que reflejan el alma de la estación más esperada, a los naranjos que exigen explotar su flor para inundar de olores a la ciudad. Estalla el fruto de las entrañas de una Sevilla que va tomando color.
Pero esta cuasi primavera está recibiendo el impacto de una flor nunca antes esperada. La planta que puso a germinar el genuino Enrique Castellanos en 2009 comienza a dar sus frutos. De repente, en esa vitrina repleta de perenne ápice cofrade, donde todo trianero se topa con el paso del Señor de la O, han florecido unas rosas que hasta parecen perfumar aquel rincón. Y es que en la gubia y cincel de Enrique se ha redescubierto en el aparente mazacote canasto una figura perdida por el deterioro de los años.
Para conocer todo el artículo, pulsar aquí.