Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • lunes, 19 de mayo de 2025
  • faltan 314 días para el Domingo de Ramos

¿Un Año o Cincuenta y uno? Amargura Coronada. Francisco Javier Segura Márquez


A TODOS VOSOTROS
NO HACE FALTA MAYOR DEDICATORIA

 Mañana será el día. Al caer la tarde Sevilla perderá un presbiterio pero ganará un cielo. La Amargura estará en besamanos. Abandonará con gusto el camarín para tendernos delicadamente su cariño.

La espadaña se asoma y ve llegar a la ciudad que tendrá cuatro días para cumplir con la visita. Se hablará de Ella y Ella hablará con nosotros; sin mirarnos tendrá una mirada para cada uno, que cada uno sabrá ver e interpretar con su ayuda.

El dosel llegará el primero. Después las escalinatas ricamente decoradas. Y al fin, tras haberse dejado acicalar con cariño en la sacristía, que no tiene menos de vestidor real que cualquier estancia palaciega, saldrá a esperarnos.

Llevará el manto de salida o el de camarín, pero dará igual; llevará la corona antigua, la de Seco Imberg, la de Cayetano González, y no añadirá nada importante; pisando el suelo de San Juan de la Palma pondrá otro año más y otro año menos, cerrando un calendario litúrgico de eterno adviento –eterna Esperanza-, cuaresma de sueños – Domingo de Ramos blanco, rojo y azul-, pascua de Resurrección y tiempo ordinario de tardes incontables ante el azulejo que me la muestra cada tarde –Ave María Purísima-.

Y después de esto, después de tantas consideraciones y evocaciones, vuelvo a preguntarme: ¿Un año o cincuenta y uno? ¿Cuándo te coronaron nuestros corazones? ¿Cuándo nos diste la dicha de compartir contigo una fecha irrepetible? ¿Fue 1954 o fue un 2004 que ya nos parece lejano pero a la vez tan cerca? ¿Qué intangible misterio hay en tus fechas? Los que no pudimos conocer ni contemplar al Cardenal Segura entregándote la cruz de sus diferencias, te aseguro que te coronamos hace un año. Y no hizo falta corona, porque ya la tenías. Ni Medalla de la Ciudad , porque antes ya la ciudad te la había regalado. Ni precisabas estrenar un paso, porque Rodríguez Ojeda no descansó hasta dejarte revestida con lo mejor de su obra. Todo estaba hecho. Nadie tendría que darnos las gracias por un trabajo – que yo os las doy a todos por incansables-.

Solo hacía falta soñar, y ponerle corazón.

Y lo pusimos Madre. Nos dejamos el alma en la preparación de aquella fiesta grande de tu Coronación, tu recoronación o la coronación que muchos te debíamos. ¿Un año o cincuenta y uno? Porque a no ser porque el sol que te besó en la calle Placentines -.qué momento para las lágrimas, qué ensoñación para toda nuestra vida- vino contigo en tu apresurado caminar hasta la Catedral aquella mañana increíble del 14 de noviembre, hubiéramos pensado que verdaderamente sí, que Sevilla te esperaba para ver tu cabeza hecha reposo de una presea de estreno. ¿Un año o cincuenta y uno? No habríamos sabido responder viendo aquellas misas en latín a las diez de la mañana aquellos siete días en que cambiaste San Juan por el altar de plata. El tiempo parecía volverse loco. Ignacio Sánchez Dalp era un predicador en convocatoria de seda. “Abril le dijo a noviembre, noviembre te tengo celos”.

 De punta a punta, la calle Feria había conjurado a Cronos con Carlos Colón de intermediario. ¿Un año o cincuenta y uno? Otra vez, como entonces, el 21 de noviembre había amanecido fiesta de Cristo Rey. Un cardenal, Amigo, te dedicaba la solemnidad de una Misa Pontifical. Tus acólitos, tus llorones servidores litúrgicos – cómo no íbamos a llorar todos y cada uno de nosotros- firmaban en su historia una página de oro. Los reposteros de fieltro, orientales y sevillanos, rezaban a la Amargura desde cada balcón. “Tú nunca pasas, Señora, tú nunca puedes morir, cuando en el alma se llora, siempre acudimos a Ti”. Olía a Santa por la calle Alcázares. La Plaza Nueva te llovía rosas. La calle de Madre Angelita te daba más pétalos, mientras el Carmen de Salteras nos llevaba al éxtasis de un sueño de Viernes Santo. La Encarnación te rezó la Salve de los Jóvenes. ¿Un año o cincuenta y uno? Volvías a casa, y volvía el tiempo. La Cruz enhiesta como entonces, ahora atravesaba de nuevo el dintel. Pasado un domingo te quedabas en besamanos para rematar el cuento. Y yo me preguntaba: ¿Cincuenta años o ahora?.

Y yo me pregunto: ¿Un año o cincuenta y uno? La respuesta, si es que existe, estará en tus ojos, este fin de semana más cerca que nunca. Mañana será el día. Volveré a preguntártelo. Tu me responderás, mirándote en mi medalla jovencísima, con tu llanto, con tus ojos y tu Amargura, ayer, hoy, siempre, hace cincuenta o hace cincuenta y un años, Coronada con la Gracia de Dios y el amor correspondido de Sevilla.









Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.